miércoles, 27 de mayo de 2009

En apoyo del matrimonio gay en California

Pese a los recientes avances en esta materia en algunos de los Estados Unidos, el que los grupos reaccionarios hayan conseguido mantener la desigualdad de derechos en California, el estado más poblado y uno de los más ricos, es algo a combatir con todas nuestras fuerzas. No olvidemos la proyección cultural que tienen los Estados Unidos en el mundo, especialmente a partir de Hollywood, California.

jueves, 21 de mayo de 2009

El caso irlandés


La publicación de un documento, fruto de una larga investigación sobre los abusos de todo género cometidos con miles de niños en centros católicos de Irlanda desde los años 30 a los 90 del siglo pasado, pone de nuevo sobre la mesa la crueldad, la arrogancia, la falta de humanidad y la nula espiritualidad de un clero que ha entendido la religión como una serie de abstractos mandamientos codificados, prácticas huecas y juegos de poder e influencia. Sorprende por lo mismo que una organización semejante se considere en posesión de la superioridad moral e intente imponerla a toda la sociedad, incluyendo a los que no creen ni en sus dogmas ni en su función social.
No hay superiores moralesA los que en nuestros tiempos nacional-católicos nos tocó padecer la “educación” clerical no nos sorprende nada lo que ahora se cuenta. Salvando las distancias entre los pobres niños huérfanos sin protección alguna y los burguesitos que sí la teníamos, recuerdo mi estancia en un determinado colegio de Madrid como una serie de años de condicionamiento mental brutal, piedad obligada, abuso psicológico, castigos arbitrarios y palizas. Los castigos físicos no eran sin duda tan terribles como los que se describen en el documento irlandés, porque más de un padre podía haberse enfadado bastante, pero las tortas, los capones, los tirones de pelo y de orejas eran habituales. Los tormentos lentos y sutiles podían ser peores, recuerdo en particular que los que llegaban tarde a la misa obligatoria con la que empezaba el día a las 8:30, tenían que quedarse de rodillas sobre el helado marmol del suelo hasta que terminaba… con los pantalones cortos que todos llevábamos entonces. El frío subía hasta la cadera y te atenazaba el cuerpo.
Con alguna excepción honrosa ninguno de aquellos frailes tenía una cultura mediana, lo que los obligó a recurrir ya en mis tiempos a no pocos profesores laicos contratados, pero todos te metían el miedo en el cuerpo y te hacían sentir como un ser deleznable, pecador y condenado de antemano.
Como la brutalidad engendra más brutalidad, recuerdo también la extremada violencia física entre alumnos y los abusos de unos sobre otros, siempre sin control ni eco alguno entre aquellos “educadores”.
“Sentirlo mucho” no es bastante, especialmente cuando la iglesia, en la que tantos casos de malos tratos y pedofilia abundan, sigue fomentando la intolerancia y la discriminación contra mujeres, homosexuales y los que no creen en ella. Me parece que el tardío arrepentimiento es resultado más de impotencia que de verdadero pesar.

viernes, 1 de mayo de 2009

El fin que justifica los medios


En un comentario al vídeo que hice cuando el Vaticano no quería firmar la recomendación de la ONU para la despenalización universal de la homosexualidad, uno de los muchos fanáticos al uso me acusa de “intolerancia” por no respetar opiniones ajenas.

La ortografía y redacción del comentario no dejan lugar a dudas sobre la mucha falta que a este individuo le haría leer, aunque fuera propaganda, ni sobre la difusión de prejuicios a base de mentiras, exageraciones y deformaciones, con el único fin de descalificar.

Mentiras y propaganda antigayLas iglesias cristianas más reaccionarias están dedicadas a esta antievangélica labor con el fin de mantener un monopolio moral que imponga sus normas a toda la sociedad, aunque el fundamento de las mismas tenga poco que ver con la razón y la ciencia. Con un pretexto ético se utilizan métodos absolutamente inmorales en los que vale todo, por ejemplo:

La homosexualidad se identifica con pedofilia, irresponsabilidad social y sexual, enfermedades, infelicidad, vida corta, criminalidad y drogas.

Se habla de la homosexualidad como de una “opción” y se da por supuesto que se puede abandonar, o como de una “desviación” tratable y curable.

Para justificar todo lo anterior se citan estudios y estadísticas sesgados, deformados o falsos.

Se lanzan mensajes alarmistas sobre la corrupción infantil, el fin de la familia y la amenaza que pesa sobre el matrimonio.

Se aduce falta de libertad de expresión, acoso y persecución cuando se denuncian sus mentiras y se les acusa de homofobia.

Para los fundamentalistas de toda laya los derechos LGTB son un tema muy sensible, porque creen que pueden apoyarse en los difundidos prejuicios machistas para ganar una influencia social que pierden con rapidez.

No hagamos caso de lágrimas de cocodrilo y de frases tales como: “yo respeto a los gays, pero…” Son nuestros derechos humanos los que están en juego.