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lunes, 11 de febrero de 2013

NO ESPEREN GRAN COSA

La abdicación del Papa Benedicto XVI es una sorpresa, porque ningún papa lo ha hecho desde el siglo XV, pero solo relativa porque él ya había dado alguna indicación en este sentido. Lo que tampoco cabe esperar son grandes cambios en la Iglesia Católica. En cuanto se ha difundido la noticia hay muchos que se han puesto a conjeturar qué puede pasar y si la iglesia cambiará su actitud respecto a muchos temas de costumbres, incluyendo su permanente condena de las personas LGTB y su alineación con los más reaccionarios en todas las batallas por la igualdad de derechos. Basta haber estudiado un poco la historia de esta poderosa organización para darse cuenta de que un cambio radical es imposible y que ni siquiera es probable una pequeña reorientación, al menos a corto plazo.

Se suele pintar al Papa actual como particularmente homófobo, pero creo que no lo es más que los anteriores, puesto que no ha hecho más que mantener la enseñanza tradicional mil veces repetida. La lucha por la igualdad de derechos de homosexuales y demás nunca antes había alcanzado las cotas que ahora alcanza, de modo que los pontífices apenas tuvieron que pronunciarse sobre ello, puesto que las autoridades civiles negaban ya toda igualdad. La mayor aceptación social y los cambios legislativos que han ido con ella es lo que ha obligado a todos los jerarcas, papa incluido, a lanzar sus condenas, inevitables, puesto que les obliga una larga tradición y les presiona aún más la considerable decadencia de la institución y el deseo de mantener una influencia social cada día menos evidente. 

En la situación de crisis que vive el cristianismo en general y el católico en particular, se puede optar por un aggiornamento como el que proponía Juan XXIII, cuyo resultado natural hubiera sido una profunda revisión de doctrinas, dogmas y normas de disciplina y organización para adaptarlos al cambio social y los descubrimientos científicos, o por un enrrocamiento en posturas ultramontanas. La primera postura tenía como peligro la disolución de la iglesia en la sociedad, como ha pasado de hecho con muchas denominaciones protestantes moderadas, que conservan hoy núcleos muy reducidos de fieles practicantes. La segunda tendencia es la que ha ido adoptando progresivamente la Iglesia Católica, aún a sabiendas de que pierde seguidores en gran número: parece ser que prefiere quedarse con menos fieles pero más fanáticos.

Basta un somero examen del clero actual y de los jerarcas para darse cuenta de que la gran mayoría no se aparta un ápice del camino trazado, de modo que poco cabe esperar, aparte de algo más de diplomacia, palabras más sibilinas o estrategias más laberínticas y desviadas... y aún esto es dudoso.

Más aún, aunque la Iglesia Romana cambiara mucho su actitud, la nuestra no debe cambiar: tenemos que seguir exigiendo que la religión, cualquier religión, sea completamente separada del estado y que la iglesia no pueda ejercer una autoridad y tutela indebidas de la sociedad civil. Si esto se consigue, lo que pueda hacer o decir un papa futuro solo importará a los que creen en él.

sábado, 15 de diciembre de 2012

EL MATRIMONIO IGUALITARIO ES... ¡UNA AMENAZA A LA PAZ MUNDIAL!

No es realmente una noticia demasiado relevante que el Papa Benedicto vuelva a condenar la homosexualidad, la igualdad de derechos y a los homosexuales, pero sí una llamada de atención a los que se creen que todo está ganado y que ya no hay que luchar más, manifestarse, organizarse y presionar, especialmente cuando coinciden varios sucesos significativos.

El primero son las palabras del papa infalible:

Necesitamos reconocer y promover la estructura natural del matrimonio como la unión de un hombre y una mujer, frente a los intentos para hacerlo jurídicamente equivalente a tipos de unión radicalmente distintos. Estos intentos dañan y desestabilizan el matrimonio en la práctica, al oscurecer su naturaleza específica y su papel indispensable en la sociedad.
Estos principios no son verdades de fe, ni tampoco un simple corolario de la libertad religiosa, sino que están inscritos en la naturaleza humana misma, accesible mediante la razón y son , por tanto, comunes a toda la humanidad. Los esfuerzos de la Iglesia para promoverlos no son, pues de carácter confesional, sino que se dirigen a toda persona independientemente de su filiación religiosa.
Los esfuerzos de esta índole son tanto más necesarios cuanto más se niegan o se malentienden estos principios, puesto que su negación constituye ofensa contra la verdad de la persona humana con grave daño a la justicia y a la paz.

Es decir, los homosexuales, su derechos y sus actos constituyen un grave insulto contra la autoridad de mi organización, que tiene un derecho indiscutible a imponer sus normas morales a todo el mundo, allí donde pueda y donde la dejen... según la "ley natural" que nosotros hemos decretado.

El segundo es que los representantes del PP en el Parlamento Europeo votaron en contra de una serie de recomendaciones dirigidas a todos los estados miembros de la UE para que terminen con las discriminaciones contra las personas LGTB, reconozcan las uniones y matrimonios celebrados en otros estados, etc. Dado que la legislación española reconoce ya todas estas cosas, es de suponer que el PP está en contra de ellas y que, si puede, intentará volver a las prohibiciones, al armario y otras indignidades.

