Mostrando entradas con la etiqueta Pensamiento reaccionario. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Pensamiento reaccionario. Mostrar todas las entradas

lunes, 27 de agosto de 2018

LLÉVENLOS AL PSIQUIATRA

Cuando uno está avergonzado, a veces no se sabe qué decir, de modo que se balbucean excusas mezcladas con lo primero que a uno se le ocurre distraer la atención de algún modo, pero a menudo se dicen tonterías no demasiado meditadas, llevado por el apuro de estar expuesto a la vergüenza.
Supongo que eso es lo que le ha pasado al Papa Francisco, después de la humillación sufrida en Irlanda, país antes tan católico y ahora tan crítico con el catolicismo romano, especialmente después del nuevo escándalo de Pennsylvania, porque no de otra forma se puede entender que haya recomendado a los padres que, si tienen hijos pequeños y detectan tendencias homosexuales, “harían bien en llevarlos al psiquiatra”.
Soy de los que cree que Francisco tiene sólo otra actitud más respetuosa con la diferencia, pero no un deseo auténtico de reformar teología y dogmas, que siguen siendo los mismos e impidiendo cualquier evolución positiva de su Iglesia, pero una tal recomendación no deja de ser un claro paso atrás incluso en la actitud, porque si considera que la homosexualidad es una enfermedad, va en contra de todo el consenso científico actual y, si lo que pretende es aconsejar alguna clase de “terapia de conversión”, esta proponiendo algo claramente inútil y nocivo.
Creo que es más lo primero que lo segundo, pero esto sólo demuestra la imposibilidad que tiene la Iglesia Romana de aceptar el sexo en general como algo positivo, con las consecuencias que se derivan para su esquizofrénico código moral, cada vez más separado de la sociedad, el conocimiento y el mero sentido común.
¿Quién debería ir al psiquiatra? No creo que los niños pequeños todavía inocentes, aunque tengan una orientación no concorde con el dogma oficial, pero sí muchos de los clérigos y jerarcas que siguen propalando doctrinas morales que sólo culpabilizan, excluyen y condenan por seguir los instintos más naturales, negando a sus víctimas la capacidad de amar y ser amados y condenando a sus ministros a la neurosis por privación, cuando no a la pedofilia por desesperación.
Entre moral imposible y machismo arraigado, la Iglesia Romana se queda hoy sin sacerdotes, sin fieles y sin prestigio en una decadencia imparable en sus antiguos territorios de base. Esto no siempre es bueno, como se ve por la conquista de América Latina por evángelicos fanáticos, pero podría revertirse en parte si se suprimiera el absurdo celibato y se abriera el camino a las mujeres en el sacerdocio.
También, y aunque suene a herejía, si se reconociera que el amor entre personas del mismo sexo no es “desordenado”, puede ser moral y va de acuerdo con la naturaleza, como demuestran la ciencia y el sentido común. Pero para esto lo primero es desmontar el castillo de prejuicios que convierten el placer físico en algo malo, menos cuando es reproductivo, negando la verdadera naturaleza humana, que no se hace mejor ni más elevada por la privación constante y absoluta, sino por la administración consecuente de lo que es un regalo más de la naturaleza (¿Dios?).

domingo, 31 de diciembre de 2017

EL SÍNDROME LAGERFELD-GABBANA

Ya he hablado en post anteriores del Sr. Lagerfeld y sus salidas de tono con respecto a los gais y su movimiento, también de los señores Dolce y Gabbana, de opiniones parecidas. ¿Como? se pregunta uno, ¿pueden hablar individuos claramente homosexuales contra otros que también lo son y se dedican a defender los derechos de todos?
La respuesta es que están aquejados de un curioso síndrome psicológico que merecería pasar a los manuales de la especialidad, así como a los de sociología. ¿En qué consiste el síndrome? Lo definimos en pocas palabras:
Homofobia interiorizada que hace ver la propia orientación sexual como privilegio y la de los demás como defecto que debe ocultarse o criticarse por demasiado visible, ordinario o no ajustable a los patrones sociales conservadores aprobados por la mayoría política y religiosa.
Este síndrome suele atacar a personajes como los que le dan nombre, es decir a homosexuales triunfadores, orgullosos, ricos y famosos que viven en su torre de marfil, muy lejos de las necesidades y preocupaciones del vulgo.
Para el Sr. Gabbana es irritante que lo etiqueten de gay, puesto que él es ante todo un hombre, como si no lo fueran todos los demás que también son etiquetados quieran o no. Para el Sr. Lagerfeld es igualmente irritante y ambos coinciden en denostar cualquier movimiento pro igualdad de derechos puesto que ellos ya los tienen y no necesitan más, porque su riqueza los aísla y los pone en una élite social en la que estas pequeñas diferencias carecen de interés.
Efecto secundario no menos importante del síndrome es la idea de que belleza, apariencia y estatus están por encima de cualquier otra consideración, lo que hace decir al Sr. Lagerfeld que el amor es más o menos una tontería para pobres, ya que él puede pagarse a los guapos que desee, mientras que la masa debe contentarse con la pornografía. No sé lo que piensa el Sr. Gabbana, pero rodeado como está de modelos de lujo, es lógico que pueda satisfacer sus necesidades sin las trabas que dan los sentimientos.
Lo más deletéreo del síndrome es que, por ser afirmaciones que provienen de homosexuales, cargan las armas de la reaccion (a la que ellos mismos pertenecen) con falsas razones que parecen más sólidas por venir de quien vienen.
Lo más irritante para los homosexuales mentalmente sanos es que estos personajillos se aprovechan de la normalización y la tolerancia conseguidas por otros para que su “defecto” no se vea como se hubiera visto hace unos pocos decenios, lo que sin duda beneficia sus negocios y su vida personal, sin las consecuencias que hubiera tenido en el pasado. Es decir, que el síndrome puede también reducirse a egoísmo extremo y clasista

domingo, 8 de octubre de 2017

IDENTIDADES

En estos tiempos confusos en los que muchas personas pierden puntos de referencia conocidos, hay quienes gustan de refugiarse en el nacionalismo, especialmente en el nacionalismo identitario y, cuando se critica esta actitud, se defienden con una sinrazón que parece razonable, pero que no lo es: “tenemos derecho a nuestra identidad”, para a continuación añadir que ésta está amenazada y que por ello deben hacerse independientes o expulsar a los que de alguna manera no son como ellos…. si no se adaptan absolutamente a los moldes identitarios predefinidos.
El problema ético y político es que confunden voluntariamente identidad individual e identidad colectiva y que encierran a la segunda en unos límites exactos y obligatorios. La identidad individual es hasta cierto punto electiva; no se es libre realmente para elegir dónde se nace, en qué familia y qué educación laica o religiosa se recibe. Tampoco se es realmente libre para elegir una orientación sexual, por ejemplo, pero origen étnico y lingüístico, genético y educativo se mezclan en cada individuo y éste puede optar por resaltar más unos aspectos que otros e identificarse más o menos con lo que le viene dado y lo que él mismo se construye a lo largo del tiempo.
En este sentido la identidad individual es libre y no es tampoco extraño que haya individuos que adopten varias identidades simultánea o sucesivamente. Familia y sociedad han tendido a imponer a todos modelos precisos con los que identificarse para ser aceptado, bien visto y adquirir buena reputación, pero los individuos siempre han sido y son variados y hasta bajo tiranías muy extremas han podido lucir identidades varias o refugiarse en ellas para no ser aplastados.
La identidad colectiva, en cambio, es más bien difusa cuando no es obligatoria y se ve como conjunto de características hasta cierto punto variables, pero si se eleva a doctrina y fetiche se transforma en una armadura artificial que no sólo intenta ahogar la identidad individual, sino acabar con cualquier posibilidad de elección personal. Las identidades colectivas obligatorias no son compatibles ni con la libertad ni con la democracia, aunque a veces se pretexten ambas para presuntas “liberaciones nacionales” que no son tales.
Toda tiranía se basa en estas identidades cerradas y predefinidas por los popes que las han creado y que se erigen en sus administradores, puede ser la “raza aria”, los “verdaderos finlandeses”, los “auténticos proletarios” o cualquier otra abstracción semejante que hace tabula rasa de la mezcla, la variedad y la opción individual. En algunos casos se subraya la raza, en otros la religión, en otros la lengua, generalmente se mezcla más de un elemento, pero siempre se ponen unos límites muy claros a lo que “no es” la identidad deseada, en todos los casos opuesta a uno o varios “enemigos” a los que también se identifica identitariamente por lo contrario: “no tienen nuestra religión”, “no son de nuestra raza”, “no hablan nuestra lengua”, al tiempo que la característica propia preferida, la lengua, por ejemplo, se eleva a la categoría de fetiche absoluto, símbolo sagrado y no discutible de la identidad obligatoria.
Las identidades colectivas convertidas en obligatorias son siempre exclusionarias y tienden a ser asesinas, no sólo de la libertad individual , sino del ser humano completo: un “puro musulmán” del ISIS no tendrá empacho en masacrar supuestos infieles apoyado en su pura identidad, aunque los asesinados sean tan musulmanes como él. No hay que fiarse ni un poco de los que no usan en principio policías y guillotinas, porque a lo mínimo que aspiran es a callar a todos los que no son como ellos y a lo máximo a la eliminación de los mismos tal vez geográfica, echándolos del territorio sagrado, tal vez física mediante métodos más drásticos.
Otra característica del identitarismo colectivista es que nunca ha estado ni estará abierto al diálogo, puesto que una fe dogmática no puede aceptar la herejía. Puede ponerse como ejemplo histórico la conferencia de Munich en 1938, en la que Hitler se burló de las democracias occidentales y ganó tiempo para la agresión un año más tarde. A estos señores hay que enfrentarlos constantemente a sus mentiras, exageraciones y tergiversaciones con datos, oponerse a ellos con la misma fuerza que ellos emplean y, si acceden a sentarse a una mesa, será con las condiciones del interlocutor, porque cualquier concesión será interpretada como debilidad ajena y victoria propia, un peldaño más en la consecución del infernal paraíso al que aspiran.

miércoles, 23 de agosto de 2017

LOS VALORES DE LA RESERVA

Todos sabemos que cuando sucede una tragedia inmediatamente saltan los que se quieren aprovechar de ella para darse la razón, jalearse mutuamente y aportar un granito de arena a su programa. Un ataque terrorista como el de Barcelona, que no es el primero ni será el último, merece sin duda ser analizado en sus causas y objetivos, pero hay que soportar que ex ministros, párrocos y otros seres indefinidos, pero no precisamente santos, salgan a la palestra a simplificar burdamente el problema y echar las culpas a quien no las tiene.
Coinciden sus toscos pronunciamientos con los de los obispos católicos australianos, en un momento en que se avanza mal que bien hacia el matrimonio igualitario en nuestros antípodas y resurgen los viejos y manidos tópicos utilizados en contra.
Se trata de descalificar el progreso social, la extensión de derechos  y la diversidad en general, siempre tabú para los inmovilistas, presentando una imagen negativa de las sociedades libres y adoptando una visión “moralista” de la historia, que simplifica hechos complejos y los sustituye con explicaciones facilonas del estilo “el Imperio Romano decayó por la degeneración de las costumbres”. Deducción que ataca lo que dice defender, puesto que en teoría la moral romana había mejorado mucho desde que el Imperio se hizo cristianísimo a partir del siglo IV.
Las dictaduras del siglo XX en Alemania, Italia y España hicieron mucho énfasis en una “regeneración moral” para defender valores supuestamente eternos, que no les impidió cometer crímenes horribles y excusar una considerable corrupción dentro de sí mismas. Diferentes traducciones de la “reserva espiritual de occidente”, versión española, se vendieron en la Francia de Vichy (Travail, Famille, Patrie) y en otros muchos lugares para amparar y fomentar el conservadurismo social más estrecho, que incluía sexismo, clasismo, racismo, antisemitismo y machismo, y no incluyo la homofobia en la lista porque se deriva de lo anterior y a aquellos señores ni les hubiera entrado en la cabeza el concepto.
Es relativamente fácil atacar una sociedad libre y al amparo de la libertad es también fácil criticarla y denostarla como débil, enferma o degenerada, pero el ideal que se esgrime es siempre tramposo, falso y estereotipado, porque la sociedad de hace cincuenta años era más injusta, más desigual, menos libre y muchísimo más hipócrita. Es sencillo y siempre interesado presentar una postal coloreada a gusto del que la blande, para concluir que el feminismo y los  derechos LGTBI, entre otras cosas, han “debilitado” Europa, y que ésta es una de las causas de los ataques de los yihadistas, sin citar la desunión política, los problemas económicos, los militares y un largo etcétera.
La libertad siempre molesta a los fanáticos, pero es paradójicamente una de las fortalezas de las sociedades avanzadas; basta observar el número de los que querrían vivir en Europa o en los Estados Unidos, incluso con Trump, y los contados individuos que desearían emigrar a Arabia Saudita o a Cuba, por poner dos ejemplos.
Las sociedades no son más débiles por dar mayores derechos a los que las componen, al revés de lo que les gustaría a los autoritarios se hacen infinitamente más humanas y mucho más atractivas.  