El tercero: un grupito de jóvenes ultraderechistas se dedicó a perseguir y pegar a los que percibían como gitanos y homosexuales en las elegantes calles del Barrio de Salamanca de Madrid. Es de suponer que habían oído a Benedicto, menos de imaginar que sabían algo del Parlamento Europeo, aunque es posible que conocieran a alguno de los representantes homófobos. Algunos están detenidos, pero seguramente no lo estarían con otras leyes más basadas en la "ley natural" propuesta por un papa infalible que dio su bendición a Rebecca Kadaga, presidenta del parlamento de Uganda, que pretende "regalar" a su pueblo una ley antihomosexual que incluye hasta la pena de muerte, pero claro está que esto no es injusto y no ataca la paz.

viernes, 27 de julio de 2012

ESPAÑA, RELIGIÓN Y HOMOSEXUALIDAD

La imagen estereotípica que existe de España en el exterior sigue bastante unida a los toros, la sangría, las playas y el catolicismo. Si se pregunta a un europeo medio, es decir, no muy bien informado, este responderá que España es un país muy católico, definición que curiosamente complace a la miope caverna española, tanto a la realmente fanática como a la oportunista. En la mente de los nórdicos, sin embargo, tal cosa evoca negras imágenes de la Inquisición, corroboradas por las horribles y modernas de las espantosas celebraciones de Semana Santa con sus encapuchados, sus penitentes arrastrando cadenas y sus llorosas y enjoyadas vírgenes kitsch. Estas cosas tal vez atraigan turistas, pero siguen enfangando y deformando la imagen de un país que en realidad es muy poco religioso.

Se suele entender por religión todo este folclore de dudoso gusto, pero debajo del oropel la realidad es otra, como saben muy bien los que se preocupan de verdad por asuntos espirituales. En primer lugar se suele malinterpretar por religión exclusivamente la católica, con el entusiasta aplauso de la caverna, pero esto solo indica de donde proviene la raíz del mal, puesto que el monopolio secular de esta secta particular, agravado anacrónicamente por los 40 años de nacional-catolicismo-fascismo, ha creado un curioso fenómeno: en España se es católico (religioso genérico) o se pasa directamente a ser agnóstico, ateo o ferozmente antirreligioso, no simplemente anticlerical.

Esta idea ignora (o desprecia) la existencia de minorías evangélicas, islámicas y budistas, porque todas juntas no suman tantos individuos, los islámicos son en su mayoría de origen foráneo (muchos cavernícolas ni siquiera los considerarían españoles) y la presencia pública de los no católicos es insignificante en símbolos, fiestas, juras y cualquier otro aspecto social. La jerarquía eclesiástica supongo que prefiere esta halagüeña apariencia a la realidad, puesto que la frecuentación de la iglesia entre católicos es mínima, por no hablar del seguimiento de su moral sexual (no hay más que ver la tasa de nacimientos o de matrimonios píos) y casi de cualquier otro punto.

La auténtica cruzada que la iglesia católica lleva ahora contra los derechos de homosexuales y mujeres es una indicación más de una actitud que prefiere insistir en la ortodoxia más rancia antes que intentar acercarse mínimamente a los problemas reales. La condena sin paliativos de una condición innata o de la capacidad de decisión de mujeres maduras excluye de hecho a cientos de miles de individuos de unos templos y comunidades en los que son sistemáticamente humillados, insultados o identificados con el mal. No todos estos individuos son agnósticos, ateos o antirreligiosos, muchos incluso aceptan la humillación o se comportan con completa incoherencia defendiendo a sus verdugos, pero la mayoría simplemente se aleja, muchos con el odio que se siente por un torturador.

Es una lástima que la mayoría de los así maltratados esté imposibilitada para comprender que religión no es desde luego sinónimo de catolicismo, porque la educación directa e indirecta recibida así se lo hace creer, pero otras clases de espiritualidad son posibles y no todas ellas inciden en la condena, solo hay que buscarlas, una labor no fácil en un país en el que la iglesia católica ha hecho lo indecible para que la religión se confunda con la práctica de ritos arcaicos y la moral con la obediencia a fórmulas a veces muy alejadas de la ética.

miércoles, 17 de agosto de 2011

A vueltas con la imposible curación de la homosexualidad


En la web del obispado de Alcalá de Henares se encuentra un apartado denominado "Homosexualidad y Esperanza" que repite machaconamente la doctrina católica sobre este tema, es decir, la homosexualidad es un "desorden" curable, aunque los términos en que esto se redacta sean lo bastante ambiguos para no aparecer como agresivos o fanáticos. Pero como la enseñanza es la que es, al final del artículo se descubre por dónde van realmente las intenciones: vínculos, bibliografía y referencias apuntan hacia definiciones, métodos y terapias una y mil veces expuestos como inútiles, falsos y contraproducentes. Nombres como el de Joseph Nicolosi, propagandista de "terapias reparativas" o asociaciones como la norteamericana NARTH, de marcado cariz antihomosexual, transparentan que en realidad no hay esperanza alguna para el homosexual en la Iglesia Católica, puesto que o deja de serlo o deja la iglesia… o miente, que es lo más normal en los que se empeñan en permanecer en ella.

Las iglesias no son en general muy proclives a integrar descubrimientos científicos cuando no se ajustan a lo previamente dogmatizado, aunque el manido recuerdo de Galileo les ponga de mal humor. La Católica, como otras confesiones extremistas hace constante campaña contra todo lo que se engloba en "la ideología de género", vista como una perversión de la "ley natural" como la entendía Tomás de Aquino y, dado que biología, psicología y sociología no son tan exactas como las matemáticas, es más fácil ignorar la evidencia científica acumulada para demostrar que la homosexualidad no se elige, no se suprime, no es una enfermedad, no es contagiosa, no se aprende, es minoritaria y no es un mal en sí misma, sino en la mente de los que la persiguen.

Como pura opinión de una iglesia podríamos ignorar estas salidas, pero no debemos hacerlo cuando se difunden falsedades tras la máscara de moralidad y se sigue deshumanizando a una minoría a la que se tilda de perversa y desordenada por no conformarse a lo imposible. Esperemos nuevas condenas en los días que vienen.

viernes, 12 de agosto de 2011

La (des)educación sexual católica


Parece ser que el alcalde de Nueva York, Sr. Bloomberg, quiere hacer obligatoria la educación sexual en todas las escuelas PÚBLICAS de la ciudad, que hasta ahora podían decidir individualmente si la introducían en sus currículos. Para cualquier persona racional se trata de una medida acertada, puesto que nada mejor que el conocimiento para evitar embarazos adolescentes, transmisión de enfermedades venéreas y otros males producto de la ignorancia, pero ¡ay! la Iglesia Católica está como siempre en contra, puesto que para ella la educación sexual es la antesala de la promiscuidad, es decir, que cualquier adolescente con la suficiente información se dedicará a fornicar a diestro y siniestro aplicando las medidas de seguridad aprendidas.


Esta idea, muy difundida entre reaccionarios, pasa por alto que la educación sexual correcta también suele advertir de los peligros emocionales y físicos de la promiscuidad, que la mayor parte de los adolescentes no se inclinan automáticamente al vicio y que no todos tienen siquiera ocasión de caer en él, aunque lo deseen. Pero ya se sabe que el sexo siempre es malo para la Iglesia Católica y que lo mejor es presentarlo siempre negativamente como expone Bill Donahue, uno de los voceros católicos más conocidos de los Estados Unidos:

"Hay un programa de educación sexual que podría funcionar, uno que fuera similar al que se usa para tratar el tabaquismo. No decimos a los chicos que fumar es malo, para enseñarles a continuación la manera adecuada de inhalar el humo, sino que les mostramos terribles imágenes de los pulmones de un fumador, les contamos que pueden acabar aguantando grandes sufrimientos físicos si fuman y les decimos que acortan su esperanza de vida. Podríamos hacer lo mismo al hablar de la experimentación sexual a una edad temprana, de como el aborto afecta a la mente de la madre que elige liquidar a su hijo, mostrar imágenes de lo que hace el aborto al cortar al niño en pedazos, instruir sobre la relación entre la pobreza y la maternidad fuera del matrimonio, informar sobre la mayor probabilidad de contraer una enfermedad venérea. En otras palabras enseñar las consecuencias negativas en la vida real de la experimentación  sexual a edad temprana."

Más claro imposible: EL SEXO ES UN HÁBITO TAN MALO COMO EL TABACO, lleva necesariamente al aborto, la pobreza y la muerte temprana…. ¿pero no es eso acaso lo que está intentando evitar la educación sexual?… No si no mete un miedo irracional e inútil, porque las hormonas acaban siendo más poderosas que cualquier temor a esa edad.

De lo que verdaderamente se trata es de asustar y de imponer unas reglas confesionales que no morales. Que eso perjudique a la juventud no es tan importante como mantener principios abstractos. Supongo que más o menos lo mismo predicará Benedicto a los asistentes al tumultuario y propagandístico evento de Madrid dentro de unos días.

domingo, 31 de julio de 2011

Dª Esperanza y los problemas


A estas alturas todos sabemos que la presidenta de la Comunidad de Madrid no es un prodigio de comprensión, cultura o de flexibilidad, a pesar de sus triunfos electorales. Es un animal político que sabe cultivar lo populista, dividir a propios y extraños y ascender caiga quien caiga, pero por lo mismo es ajena a los consensos y reacia a respetar minorías u opiniones ajenas, aunque les asista todo el derecho, de aquí que se oponga a la manifestación convocada por organizaciones laicas y ateas contra la próxima visita del papa a Madrid para la llamada Jornada de la Juventud, un simple evento propagandista católico, con el que se pretende hacer aparecer a la iglesia como lo que ya no es, es decir, popular, universalmente aceptada, faro de moralidad, etc.
Tiene poco sentido atacar este evento como dispendioso y despilfarrador, como hacen algunos ingenuamente, amparados en las simplistas razones económicas que ahora se blanden al amparo de la crisis,  porque es cierto que puede traer dinero a la capital en forma de visitantes internacionales, pero sí lo tiene por imponer a propios y extraños un hecho  totalmente confesional y propagandístico digno de los tiempos del nacional-catolicismo. Si la iglesia lo organizara con fondos y recursos propios no sería justo oponerse, porque entraría dentro de los límites de las libertades de reunión, manifestación, expresión y opinión, pero se empieza organizando y pagando con recursos públicos, sometiendo al acto las vacaciones de empleados públicos y destinando edificios públicos a este fin, como si de un acto de utilidad pública se tratase, cuando no es más que un acto sectario.
¿Cuándo se comprenderá que la iglesia católica es solo una secta cristiana más aunque aún figure como mayoritaria en España? Los no católicos tienen mucha razon al contemplar la situación actual como radicalmente injusta: la iglesia sigue gozando de privilegios que no tienen las demás o los no afiliados, sigue subvencionada más allá de las previsiones constitucionales, interfiere en la labor legislativa y se comporta en todo como un poder fáctico/grupo de presión que no responde ante nadie.
A los ateos y propugnadores de una auténtica laicidad les asiste todo el derecho a convocar una manifestación para protestar contra la visita de un jefe sectario/de estado con cuya doctrina, fines e influencia no están en absoluto de acuerdo, tanto al menos como a los que organizan manifestaciones "en defensa de la familia", aunque nadie la esté atacando. Dª Esperanza está preocupada por los "problemas" que esto podría crear, pero en un país democrático no puede haber problema alguno por el desfile de unos cientos de individuos con algunas pancartas; en Madrid hay manifestaciones variopintas casi todos los días del año sin que nadie les haga mucho caso. Lo que supongo que a la presidenta y a la jerarquía que tanto la apoya les molesta es que sea visible un disenso claro cuando se trata de mostrar la imagen idílica de una España católicamente mema, que hay una minoría que no se limita a callarse, sino que denuncia la situación de abuso y prepotencia que la iglesia católica ve como normal, aunque no lo sea.
España, como Irlanda, no es territorio católico conquistado y la democracia y sus reglas deben aplicarse a todos, a la iglesia católica también, aunque la libertad política y de conciencia, los derechos humanos y el fair play le sean tan lejanos y ajenos. 