jueves, 17 de agosto de 2017

TURISMOFOBIA Y NACIONALISMO

Si alguien tuviera alguna duda sobre la naturaleza intrínsecamente reaccionaria del nacionalismo identitario, las violentas acciones de sus más estultos representantes contra autobuses y visitantes deberían descorrer el último velo de sus ojos, si no se es tan sectario y fanático como ellos. Es normal plantearse qué modelo turístico se busca y cómo limitar los efectos secundarios indeseados en algunos lugares concretos, pero no lo es clamar por limitaciones sin plan alguno o emprender acciones violentas contra cosas y personas.
No nos engañemos, los pretextos ecologistas y populistas que se blanden son en gran parte incoherentes y contradictorios, porque la verdadera razón del dislate es nuevamente el nacionalismo en su peor encarnación, es decir, el nacionalismo identitario. Lo demuestran los grupos que a los ataques se dedican, punta de lanza de los solemnes popes de la clerecía nacionalista, reencarnación de los clérigos carlistas justamente en las mismas regiones (como bien decía un inteligente artículo de Víctor Lapuente en El País del 15/8/17).
Igual que los retrógrados del siglo XIX, que deseaban volver a los fueros medievales con la monarquía absoluta, los nacionalistas actuales, pero no modernos, han creado una fantasía más pseudomedieval que la de “Juego de tronos” en la que sus regiones están purificadas de elementos alógenos: una sola lengua, una sola bandera, un solo folclore obligatorio y unos mitos propios exclusivos y excluyentes. En este esquema, inmigración, turismo, cosmopolitismo e internacionalismo son conceptos molestos cuando no claramente subversivos.
El turismo trae dinero, pero también muchos trabajadores “forasteros” indeseados por no pertenecer a la que se quiere definir como etnia aparte, obliga a adaptarse, a contemporizar y a encontrarse con muchas personas a las que la clerecía nacionalista detesta, abre puertas, enfín y esto molesta a los que las quieren cerrar para dejar dentro a su grey soñada, pura, incontaminada y participante al 100% de su credo nacionalista.
Carlos Espinosa de los Monteros lo deja claro en El País de hoy: sólo 50 días al año en media docena de sitios concretos sufren los peores efectos de la masificación, lo que desde luego no es bastante para empezar a pensar en reducciones drásticas y soluciones más o menos arbitrarias, pero esto tampoco importa a muchos nacionalistas que han hecho método del cuanto peor mejor. Todo tiene que estar mal para que se predique el evangelio independentista, de modo que, si algo funciona, hay que cargárselo, dar sensación de caos y desastre.
El turismo no es un problema sino una indudable fuente de riqueza que, como todas, tiene que ser sometida a regulación, pero resulta cada vez más molesto para los que quisieran restaurar su brillante pasado étnico-racial-lingüístico que nunca existió y que nunca existirá en un mundo cada vez más mestizo… afortunadamente.

martes, 18 de julio de 2017

LIBERTAD Y CORRECCIÓN

Según se han ido consiguiendo derechos para las personas LGTB+ y según estos derechos han encontrado progresivamente mayor apoyo, los eternos reaccionarios han cambiado de táctica para oponerse. Como saben que ya no es posible atacarlos directamente, intentan dejarlos sin contenido con un pretexto que suena muy bien: la libertad.
Precisamente en España en estos días, las iglesias evangélicas, a imitación de sus casas madres norteamericanas, intentan ganar aliados para su oposición a las leyes antidiscriminación existentes y a las que puedan venir, con el argumento de que las disposiciones legales afectan a su libertad religiosa y de expresión. Sus razones son, por supuesto, especiosas, ya que ninguna ley ataca creencias y comunidades religiosas ni les obliga a aceptar lo que no creen o consideran moral.
Su problema reside en que por definición estas iglesias se basan en doctrinas cerradas y no discutibles y que, por lo mismo, cualquier fisura informativa que pueda hacer dudar a sus fieles es rechazada con temor. Dado que las leyes reconocen la diversidad sexual y que animan u obligan a que se informe sobre la misma, desde un punto de vista científico y neutral, consideran un ataque a su “libertad” que niños y adultos aprendan que el mundo no es tan binario y que la sexualidad es multiforme, pero lo que en realidad hacen es suprimir la libertad de sus fieles, especialmente los menores, para que piensen por sí mismos.
Las leyes no atacan su libertad de seguir enseñando que la homosexualidad es inmoral o pecaminosa, pero sí la de describir a los diversos como seres demoníacos y malvados a los que odiar, perseguir o eliminar. Y aquí es donde entramos en una frontera algo turbia entre lo que es libertad de expresión e incitación al odio y, desde luego, no en todos los casos podremos distinguir exactamente. Las creencias dogmáticas no han sido nunca amigas de la libertad de expresión real para los que contrarían sus doctrinas, pero ahora la desean para seguir imponiéndolas.
El reverso de la medalla es el convertir la corrección política y del lenguaje también en dogma y entender como ataque cualquier afirmación que no guste, como consecuencia que es de la libertad de expresión.
Los que defendemos la libertad tenemos que ser muy conscientes de que también hay que respetar la disidencia, siempre que ésta sea pacífica y suponga sólo diferencia y no violencia o incitación a la misma. Desde este punto de vista, uno puede detestar que algún párroco se suba al púlpito a denunciar la diversidad sexual como inaceptable, o que algún médico siga afirmando que la homosexualidad es una desviación curable, pero depende de cómo y con qué lenguaje no es posible prohibir o perseguir judicialmente tales manifestaciones.
Por supuesto que si un padre quiere obligar a su hijo gay a sufrir una “terapia de conversión” y la ley se lo prohibe, no estamos atacando la libertad del padre, sino defendiendo la del hijo, pero no podemos impedir que alguien siga escribiendo que estas falsas terapias funcionan, para eso están los profesionales que se lo rebatirán con pruebas.
La libertad es una planta delicada y sufre tanto por interpretaciones que la pervierten como por un exceso de corrección que la ahoga. Cuidémosla.

jueves, 16 de febrero de 2017

NOT CRAZY BUT....

I worry when people dismiss the shenanigans of politicians saying they are silly. crazy or the like. I’ve heard similar things about evil figures of the past like Hitler or Stalin, and it’s really to worry that people don’t realize that the so called “insane” people of the present can be just as damaging as those butchers were in the past.
President Trump is often described as crazy in the media, when they don’t have or they don’t dare to use the right adjectives for his actions, but it’s easier to pretext insanity when you should write populist, non democratic, racist, male chauvinist, and other terms which have been considered derogatory or plainly insulting until now. Crazy is better than ultra-conservative, but Mr. Trump is trying to implement the radical policies of the Republican Party, or better, the policies of the most extreme section of the same, and that’s far from insanity. He and his cronies have a clear purpose, they are pursuing all their goals and they will go on as far as they are allowed to.
Some crazy people harm others because they are delusional and misinterpret reality, but most psychiatric patients only harm themselves and hardly ever arrive to positions of power. When somebody like Mr. Trump is in the White House is because he has cleverly striven to be there, helped by a considerable group of people like him, and elected by millions of voters who are not always as stupid as the other believe; many Trump voters are just as racist, white male supremacist and conservative as he is, even worse, and they have elected him to do exactly what he is doing.
Ignorance in the case of presidents is a combination of arrogance and irresponsibility, certainly not craziness: they don’t want to take advice from the experts who fill universities and think tanks, and act according to their close flatterers or supporters. They cannot excuse their political misconduct claiming ignorance, because in most cases they knew too well the consequences or possible dangers of their decisions.
Trump is not crazy, he’s a vulgar populist politician fighting for his and his cronies own benefit, and just like other figures of the past he has managed to convince a few millions of disgruntled voters to believe he is their savior. Unfortunately they will take a long time to realize he’s just the opposite.