viernes, 25 de marzo de 2011

Progreso y evidencia


La reciente aprobación de la resolución de las Naciones Unidas que recomienda la descriminalización de las relaciones homosexuales es un gran paso adelante, a pesar de que ni sea vinculante ni impida que en muchos estados haya absurdos delitos que sigan en el código.

Es un progreso porque los derechos LGTB son reconocidos a nivel mundial. A partir de ahora será mucho más difícil sostener que una orientación sexual determinada es enfermedad o delito, mientras que será más fácil reconocer que alguien que es perseguido por estos conceptos tiene más derecho a la protección o el asilo.

No hay ni qué decir que con motivo de esta resolución se han puesto en evidencia los de siempre: estados retrógrados, socialmente atrasados o dominados por oligarquías teocráticas, y el Vaticano, que por boca de su observador permanente en la ONU, Silvano Tommasi, ha afirmado que esto equivale a persecución religiosa, puesto que a partir de ahora será menos aceptable el hostigamiento católico a las personas LGTB, aunque éste se revista de pretextos varios, como que "los estados tienen derecho a regular los comportamientos sexuales", o que "los comportamientos sexuales tienen una dimensión moral", algo evidente que la jerarquía debería haberse aplicado a sí misma en comportamientos reprensibles, pero que el sexo tenga una dimensión moral no quiere decir que ésta tenga que ser católica.

domingo, 2 de enero de 2011

Perseguidos y privilegiados


Me molesta tener que volver a hablar de la Iglesia Católica a principios de año, pero es que esta institución, como todo el neoconservadurismo cristiano de diversos colores, sigue fomentando una reacción que va de lo político a lo científico pasando por lo social, interfiriendo directa o indirectamente en las sociedades en que puede hacerlo y difundiendo odio y prejuicios cuando la dejan. Mucha gente puede creerse que yo odio a mi vez, pero tal vez no se den cuenta de que se trata de legítima defensa, porque de triunfar en toda regla su particular integrismo los que desaparecen son la libertad individual y la igualdad de derechos.

Está en lo cierto el Papa Benedicto (¡yo dándole la razón!) cuando se alarma por el acoso a los cristianos en países musulmanes, porque eso es prueba del bajo nivel de libertad y del alto de intolerancia que aqueja a sociedades aún poco evolucionadas en materia democrática y de derechos, pero mi simpatía desaparece en cuanto oigo a otros jerarcas equiparar laicismo con persecución, como si el voluntario abandono de la religión fuera un insulto o como si las leyes civiles tuvieran que conformarse a los mandamientos de una iglesia concreta.

A este respecto la reacción de la jerarquía española y sus plataformas mediáticas, alineadas unánimemente en las posiciones más ultramontanas, resulta ofensivo y demuestra, una vez, más, que no han aprendido nada, que siguen considerando el país como una finca privada que se les ha arrebatado injustamente y que sólo están esperando el momento adecuado para volver a la carga y obligar a todos a someterse a su moral por las buenas o por las malas, es decir, sin progreso alguno desde la era inquisitorial: la religión como coerción y no como convicción.
Actitudes como ésta dicen poco acerca de la fe en las capacidades espirituales de su creencia, pero mucho sobre sus ambiciones de poder terrenal, privilegio económico y deseos de control indirecto del estado.

No es imposible que consigan mantener su influencia como grupo de presión e incluso aumentarla durante un tiempo, pero si esperan una reconquista real están fuera de época. El abandono de la iglesia se debe a la imposibilidad de creer en sus dogmas y a la falta de prestigio moral, intelectual y social de sus dirigentes, no a conspiraciones siniestras. Si menos de cuarenta años han bastado para que la sociedad española se secularice hasta el punto de causarles alarma, a pesar del monopolio antes ejercido, es más que cierto que su decadencia continuará, pero que no se tratará de persecución alguna sino de simple abandono por cansancio o indiferencia.