viernes, 20 de enero de 2017

ESQUIZOFRENIA

Hay personas, especialmente personas públicas, que no deberían abrir la boca para no hacer el ridículo, pero callarse es muy difícil y, por otra parte, sirve para que finalmente no nos den gato por liebre y sepamos cómo piensan realmente, o cómo no piensan, ya que muchas opiniones de figuras mediáticas demuestran vacío mental, ignorancia supina o neurosis en diferentes grados.
No quiero hablar aquí del ya presidente Trump, ejemplo insigne de todo lo anterior, sino de Stefano Gabbana, mitad de la famosa marca con su ex-amante Dolce, diseñadores ambos de prendas carísimas para profesionales del lucimiento de etiquetas y aficionados también ambos a los jóvenes y bellos modelos que lucen las masculinas.
Parece ser que ante las espantadas de modistos varios, enfrentados a la horrible perspectiva de vestir a la señora presidenta, esposa del hortera Trump, el señor Gabbana dijo que él la vestiría con mucho gusto, lo que levantó ciertas susceptibilidades en algún individuo con conciencia política que se apresuró a afear al diseñador exquisito su falta de compañerismo y empatía con sus congéneres homosexuales al fraternizar con una pareja tan claramente homófoba, y es aquí donde el señor Gabbana dijo lo que pensaba:
-¡No me gusta que me llamen gay!… ¡Yo soy un hombre!
Si hubiera dicho que lo hacía por dinero, fama o simplemente porque es su negocio, nadie se hubiera fijado mucho en algo tan normal, aunque algunos hubiéramos torcido un poco el gesto, pero la brillante frase pronunciada nos indica hasta qué punto el señor Gabbana está necesitado de tratamiento y reeducación.
Efectivamente es un hombre, nadie lo duda, y justo por eso es gay, porque le gustan otros hombres (o chicos) como él. Si fuera mujer o heterosexual nadie lo llamaría gay, pero este sujeto pertenece a esa clase de mariquitas esquizofrénicas que se indignan cuando las etiquetan tan correctamente como él hace con sus prendas: ¡gay yo! ¡De ninguna manera, a mi sólo me gustan los hombres!
Tal vez quiera decir, como el también exquisito Lagerfeld, que a él no se le puede comparar con los gais del montón, porque él habita en el Olimpo de los millonarios, pero ¡ay! la etiqueta de gay, como la de ser humano, es aplicable a toda la especie y, además, llueve sobre mojado, puesto que conjuntamente con su socio estuvo de acuerdo no hace mucho en que los gais no deben adoptar niños, ya que crecer sin los espaguetis de una mamma como es debido y un padre bien macho es seguro de infelicidad.
El señor Gabbana es escasamente original por arcaico, al repetir el viejo esquema hipócrita aún tan vigente en Italia y tan del gusto de los conservadores en todas partes: "la homosexualidad existe ¡ay qué desgracia!… pero hagamos como si no existiera, no hablemos de ella, no la nombremos…. porque en realidad nadie es homosexual, sólo hay personas con gustos peculiares que se practican en secreto ¿que esto causa infelicidad y problemas?… Sí, pero sólo a los pobres, los ricos y famosos tienen valedores y dinero y, más importante aún, no pueden ser etiquetados."

lunes, 8 de agosto de 2016

NO BASTA CON ESO

Todavía hay personas que se creen o se fingen muy morales y ecuánimes porque no se califican a sí mismos de homófobos o racistas o misóginos, o de cualquier otra cosa hoy repudiada socialmente. “Yo nunca he perseguido… nunca he odiado… esas personas son como todas… pero…” Siempre hay un pero, y ahí está el problema.
El problema que estos señores se niegan a entender que esas personas no son como todas exactamente porque pertenecen a minorías que han sido y aún son objeto de desprecio, segregación, discriminación y otras cosas poco agradables que tal vez el sujeto que protesta no haga, pero que muchos otros sí hacen y que, por lo mismo, necesitan ayudas, estímulos y reconocimientos que los demás no necesitan, simplemente para llegar a una igualdad real, porque la legal puede estar en la letra de la ley, pero no siempre se cumple en la práctica.
Lo de negarse a entender es, por supuesto, un eufemismo, porque las personas que así hablan y que acusan a las minorías que sean, en este caso a las LGTB de exigir “derechos especiales”, se mueven por ideologías muy concretas.
Viene esto a cuento del enfado del alcalde de Alcorcón, que le ha llevado a demandar a Arcópoli, por haber esta asociación promovido la reprobación del alcalde por el consistorio, en el que el alcalde (PP) no tiene la mayoría, por su postura anti-LGTB. El alcalde se ha revuelto “indignado” porque él nunca ha estado en contra de los homosexuales, es decir, que ni los persigue ni los odia… y yo le creo... hasta cierto punto, porque su lenguaje en el artículo de respuesta al presidente de la FELGTB delata otra cosa.
Según él las personas LGTB no necesitan de leyes especiales porque todos los ciudadanos españoles están igualmente protegidos por la Constitución. Esta es una verdad de perogrullo, pero también las mujeres tienen en teoría los mismos derechos que los varones y, sin embargo, ni han alcanzado la igualdad real ni nadie se opone demasiado a leyes y reglamentos que tienden a limar las evidentes discriminaciones y diferencias que sufren. Los “ciudadanos” están aquejados por diferencias, prejuicios, desventajas y privilegios y una ley tan general como la Constitución no puede entrar en esto, que se deja para leyes especiales.
Las leyes especiales, como la adoptada recientemente en Madrid contra la LGTB-fobia, no suponen derechos especiales, sólo intentan que las personas en desventaja o minoría tengan los mismos derechos que los demás y… esto es muy significativo: el sr. alcalde de Alcorcón se ausentó de la votación de esta ley, aprobada también por su partido. Una forma muy clara de decir que no estaba de acuerdo.
Pero donde el plumero se le ve de forma inequívoca en al decir que se le ataca en base a la “ideología de género”, concepto desarrollado en cenáculos vaticanistas para encuadrar todo lo que no se ajusta al dogma católico ortodoxo en lo referente al sexo. Ni biólogos ni sociólogos ni filósofos han desarrollado nunca tal ideología, expresada simplemente en la negativa dogmática a aceptar los avances científicos y los cambios sociales, de modo que quienes usann el concepto lo hacen desde posiciones ideológicas (éstas sí) muy claras.
El sr. alcalde fue también de los pocos que se negó a poner la bandera arcoiris en el balcón municipal durante los días del orgullo (seguro que tampoco estará de acuerdo con esta denominación), porque pretextó que hay muchas banderas e intereses distintos y no se pueden poner todas. La mayor parte de los ayuntamientos ponen lazos de diferente color, carteles y otras cosas en los días de la mujer, de la madre o del lucero del alba y también cada vez más la bandera arcoiris, de modo que, si no la pone, por algo será, pero ese algo no es la neutralidad.
Estar en contra de los derechos LGTB es una opción como otra cualquiera, incluso defendible en un país libre, aunque sea con argumentos especiosos, pero se nota bastante cuando se pretende disfrazar la propia postura con indignaciones postizas.