La iglesia española sigue sin entender que cuanto más política sea su postura más insostenible y precaria se hace su posición, más sujeta a avatares impredecibles, pero recordemos que a muchos de sus mejores teólogos se les ha callado la boca, un signo más de que nunca ha confiado en su poder espiritual y de convicción. En estos momentos pueden sentirse seguros en las filas del "tea party" a la española, pero la política y el favor de los votantes son tan variables como el viento.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Mucho ruido y pocas nueces


Ha bastado un microscópico cambio en la doctrina vaticana sobre el preservativo para que algunos se precipiten a exagerar hasta el punto de creerse que la iglesia católica está por fin entrando en razón. El cambio es tan mínimo que no supone diferencia alguna, puesto que la doctrina básica no cambia un ápice y sigue insistiendo en que todos los actos sexuales de cualquier clase fuera del matrimonio (¡entre hombre y mujer exclusivamente... no se confundan!) son pecaminosos y suponen faltas gravísimas, una sola de las cuales puede enviar al sujeto a la condenación eterna.

Creerse estas cosas supone también creer que la inmensa mayoría de la humanidad, católicos incluidos, está irremisiblemente condenada, puesto que desde el adolescente que se masturba hasta la pareja que limita la natalidad, todos están en continua contravención de normas de imposible cumplimiento, si no se quieren sufrir graves problemas mentales, afectivos, económicos y de otras clases.

Nadie puede ser tan ingenuo como para pensar que las bajísimas tasas de natalidad de España o Italia, para poner sólo dos ejemplos de países de mayoría nominal católica, se deben al uso de los métodos aprobados por el Vaticano: preservativos, pastillas y casi cualquier otro medio disponen de mucho mayor crédito que la observancia rígida de preceptos arcaicos.

¿Es esto también un ejemplo del "laicismo agresivo" del que tanto se queja su santidad? Creo que es sólo sentido común de una sociedad cada vez más alejada de creencias medievales.

martes, 9 de noviembre de 2010

Trampas del lenguaje


La visita del Papa y sus trentinos discursos ponen de relieve una vez más que los que se oponen a los derechos civiles de la minoría homosexual lo hacen desde puntos de vista dogmáticos religiosos, no racionales y mucho menos civiles. De aquí que el intento de hurtar derechos mediante un cambio de denominación sea lo que es, es decir, una trampa para ilusos que se creen que el cambio de denominación no supone cambio alguno.

El pretexto es que la palabra "matrimonio" es tradicional y se refiere solo a la unión de hombre y mujer, que la extensión del contrato a parejas del mismo sexo resulta "ofensiva" para una parte de la población y que para reconocer los mismos derechos se podría utilizar la expresión "unión civil" o "pareja de de hecho".

Yo estaría de acuerdo si todas las uniones de parejas de cualquier clase fueran denominadas "uniones civiles", porque entonces los católicos podrían reservarse la de" matrimonio" para la ceremonia religiosa, sin prejuicio de que los demás tuvieran los mismos derechos y obligaciones ante el estado, pero del mismo modo que no demando el derecho de celebrar una unión en iglesia alguna, exijo que si lo de unos es "matrimonio" lo de otros también lo sea, puesto que cuando no lo ha sido, es decir, antes de 2005, la desigualdad y la discriminación eran notorias.

El Vaticano y sus secuaces individuales y corporativos ni son inocentes ni benévolos ni basan su actuación en el amor sino en un premeditado cálculo de influencia social y política. La espectacular bajada de la práctica y el abandono real del catolicismo por la mayoría de los españoles hacen peligrar los abusivos privilegios de los que sigue gozando una religión hoy día minoritaria, por lo que son necesarios gestos que sigan consagrando un código moral oficial que hagan creer a muchos que el país sigue siendo católico y la iglesia una autoridad espiritual indiscutida, especialmente en las materias sexuales que afectan a minorías tradicionalmente perseguidas, a mujeres y otra tropa no elegida para la jerarquía, que otra cosa es cuando los pecados clericales asoman su fea cara.

Por supuesto que en materia económica y otras naderías puede haber condenaciones generales que se quedan en eso, puesto que un acusado de corrupción si es fiel cristiano se arrepiente... aunque no devuelva el dinero y puede aspirar al perdón y la gloria.... faltaría más.

¿Cuándo van nuestros líderes a plantarle cara al último poder fáctico que tenemos en España?

sábado, 12 de junio de 2010

Una lenta marea


La lucha por derechos iguales nunca ha sido rápida y sin obstáculos, pero podemos decir sin equivocarnos mucho que en nuestro caso estamos llegando a un punto bastante satisfactorio. Dos nuevos hitos acaban de coronarse: por una parte Islandia ha aprobado la igualdad en el matrimonio, con lo que aumenta el número de estados civilizados que reconocen un derecho civil básico, por otra el New York Times, periódico importante no sólo en Estados Unidos sino uno de los principales "hacedores de opinión" de occidente, publicó ayer un editorial en el que toma partido de forma decisiva por la misma igualdad de derechos.

Es evidente que si la homosexualidad no es una enfermedad, no es electiva, no es contagiosa, no es alterable y no inclina al delito, la negación de derechos a los homosexuales es una simple discriminación gratuita y cruel que no se basa en razón alguna, sino en prejuicios de tipo religioso que no deberían de tener cabida en la legislación civil. El artículo del Times describe el fracaso de los testigos presentados en contra del matrimonio homosexual en el juicio actual contra la famosa "Proposition 8" que anuló los derechos conseguidos en California. Los testigos reconocieron que los homosexuales están discriminados y, aún más significativo, que el matrimonio héterosexual no está en modo alguno amenazado por el hecho de que se casen dos personas del mismo sexo. Sentido común negado por el fanatismo religioso.

Resulta indignante que allí donde pueden las iglesias sean los mayores obstáculos para que muchas personas puedan llevar una vida normal, sin miedos y con los mismos derechos que los demás, pero ya se sabe que se puede pretextar amor cuando lo que se difunde es odio... con el único fin de conservar el mayor poder posible sobre la sociedad.

lunes, 5 de abril de 2010

Excusas que acusan


La actual tormenta de los abusos pedófilos o "efebófilos" de eclesiásticos está poniendo de manifiesto que la iglesia, que tanto habla de la moral de los demás, es una institución bastante poco ética. Es cierto que no se puede pensar que la mayoría de los sacerdotes es abusadora, pero de lo que se acusa al Vaticano y a los jerarcas que de él dependen no es de abuso, sino de haberlo ocultado sistemáticamente, de haber puesto a más menores en peligro y de no considerar la angustia de las víctimas.

Los medios reaccionarios están llenos de excusas mil veces repetidas: se trata de una campaña anticristiana (promovida por una conspiración (judeo)masónica, según César Vidal), no hay tantos abusados, la culpa es de la revolución sexual, etc. Razones todas tan endebles y tan evidentemente traídas por los pelos que apenas si necesitan comentario.

Más aún, en la operación de camuflaje a que ahora se dedican los poderosos medios proeclesiásticos en todo el mundo, es posible utilizar la situación para desempeñar el papel de víctima, barrer para adentro y seguir arrogándose la superioridad moral lanzando acusaciones sin fundamento, como la de que en el fondo los culpables son los homosexuales, que son todos pedófilos y que se han infiltrado en la iglesia para sus perversos fines. No otra cosa vino a decir Bill Donohue, presidente de una importante asociación católica estadounidense y figura mediática de frecuente aparición en Fox News y otras tribunas ultraconservadoras.

Semejantes sofismas tampoco requieren más contestación que el desprecio. Para la iglesia es más importante que para ninguna otra institución la credibilidad y estas excusas más bien la acusan.

sábado, 6 de marzo de 2010

La Caridad


Según me enseñaron en el colegio católico, al tiempo que me aterrorizaban hasta la pesadilla, la caridad era la gran virtud cristiana, la mejor y la que subsumía todas las demás.

Yo sabía entonces lo bastante poco de historia como para creerme que la iglesia y sus jerarcas practicaban siempre la caridad, y que ésta consistía, sobre todo, en dar limosna a los pobres y cuidar de enfermos. Estudios y experiencia posteriores me hicieron mucho más escéptico, pero un último hecho tira por la borda cualquier resto de respeto que yo pudiera tener hacia la benevolencia de la institución.

En Washington, capital de Estados Unidos, el parlamento del Distrito de Columbia (distrito federal) ha aprobado extender el matrimonio a todas las parejas, sean éstas de diferente o del mismo sexo. Dado que la jerarquía considera esto una aberración, aunque se trate de una ley civil y no se discuta su dogma, ha tomado medidas al respecto:

A partir de ahora los cónyuges de todos los empleados civiles que trabajan para la iglesia (más de 800) no estarán incluidos en los seguros colectivos de enfermedad y otros que se ofrecen como “benefits” a los mismos.

En los Estados Unidos, todavía sin un seguro general de enfermedad, esto es una medida grave, puesto que pagar un seguro privado es difícil o imposible para la mayoría, con lo que de hecho se condena a mucha gente a no tener cobertura sanitaria (la más importante) alguna.

¡Qué bien! Así ningún malvado jardinero, contable o friegasuelos podrá dar ventajas a su inmoral pareja… en el caso de que sea del mismo sexo, porque como están incluidas todas, para no aparecer como los fanáticos que son, también se quedan sin cobertura las de sexo diferente y casadas por la iglesia.

Caridad pura.

domingo, 27 de diciembre de 2009

La familia no peligra, los privilegios sí


Con un cierto retraso, como es habitual, nos está llegando al sur de Europa el eco de lo que en los Estados Unidos se viene denominando “Culture Wars”, pero que aquí deberíamos tildar más castizamente de “Reacción” sin paliativos, puesto que no se trata de otra cosa cuando se convoca a los convencidos a una manifestación multitudinaria tras otra cuyo sentido es político, antidemocrático y antihistórico aunque se disfrace de religioso.

El pretexto es la “defensa de la familia”, supuestamente amenazada por leyes como las del divorcio, las de extensión de derechos civiles a los homosexuales, el aborto o la asignatura de Educación para la ciudadanía.

No tiene lógica alguna que se culpe a determinadas leyes de efectos deletéreos cuando no tienen relación alguna con el objeto de que se trata: a nadie se le obliga a divorciarse o a abortar, son simples posibilidades electivas y la regulacón de las mismas suele ir muy por detrás de la realidad social en todos los casos. Sensu contrario, no es mínimamente creíble que un divorcio más difícil fuera a mejorar las relaciones matrimoniales, ni que la prohibición del aborto consiguiera otra cosa que enviarlo a un siniestro mercado negro. En ningún caso la desaparición de estas leyes serviría para hacer parejas sólidas, aumentar la natalidad o convencer a los homosexuales de que lo son por gusto y de que deben acudir a “terapias” de conversión.

Los mensajes catastrofistas que se lanzan en estas ocasiones parten del dogma, no de la razón: la “familia” a la que se hace referencia no es más que una abstracción teórica, imaginada como el grupo familiar predominante entre las clases medias de los años 50 y 60, descrito con colores favorecedores, sin las tensiones, los problemas y las hipocresías que han disuelto más tarde muchos de ellos. ¿Hay que decir que sólo se hace referencia a una familia católica (o cristiana integrista) idealizada?
La realidad es otra: hay muchos tipos de familia porque ha desaparecido la antigua rígida división de papeles, el sometimiento de la mujer y muchos de los prejuicios que rodeaban al sexo, la maternidad puede elegirse y regularse, no hay diferencia entre hijos legítimos e ilegítimos y el matrimonio es una opción no obligatoria para la respetabilidad social. Es decir, que son las leyes las que se acomodan a una realidad, no las que la producen.