jueves, 7 de julio de 2016

DESNUDAS SÍ. DESNUDOS NO

Una concejala del Ayuntamiento de Badajoz encuentra que la foto de dos hombres semidesnudos tipo oso es repugnante, asquerosa, de mal gusto, etc., etc. Un señor de Texas, en compañía de otros machos como él se aprestan a jugar al golf, pero previamente desayunan juntos y se les ocurre abrir el periódico local, en el que se publica un reportaje sobre el matrimonio igualitario con…¡horror! una foto de dos chicos besándose. A los golfistas se les revuelve el estómago, el desayuno y el día se les estropean, y el señor de marras escribe una furiosa carta de protesta al periódico, porque…. ¡Hasta dónde vamos a llegar!… Por eso el articulista del Diario del Ferrol, afirmaba que estaba “hasta el culo”, del día del orgullo gay, pretexto para estos desmanes que atacan la sensibilidad de la concejala, estropean el desayuno de texanos y hartan a columnistas muy dignos.
Estos aspavientos escritos son muestra de que la igualdad real todavía está lejos y que una considerable minoría sigue anclada en una visión del mundo sexista, en blanco y negro y bien heteronormativa, porque a ninguno de ellos se le atraganta la comida cuando ven un día sí y otro también a las innumerables mujeres ligeras de ropa que anuncian automóviles, bolígrafos o directamente lencería. ¡Es que ellas son jóvenes, guapas, atractivas… de buen gusto!… Mientras que ellos…. Mayores, peludos, feos…
Hace muchos años que una señora conocida mía veía con agrado las películas de Brigitte Bardot, todas inocentísimas vistas hoy, y no le molestaba nada verla en paños menores, la encontraba “muy mona”, pero se escandalizó un día que vio a Emma Penella, ya madura, en los mismos paños menores en una película realista de Berlinga. ¡Qué ordinariez! ¡Mostrar los michelines! ¡Qué inmoralidad! Ni BB ni Emma Penella eran inmorales, pero el gusto estetico de la mujer resultaba afectado, tal vez porque se veía a sí misma caricaturizada en la pantalla.
Es seguro que los golfistas ni hubieran siquiera reparado en una foto de dos chicas jóvenes besándose y, si estaban semidesnudas, les hubiera parecido una foto tan estimulante que les hubiera favorecido la digestión, pero que les recuerden que dos hombres se pueden querer ¡eso nunca! Su machismo queda directamente afectado.
Dos osos de alguna edad y semidesnudos no sólo son la prueba de que hay hombres que se aman, sino que son activos sexualmente sin necesidad de ser jóvenes modelos, es decir, que además de pervertidos (para la señora y los golfistas) se lo pasan bien y les da igual no ajustarse a cánones de belleza sádicos. Que las chicas sean objetos está bien para la diversión masculina, pero un macho no puede aguantar ver a otro en ese papel, porque su orgullo también queda humillado.
El desnudo o semidesnudo, pues, no es el problema, sino los complejos que despierta en tantas personas que, además de reprimidas por una educación deformante, no se sientan a pensar y a digerir los cambios culturales y sociales.

lunes, 13 de junio de 2016

TODO POR UN BESO

El padre del asesino de Orlando siente mucho que su hijo haya cometido el grave error de asesinar a 50 personas, entre otras cosas porque, en sus propias palabras, hubiera sido mejor dejar a Dios el castigo de esos pecadores, pero en la historia de su hijo también está él y las excusas que ofrece son más un intento de salvaguardar su futuro que muestras de pesar verdadero por las víctimas.
Decir, como ha dicho que “esto no tiene nada que ver con la religión” es un torpe intento de negar la evidencia: no hace falta ser muy religioso para infectarse con prejuicios de raíz dogmática. Son más bien las personas que conocen mal su propia religión las que suelen quedarse con una versión casi caricaturesca de la misma y los que a veces compensan sus frustraciones con alguna barbaridad asesina como atajo al paraíso prometido.
La culpa la tuvo un beso, una demostración de afecto entre dos hombres que puso de los nervios a su hijo porque lo veían su ex-mujer (maltratada) y su hijo. A la primera seguramente le gustaría ver cualquier clase de afecto en la práctica y el segundo es un niño tan pequeño que ni vería ni comprendería.
La idea de que un simple beso puede ser el origen de la muerte de 50 personas, la simple idea de que esto se pueda presentar como excusa, es una prueba del odio, la irracionalidad y la criminal estulticia que subyace tras la repetición machacona de catecismos cuyo único fin es el de controlar la mente de individuos y sociedades mediante miedos, amenazas, prohibiciones y exclusiones.
Las razones inmediatas del crimen tienen más que ver seguramente con el descontento, la baja autoestima y el sentimiento de fracaso de un individuo mal adaptado que cree convertirse en héroe cuando es sólo un delincuente, pero ¿cuántas veces oiría hablar de la impureza, el pecado, el supuesto plan divino y los infieles? ¿Cuántas muestras de afecto ajeno pondrían de relieve la privación del propio?…. La religión y los prejuicios están detrás de sus actos, aunque no aparezcan inmediatamente vinculados.
Las armas de fuego matan, especialmente cuando se venden sin control como en los Estados Unidos, pero las palabras también lo hacen y más duraderamente, porque su efecto puede durar toda una vida, una vez que se han instilado cuidadosamente en las cabezas adecuadas. Lo que se propala desde campanarios y alminares puede oler a incienso, pero la mayor parte de los humos son tóxicos. 

sábado, 9 de abril de 2016

EL PLAN DE DIOS

El lenguaje y las formas pueden cambiar, pero el fondo no, y el fondo supone desprecio y etiquetas negativas, por mucho que se pretexte lo contrario. Las personas LGTB “no están en el plan de Dios”, como se dice en el último documento vaticano.
“Amoris Laetitia”, que así se llama el texto, está hecho con buenas intenciones, es decir, se aleja del tono inquisitorial normal de los decretos morales católicos, con el fin de acercarse, de no excluir totalmente a la gran mayoría post-católica a la que le es imposible cumplir las imposibles normas impregnadas de obsesión sexual que se hacen pasar como lógicas, racionales y “naturales”, cuando no son nada de esto.
La idea de que una persona, grupo o institución conoce perfectamente el “Plan de Dios” es ya de por sí bastante arrogante, por no decir completamente soberbia, pero también enteramente increíble, a la vista de los errores, conducta y delitos cometidos por las mismas personas que dicen conocer tan bien el famoso plan.
En realidad no hay mucho que objetar a que una iglesia publique escritos orientadores para sus fieles, siempre que no aspire, como la Católica hace, a detentar el monopolio moral de la sociedad, y que no mantenga, como también hace, posiciones anti-científicas, como la supuesta “antinaturalidad” de orientaciones e identidades inescapables para los individuos que las tienen y que, por lo mismo, están en el plan de algún dios, tal vez no el del Vaticano, pero sí en los de la naturaleza que les han dado origen.
No es fácil continuar como fiel en una iglesia que excluye a los que sienten que su cuerpo no corresponde a su mente, a los que aman de modo diverso y a los que pretenden gozar de los mismos derechos no estando incluidos en el “plan”. Es fácil alejarse y casi imposible volver, especialmente cuando se vive en sociedades libres en las que las diferencias han dejado de ser delito hace tiempo.
Aunque se exhorte al respeto y la comprensión, resultará bastante difícil que estos se practiquen por los que sienten y aman de modo ortodoxo, porque sabiéndose parte del “plan” tenderán a sentirse superiores y sentirán pena, desprecio o repugnancia por los desgraciados que excluidos por su naturaleza practican el amor de forma antinatural. De la repugnancia al odio sólo hay un paso y no todos son moderados y se contienen.
¿Pueden Dios y la naturaleza ser opuestos? Si se analizan los textos vaticanos, sí, aunque esto se niegue de formas más o menos sofisticadas, pero tampoco nos debe importar tanto a los no-fieles. Exhortemos a la comprensión de los creyentes en religiones varias, siempre que nos reservemos la facultad de criticar sus creencias y de negarnos a que se nos impongan directa o indirectamente.

viernes, 25 de marzo de 2016

LAS SINRAZONES EPISCOPALES CONTRA LA TRANSEXUALIDAD

La aprobación de la nueva Ley Integral de Transexualidad por la Asamblea de la Comunidad de Madrid ha sido bien recibida por los colectivos interesados, pero ha desatado las críticas habituales de algunos jerarcas católicos, los de siempre, que se empeñan en la negación de la evidencia y se repiten en la denigración constante de todo lo que excede su ramplona moral de manual, fundada en presupuestos acientíficos y una visión de la naturaleza y “lo natural” prefabricada y alejada de la objetividad.
Todo el mundo tiene derecho a sus opiniones, incluso cuando éstas son absurdas o arbitrarias, pero cuando estas se emiten desde posiciones de autoridad e influencia con el ánimo de soliviantar a fieles y seguidores, estamos ante operaciones de “agitprop” en nada diferentes de las que llevan y han llevado a cabo grupos políticos en los márgenes de la legalidad.
La ortodoxia defendida por estos personajes ignora voluntariamente los progresos de la investigación biológica, psicológica y psiquiátrica, las posibilidades médicas y, lo que es más grave, la moderna comprensión y el desarrollo de los derechos humanos, en un intento de retrotraer la sociedad a una imagen teórica, cuya aplicación práctica supondría considerables mermas en las libertades generales y la estigmatización de todas las personas LGTB como desviados, pecadores y, finalmente, delincuentes.
Los obispos de marras consideran que la aprobación de la ley es un hecho “grave e injusto”. Es posible que sea grave para ellos, pero injusto ¿para quién? Puesto que recurrir a ella es algo meramente voluntario, no es injusta para los que no la necesitan y sí es justa para los que la han solicitado. La idea de que algo que va contra el dogma defendido es “injusto” significaría de ser aceptada que es injusto todo lo que no aprueba la Iglesia Católica Romana, como en los mejores tiempos del “Nacionalcatolicismo”.
El texto se pierde después en un magma de disquisiciones confusas lindantes con la más rampante cursilería en el que se mezclan ideas tomistas (precientíficas) de la naturaleza con conceptos dogmáticos como el abstruso “pecado original”. Analizar sus conceptos uno a uno resultaría tedioso, baste decir que tras la aparente complejidad de razonamiento la idea central que se transparenta es bien simple: solo hay varones y hembras, definidos desde el nacimiento por sus genitales y estos deben acoplarse siempre con el sexo opuesto con el único y exclusivo fin de reproducirse.
Este “simplismo” busca reducir toda diferencia a “malos comportamientos” condenables moralmente: no hay orientación sexual sino “comportamientos sexuales”, todos perversos fuera de la posición del misionero: un homosexual es sólo un ser que cede a sus desviadas pasiones, no tiene entidad propia, un transexual es una persona equivocada que se deja dominar por sus perturbadas fantasías y mutila indebidamente su cuerpo, un intersexual una aberración de la naturaleza que debe ser inmediatamente corregida, etc.
Las explicaciones científicas, psicológicas y filosóficas modernas de la diversidad sexual, no siempre coincidentes y lejos de constituir un conjunto armónico, son calificadas de “ideología de género” y condenadas en bloque como heterodoxas y, retorciendo el lenguaje, como “absolutistas”, “contrarias a la libertad” y ¡hasta “antiecológicas”! (Papa Francisco dixit).
Lo más hiriente es que se tilden de antiliberales medidas que van a ampliar la libertad individual, porque resulta que para estas creencias la “verdadera libertad” consiste en no ser libre, sino someterse a la obediencia dogmática, lo contrario es la absolutización de la voluntad que pretende ser la única creadora de la propia persona y la absolutización de la técnica transformada también en un poder prometeico e ideológico.
Es evidente el disgusto que se siente por los progresos médicos que permiten la cirugía de reasignación de sexo, pero es sólo una parte de la aversión demostrada a la ciencia en general que tantos y tan sacrosantos principios religiosos ha puesto en cuestión.
La cuestión ecológica iba oculta en la última encíclica del Papa Francisco y pasó casi desapercibida para la mayoría, pero el razonamiento es el mismo: se ha nacido con un cuerpo y unos genitales y cambiarlo es tan “contrario a la naturaleza” como cortar las selvas amazónicas, sobrepescar el mar o producir demasiado CO2 .
Según este primitivo concepto tampoco habría que operar las malformaciones congénitas que han aparecido porque así es la voluntad divina.
Como es habitual, se acusa de la aprobación de la ley a un siniestro plan de ingeniería social dictado por ocultos poderes antirreligiosos para terminar con la única fe verdadera (otras fes dicen lo mismo).
Lo más grave de todo es la llamada que hacen a la desobediencia y la rebelión porque “una ley injusta no obliga en conciencia”. Dado que a nadie se obliga a ser transexual ¿a quien va dirigida esta perla? A los transexuales cierto que no, sino a los odiadores varios que pueden seguir considerándolos como seres degenerados y perversos y a las personas LGTB en general como perchas de golpes físicos o de otra clase.
Un texto como este, redactado en términos algo más respetuosos de la diferencia, puede ser útil para los creyentes, pero tal y como está lo que pretende es sublevar a los fieles sumisos e intentar, contra viento y marea, reconquistar el perdido monopolio moral que llevó en el pasado a las quemas de herejes, porque un pecador es, a fin de cuentas, sólo un delincuente.

lunes, 11 de enero de 2016

GÉNERO E IDEOLOGÍA

Siguen lloviendo las prédicas del lado confesional más o menos integrista que afirman y reafirman el “desorden intrínseco” de cualquier comportamiento que se desvíe unos centímetros de la estrecha senda marcada por la tradición y los prejuicios. Los más comprensivos llegan a admitir que la diversidad sexual es o puede ser no elegida, los menos la siguen considerando  perversión voluntaria, pero todos se siguen negando a aceptarla de verdad y desearían que nadie hablara de ella, que retornara al armario del que nunca debió salir para subvertir de forma tan clara el supuesto monopolio moral que se arrogan gurús varios.
Los enemigos de la diversidad parten del postulado de que la puesta en cuestión del código moral por ellos considerado único se debe a una bien articulada “ideología de género”, sostenida por poderosos grupos de presión sociales y mediáticos que van desde Hollywood hasta la universidad, cuyo fin último no es otro que la destrucción de la familia y la difusión del ateísmo. La tal ideología es una creación contraria a la naturaleza humana que, como todo el mundo sabe se divide en dos sexos/géneros contrarios, invariables y destinados a la reproducción sin fin de la especie, único pretexto para la práctica de actos sexuales, por completo inmorales y contrarios a la naturaleza en cualquier otro contexto.
Las prédicas son variadas, pero todas giran en torno a la naturalidad o antinaturalidad del comportamiento denostado, calificativo que automáticamente convierte cualquier acción en lícita o ilícita, por ajustarse o no al plan divino, tan evidente y tan visible en la naturaleza perfecta que se cree percibir.
Estas prédicas se pueden denunciar como ataques, a veces bastante insultantes, contra individuos y minorías molestos para los que se erigen en ortodoxos, pero la discusión y el entendimiento con los que las profieren es imposible porque se parte de premisas diferentes y se hablan lenguajes mutuamente ininteligibles. Desde un punto de vista científico la naturaleza es contradictoria, llena de excepciones aparentes y muy lejos de ser benévola, pero no existe contradicción alguna en el hecho de que la función sexual sirva para la reproducción y también para muchas otras cosas. Desde un punto de vista dogmático la naturaleza es una máquina perfecta creada o inspirada por un ser aún más perfecto y los que no la vean así son intrínsecamente desordenados, desobedientes y pecadores al practicar acciones definidas a priori más que como malas, como prohibidas por el ser superior del que los gurús se erigen en intérpretes y representantes.
La identificación entre sexo biológico, orientación sexual, identidad sexual y rol de género es parte de ese dogma y, cuando se usan los términos anteriores, lentamente alumbrados por la investigación científica y sociológica se cae en la “ideología de género”, porque lo ortodoxo es hablar de hombre y mujer, masculino y femenino sin sombras ni dudas. Es decir, que informar y educar se iguala a pervertir a jóvenes y adultos que antes no distinguían y desconfiaban y ahora distinguen y comprenden.
Lo curiosos es que los predicadores se molestan cuando se los acusa de oscurantistas y difusores del odio… !Ellos que son todo amor!