El repunte de la maternidad en los países escandinavos, en los que no se casa más del 50% de la población y en los que leyes similares están vigentes hace mucho tiempo, desmiente las predicciones negativas. Un buen sistema de guarderías públicas y horarios laborales más racionales son mucho más decisivos para la felicidad familiar que el restablecimiento de prohibiciones basadas en anacrónicos modelos teóricos.
Hace mucho tiempo que la cúpula de la iglesia católica vive de espaldas a una realidad que se le escapa, de aquí que, como poder fáctico que sigue siendo, intente hacer presión reuniendo multitudes donde puede… que no es en Estocolmo, por ejemplo, pero no olvidemos que una plaza llena no es una mayoría electoral, sino una minoría, aunque esté compuesta por mucha gente. No olvidemos tampoco que los católicos practicantes que van quedando son en una elevada proporción cada vez más afines al Opus Dei, los Kikos, los Legionarios de Cristo, etc., es decir, cada vez más integristas.

Los obispos, que no se sienten nada a gusto con la democracia, no defienden a las familias reales sólo a sí mismos con sus privilegios.

miércoles, 1 de abril de 2009

Agitprop antigay


La Iglesia Católica no deja de tener que hacer frente a escándalos sexuales, es decir, a claros casos de abusos generalmente con menores, aunque hay también casos con adultos. Dada la imposibilidad de ocultarlo, que era lo que se podía hacer en el pasado, al Vaticano se le ha ocurrido ahora la no-solución perfecta: prohibir que los homosexuales puedan ser sacerdotes.

Esta no-solución tiende a desviar el problema y conseguir alguna ventaja. Para empezar parece que la iglesia hace algo en asunto tan delicado, aunque sea dudoso y a largo plazo, en segundo lugar la idea implica que todos los que abusan de menores son homosexuales, ergo, la homosexualidad es una desviación, es equiparable a la pedofilia y, naturalmente es incompatible con el ministerio sagrado. Hay incluso algunas diócesis, como la de Melbourne en Australia, que quieren poner en vigor un sistema para "filtrar" homosexuales y adaptarse así a la nueva norma.

El Vaticano pretende culpar a los homosexuales de los abusos del cleroPero no nos engañemos, la no-solución vaticana es sobre todo propagandística, una cortina de humo que trata de ocultar que la verdadera causa de los abusos reside en un celibato forzado elegido a edades tempranas y sin verdadera conciencia de sus efectos. La mayor parte de los abusadores pueden ser acusados de pedófilos, pero la abrumadora mayoría de los homosexuales ni son pedófilos ni se entregan a un imposible "proselitismo" para cambiar la orientación sexual de nadie -una fantasía heterosexual digna de análisis psicológico-

La realidad es que el abusador eclesiástico puede ser pedófilo y también -¿por qué no?- homosexual, pero creo que en muchos casos se comporta como el preso que se orienta hacia el único objeto sexual que tiene a su alcance, niños, sordos, discapacitados, novicios etc. Es la imposición de normas imposibles de cumplir lo que lleva a cometer violencia física o mental contra seres indefensos.

Por otra parte ¿cómo se puede "filtrar" a los homosexuales? ¿por el aspecto? ¿por la pluma? ¿por lo que se excitan al ver fotos de Beckham? Supongo que más de un investigador se sentirá interesado por los métodos a emplear y sus resultados prácticos. Pero tampoco hay que creerse que esto es serio, lo más seguro es que los "filtradores" sean de la catadura científica de Aquilino Polaino, Joseph Nicolosi y otros "curadores" de gays.

Mientras tanto no olvidemos que se sigue lanzando el mensaje "los gays son malos, pedófilos y abusadores".

martes, 10 de febrero de 2009

Integrismo


En nuestros días se da la aparente paradoja de que mientras la Iglesia Católica pierde fieles e influencia sus dirigentes y muchos de sus creyentes se vuelven más agresivos e intolerantes. Digo aparente porque el creciente integrismo de la jerarquía es una consecuencia de la indiferencia religiosa de una gran parte de la sociedad. La Iglesia es ahora consciente de su pérdida de influencia y su reflejo es retirarse a posiciones tradicionales, sostenidas por el pequeño número de incondicionales, en vez de adaptarse a la rápida evolución de la ciencia y las sociedades democráticas.

Contra integrismo laicismoEsta actitud está alcanzando tales límites que los no creyentes y los católicos menos integristas no pueden quedarse callados o pensar que a ellos no les afecta. Como demuestran el caso de Eluana Englaro en Italia, o los ataques a los derechos de las personas LGTB en España y en muchos otros estados, la jerarquía católica participa activamente en política como un grupo de presión no reconocido, con el fin de imponer a toda la sociedad sus normas morales, es decir traducir el catecismo católico en leyes civiles, como era el caso en tiempos predemocráticos.

Es posible que subjetivamente los obispos piensen que la negativa de gobiernos y parlamentos a seguir sus indicaciones es una “persecución”, pero es la sociedad civil la que es objetivamente acosada por una minoría que pretende imponerle normas medievales sin pararse en los medios para conseguirlo.

Más que discutir con la Iglesia sobre sus dogmas, que son sólo problema suyo, hay que luchar porque lo religioso no invada ni se mezcle nunca con lo civil. La ley es producto de la voluntad de la mayoría en los estados democráticos y no puede someterse en ningún caso al criterio moral de un grupo de presión, por muy tradicional que éste sea, especialmente cuando se respeta el derecho de las minorías a no valerse de la ley si la consideran contraria a sus creencias.

Como la experiencia demuestra, tratar con la iglesia de estos temas es inútil, porque parte de presupuestos de un absolutismo y de una insolencia antidemocrática tales que impiden cualquier acuerdo. No creo que al resto nos quede más opción que la oposición frontal al deseo de predominio eclesiástico y a luchar porque efectivamente los eclesiásticos se queden en sus templos y sacristías, además de predicar lo que les parezca bien, es decir, al “laicismo”, horrible vocablo para vaticanistas, clericales y demás. Yo personalmente añadiría el adjetivo “radical”, especialmente cuando nuestro colectivo está en el punto de mira de todos los fanáticos para ser objeto de represión en caso de ganar la suficiente influencia.

domingo, 6 de enero de 2008

Respeto

He esperado unos días para digerir el alcance de la última concentración/manifestación de los católicos españoles el día 30 de diciembre de 2007 en Madrid, pero el tiempo no me ayuda a verla más que de un modo: se trató de un mitin político en perfecta connivencia con el PP, al que se apoyaba en pre-campaña, y con el Vaticano, desde el que estas tácticas de agitprop se apoyan sin reservas.
Español y católico no son afortunadamente sinónimos desde hace mucho más tiempo del que esta iglesia piensa, pero la progresiva desvinculación e indiferencia de la mayor parte de la población por esta institución irrita a una jerarquía cuyos privilegios y poder no se corresponden ni con su arraigo actual ni con la evolución politico-social de España.
Esta iglesia, como otras, pide respeto para todas sus afirmaciones, pero iguala respeto a ausencia de crítica, además de demostrar una falta total del mismo para ideas u opciones diferentes o contrarias. No hay más que escuchar los diarios insultos y descalificaciones de la COPE para apreciar el respeto que se gastan con los demás.
Es difícil respetar a alguien que pretende imponer como ley preceptos religiosos, universalizar sus creencias como “ley natural” e influir en la gobernación sin haber sido democráticamente refrendado.
Frente a una iglesia politizada debe haber respuestas políticas contundentesLas vacilaciones y temores del PSOE ante semejante agresividad son de difícil comprensión. Muchos españoles desearían una ruptura definitiva y total con lo que es hoy una minoría, por muy vociferante que aparezca, y estos ciudadanos son votantes permanentemente frustrados por una situación que tiende a eternizarse y a dejar a cualquier gobierno a merced del chantaje, la agitación y el apoyo a adversarios políticos hipócritas, cuyo agnosticismo no les impide desfilar detrás de imágenes, acusar de asesinato a médicos o apoyar a grupos antiabortistas, a sabiendas de que son “sólo” las personas de menos recursos las que no podrán interrumpir un embarazo con la ley actual o con alguna peor.
Claro que, como dijo el Sr. Argüello, todos los matrimonios deberían tener 12 o 13 hijos, mágica solución para solucionar los problemas éticos y económicos del mundo. Inteligente afirmación que va de la mano con la de que “el laicismo disuelve la democracia” del extremista García Gasco. El primero no debe haber leído nada sobre recursos naturales, cambio climático y otras naderías de enciclopedistas volterianos, el segundo debería ir al diccionario para enterarse del significado de ambos términos.
La idea de que con los impuestos de todos se financia semejante ideología es bastante para ponerse de mal humor.

lunes, 14 de mayo de 2007

Obsesión


Coincidiendo con la visita de Benedicto XVI a Brasil, se ha vuelto a convocar en Roma una de esas supermultitudinarias y superorganizadas manifestaciones que tanto les gusta convocar a quienes pierden elecciones. ¿El pretexto? LA DEFENSA DE LA FAMILIA, directamente amenazada por la timidísima ley de parejas de hecho propuesta por el gobierno de Romano Prodi, político tímido e ineficaz como pocos y católico muy practicante.

En esto de barrer para adentro siempre hay maestros en relacionar el culo con las témporas y la velocidad con el tocino. Que yo sepa, la familia sigue existiendo en todos aquellos lugares en los que existen leyes parecidas y mucho más avanzadas.

El problema es, claro, que esta ley permite adquirir ciertos derechos (pocos) a parejas del mismo sexo, que así no tienen que recurrir a un largo y costoso peregrinar por notarios y abogados para que, simplemente, se le deje a uno visitar al otro en el hospital, por ejemplo, sin incurrir en las iras y prohibiciones de alguna monja recalcitrante, de las que tanto abundan en Italia.

Reconocer a los gays como seres humanos normales con los mismos sentimientos no entra en los proyectos del Vaticano: uno debe reconocerse como desviado, hacer penitencia y/o someterse a descargas eléctricas de las que recomienda D. Aquilino Polaino para ser "normal", lo que según parece incluye una mente retorcida y excluye cualquier clase de comprensión.

En un mundo con tantos problemas y desafíos parece que el sexo, especialmente el homosexo, sigue siendo el único problema de la religión que algunos consideran única verdadera y de otras similares, lo que resultaría ridículo, si no siguiera causando la infelicidad de tantos que no comulgan con estas ideas.