jueves, 3 de diciembre de 2015

HOMOFOBIA, MACHISMO Y CORRUPCIÓN

El homófobo, retrógrado, machista y desagradable cardenal Nicolás de Jesús, de la República Dominicana, ha tenido la ocurrencia de “recomendar” al embajador de los Estados Unidos James Brewster, que “se dedique a labores caseras, ya que está casado con un hombre”. El embajador, abiertamente gay y efectivamente casado, había tenido el atrevimiento de criticar la generalizada corrupción de los altos cargos en este país del Caribe, corrupción que recae con frecuencia en los inversores y hombres de negocios norteamericanos que allí invierten, obligados a pagar sobornos, expropiados sin razón de ley y otras indignidades.
Este señor ya se había hecho notar antes por sus ataques al embajador, objeto particular de sus odios, ya que ataca sus creencias dogmáticas sobre género y sexo y, aún más, sus prejuicios machistas sobre roles de género, lo que demuestra una vez más que moral religiosa y ética son dos cosas distintas y frecuentemente opuestas. Para este espécimen de macho rancio la corrupción que cuesta millones, que impide el progreso y que castiga a los más débiles no es nada importante, especialmente si la denuncia un “maricón”, calificativo lanzado por él mismo contra el embajado con anterioridad. Ya se sabe que los maricones no tienen derecho a nada, y mucho menos a criticar a machos de verdad (o de mentira) que tienen poder, mandan y se aprovechan, pero que son (o fingen ser) heterosexuales y se inclinan ante el cardenal. A fin de cuentas, si uno se arrepiente y no discute los dogmas siempre puede ser perdonado… pero si se es “maricón” y además orgulloso de ello…¡al infierno con él! Em pezando por el insulto.
Este sujeto ni siquiera entiende que las mujeres pueden ser profesionales de todas clases y que no están obligadas a limitarse a labores caseras o a ser simple excrecencia de sus maridos, para él las mujeres son evidentemente seres inferiores condenados a trabajos secundarios y el embajador como “maricón” es, en su perturbada percepción, igual a una de esas mujeres que él ve con indisimulado desprecio.
El Cardenal Nicolás de Jesús es un mal cardenal, un mal cristiano y un individuo sectario, peligroso, maleducado y obsceno. Cualquier clase de contemporización con semejante comportamiento está fuera de lugar, pero hay que ir más lejos: una igesia que permite semejantes afirmaciones no es digna de respeto y no puede sorprenderse de que se la ataque como organización que fomenta el odio, la persecución y la discriminación. No basta con pretextar que se ama, también hay que demostrarlo; muchos maltratadores dicen querer a las víctimas que torturan, pero quien los cree acaba por morir a sus manos.

sábado, 21 de noviembre de 2015

40 AÑOS DESPUÉS

La historia no se revive, aunque se olvide o se ignore; esto no deja de ser una bella frase para consumo de historiadores aficionados, pero tiene un ribete de verdad: pueden cometerse errores similares en circunstancias parecidas. Nada es igual, pero todo se parece porque la humanidad es siempre la misma con sus virtudes y defectos.
En 1975 yo tenía 31 años, había regresado hacía poco del Extremo Oriente y llegué justo para asistir a la larga agonía, tan interminable como su dictadura, del siniestro personajillo que encarnó durante tanto tiempo lo más negativo de los estereotipos autoflagelantes con que los españoles se denigran a sí mismos. Tanto duró su reinado que muchos creyeron y algunos todavía creen que los clichés eran las fotos reales y siguen cambiando los positivos a negativos en cuanto surge la menor crisis, pero la memoria tiene la función de recordar el pasado, no de teñir el presente de pesar o melancolía, como si la historia fuera insuperable o hubiera que vivir eternamente en ella.
El olvido forzado no funciona, y uno de los numerosos errores de la derecha tradicional española ha sido el de intentar enterrar, junto a los fusilados en las cunetas, su esencial colaboracionismo en el encumbramiento, duración y crímenes del dictador. De este modo ha conseguido que perdure una cierta división guerracivilista en la población, deslegitimar símbolos nacionales y hasta hacer sospechoso un patriotismo normal, dificultado por la mezquindad que ha prodigado y que sería muy útil ahora y en el futuro para contrarrestar los etnicismos esencialistas y retrógrados de los caudillos frustrados de la periferia. Reconocer que el padre o el abuelo se portaron mal o muy mal puede ser doloroso para algunos, pero cuesta poco y hubiera dado buenos réditos.
Igualmente, desde la atalaya de mis 71 años soy muy consciente de que los traumas del pasado no justifican victimismos permanentes ni explican pasividades inaceptable. Individuos y sociedades pasan por épocas buenas y malas en el constante devenir, pero no todo puede explicarse o debe excusarse por la historia, porque ésta no tiene más objetivo o dirección que los que nosotros le demos en un mundo complejo y cambiante. Con la edad crece el escepticismo sobre fórmulas mágicas, taumaturgos y supuestos paraísos, pero también permite ver que aplicando remedios se consiguen resultados, igual que ayuda a identificar el resentimiento y la mala fe que hay tras muchas críticas “objetivas”.
Poetas, literatos y artistas en general cultivan con frecuencia la depresión individual o colectiva porque crea bellas imágenes, figuras del lenguaje y ayuda a criticar efectivamente injusticias o fealdades, pero el arte es un reflejo de la vida, no la vida misma, y caer en una contemplación morbosa de nuestras propias obsesiones tomando metáforas como realidades sólo nos aísla del mundo que nos rodea y nos deja inermes ante peligros ni vistos ni imaginados.
No nos olvidemos del pasado, pero miremos siempre hacia adelante porque ni España ni el mundo se parecen a lo que eran en 1975 y aún menos a lo que fueron en 1936. No nos dejemos embaucar por revisionistas históricos o económicos de varios pelajes que cortan patrones a medida y nos quieren hacer mirar por anteojos con filtros hacia el pasado o el futuro, el centro o la periferia. Somos bastante mayores para analizar lo que nos rodea y decidir qué hacer. Los muertos están en pinturas, fotos y tumbas, no son ni siquiera los fantasmas en los que creen los simples.

jueves, 5 de noviembre de 2015

LA "LEY NATURAL" NO ES NATURAL

¿Es natural la castidad? Es decir, la completa abstención de todo sexo. Algunas personas educadas en la represión de los instintos podrían decir que sí, pero estarían diciendo algo que no saben, porque hay personas asexuales que pueden prescindir de toda manifestación sexual, pero son tan minoritarias que hasta se duda de su existencia, mientras que la mayoría de la población tiene más bien dificultades para controlar sus impulsos sexuales.
Cuando se habla de castidad en el sentido religioso de la palabra, de lo que se habla realmente es de hipocresía; castidad significa no estar casado, amancebado o tener relaciones sexuales que se vean, pero nadie sabe si el sujeto se masturba, se obsesiona, se calienta o imagina todo lo que está prohibido.
Las sectas cristianas han deificado una “ley natural” teórica, aristotélica y tomista que no es más que una abstracción racionalizadora de una visión del mundo precientífica, idealizada y, finalmente, profundamente inhumana, porque juzga a priori que todo deseo es malo, que hay inclinaciones imperfectas y que la moral consiste en reprimirse, en negarse y en culpabilizarse.
La “ley natural” no es más que un constructo escasamente racional por precientífico, uno de los elementos que sostienen el dogma vaticanista o evangélico, pero que no tiene nada que ver con la ciencia y la investigación biológica modernas. La “ley natural” no es natural, no tiene nada que ver con los instintos y pulsiones de los humanos.
¿Por qué es mejor ser casto? Eso significaría que amar a otra persona, con las correspondientes relaciones físicas es malo, pero ¿por qué es malo? ¿por qué no se puede amar a alguien del propio sexo, por ejemplo? Las razones en contra ni son racionales ni resisten el mínimo análisis científico o ético no dogmático.
Más aún, ¿es posible ser casto? de la forma total que dicen algunas creencias que aborrecen cualquier manifestación física. Me permito dudarlo. A ciertas edades las hormonas son poderosas y a todas las edades la imaginación todo lo puede. Que se vea o no puede engañar a los legos, pero no se puede pedir a la mayoría de hombres y mujeres normalmente constituidos que renieguen de un instinto que, como el comer o el dormir, forma parte integral de la naturaleza humana y que, como tal, ni es vergonzoso, ni inferior, ni negativo, porque es el instrumento principal para relacionarse de forma profunda con otros seres.
Los recientes escándalos sexuales que afectan al Vaticano demuestran una vez más que la demonización del sexo conlleva pesadas cargas en forma de represión, hipocresía y desobediencia, porque ¿qué humano normalmente constituido puede renunciar a todo placer físico, amor, afecto y amistad? Sólo personalidades patológicas pueden renunciar a contactos y cercanías necesarios para todo ser sensible.
La idea de que la castidad es algo superior está unida a la magia y a teorías precientíficas que pretendían separar alma y cuerpo, espíritu y materia, pesado de ligero, limitado e ilimitado…. es decir, a una visión del mundo que se remonta a la edad del bronce.
La irrealidad y la hipocresía de las prohibiciones que aún permanecen son los pretextos ideales para depredadores sexuales que, como el cura Maciel o el cura Andreo, se aprovechan de menores simples y fanatizados para hacer esclavos sexuales de chicos a los que, paradójicamente, se ha prohibido todo sexo.
Mientras estas creencias dogmáticas no reconozcan que el sexo es natural, bueno y multiforme sólo servirán para entontecer, culpabilizar y confundir…. ¿Pero qué se puede esperar de fes irracionales transformadas en estructuras de poder?

jueves, 3 de septiembre de 2015

FASCISMOS CON CARETA

En estos días dramáticos en los que se ahogan y son maltratados miles de refugiados, en los que Europa se juega su futuro y se replantea su estructura y su razón de ser, cuando es evidente que el cambio climático está aquí para quedarse y que mares y océanos suben de nivel y amenazan las costas, con una China cada vez más poderosa, más en crisis y por tanto más agresiva, con la democracia en cuestión en todas partes y cambios tecnológicos y económicos difíciles de entender y de asimilar, resulta que la gran solución para todos los problemas, al menos para los catalanes, es…. ¡la independencia! o, con otras palabras, más nacionalismo y más de lo mismo. Resultaría ridículo si no añadiera un problema gratuito a una situación europea y mundial con pocas soluciones evidentes. Aunque lo más evidente es que los nacionalistas de las barras no quieren solución alguna alternativa, será sí o sí con mayoría, con minoría o por la fuerza, sin que pueda atisbarse el mínimo indicio de respeto por normas democráticas que se invocan pero que no se obedecen porque todo debe someterse al principio indiscutible de que Cataluña debe ser independiente.
Mucha gente ingenua aún se cree que fascismo es sólo lo que se confiesa como tal y se reviste de camisas negras, pardas o azules, pero los hay con muchas apariencias y en diferentes grados, aunque lo que caracteriza a todos es la falta de elección real: ponemos urnas, pero sólo puedes votar lo que nosotros digamos. En algunos te juegas la vida o la cárcel, en otros la exclusión social, en todos la libertad real desaparece para ser sustituida por un simulacro o por algo peor.
Hay también numerosos crédulos y bienpensantes que intentan hacer equilibrios, repartir culpas y establecer simetrías, pero estos ejercicios no valen de nada contra el nacionalismo, especialmente si éste es cada vez más étnico, excluyente y atado al dogma como la religión. Muchos de estos bienpensantes culpan al presente gobierno de España de la “situación” y algo de culpa tienen éste y agunos anteriores, pero no por lo que se suele decir sino por todo lo contrario, es decir, por haber contemporizado excesivamente y no haber dado importancia a lo que siempre ha sido un objetivo claro de un nacionalismo con mezcla de complejos de superioridad e inferioridad, enteramente impermeable a casi cualquier razonamiento, bien diferente del exagerado enemigo, que lleva muchos años intentando ser inclusivo y respetuoso hasta con los que  le insultan.
Poner fronteras donde no las hay es hoy completamente irresponsable, especialmente cuando se disfruta de libertad, elevado nivel de vida y reconocimiento de la diferencia. Dice muy poco de un supuesto europeismo del que tanto se ha presumido en el pasado para despreciar al vecino, pero dice mucho de los futuros proyectos de un pueblo, una lengua y un proyecto obligatorios, porque con él no hacen falta camisas de colores y los que queden excluidos de él tendrán que callarse o marcharse.
Los dioses castigan a veces concediendo lo que más se desea. Es posible que tras las nuevas fronteras los patriotas se encuentren con que tienen que gastar mucho más recursos en cosas en las que antes ni pensaban, que ciertas industrias prefieran otros pagos menos aislados y que los sueños de convertirse en la Dinamarca de la fábula se transformen en pesadillas de déficits, desempleo, divisiones y un enorme aburrimiento solipsista.
Es hora de que los que creen en el progreso y la evolución superen el atasco ideológico y salgan de la trampa sectaria de pensar que unos nacionalismo son mejores que otros sólo por el hecho de haber estado contra la dictadura en el pasado. Muchos todavía no se dan cuenta de que la mayor debilidad de la verdadera izquierda es seguir instalada en ideas y símbolos antifranquistas, cuando esto ya no tiene utilidad alguna y pone anteojeras para reconocer las nuevas tiranías que se pergeñan o que ya están aquí con caretas diversas.