domingo, 28 de marzo de 2010

Pedofilia Estructural


No me alegro en absoluto de la actual tormenta de escándalos que acosa a la iglesia católica. No me alegro porque supone que hay muchos más casos y muchas más víctimas de las que denuncian, especialmente en países que, como España e Italia, tienen sociedades acostumbradas al silencio y judicaturas que más vale evitar. Pero algo puede pasar en algún momento que haga que el silencio se convierta en clamor también en el sur de Europa, porque sería ingenuo creer que los casos de que se habla son excepcionales.
La iglesia católica ha tenido y tiene un grave problema con el sexo, constante motivo de obsesión y pretexto de una moral que es abono para la hipocresía: si todo lo referente al sexo es sucio y vergonzoso, lo mejor es no hablar… pero al no hablar nadie sabe lo que pasa, además, si todo es pecado ¿qué diferencia puede haber entre un pecado y otro?... digamos, entre una masturbación y la violación de un menor.
La demonización absoluta del sexo por un lado y la imposición del celibato sacerdotal a edades impropias por otro son una bomba de tiempo. Muchos eclesiásticos se han criado entre terrores y rechazos, ven en el sexo condenación, no un medio de relación, amor y satisfacción y… prometen abstinencia absoluta cuando apenas si conocen los propios instintos. Lo sorprendente y lo que indica la resistencia del ser humano, es que haya tan pocos casos, porque éstos no son un accidente, sino una consecuencia a esperar, una característica estructural.
Yo estudié en colegio de curas en la época dorada del nacionalcatolicismo y no fui objeto de abusos sexuales, pero hubo compañeros que sí lo fueron, aunque no sabíamos como llamarlo. De lo que sí teníamos plena conciencia era del sadismo y los malos tratos físicos y psíquicos que nos infligían, además de la pobre calidad de la educación impartida por aquellos hombres tan necesitados de terapia, cuya única labor espiritual era la de hacernos rezar mecánicamente hasta el agotamiento.
En España podría hacerse un “Informe Murphy” igual al de Irlanda, sólo habría que ponerse a trabajar en ello.

lunes, 22 de marzo de 2010

A la "Lagerfeld"


Ser gay a la “Lagerfeld” es sensacional, pero espero que su (mal) ejemplo no cunda entre los esclavos de la moda y el ambiente, aunque no creo que haya mucho peligro. No todo el mundo puede permitirse ser personaje de relumbrón, miembro de un grupo privilegiado y habitante de un ambiente enrarecido en el que las dificultades de los humanos comunes se ven como lejanas.


Los gays tipo Lagerfeld rechazan cualquier clase de identidad homosexual, lo que no es extraño, puesto que se trata de personajes que son o se creen especiales en todo. Creo que este literalmente envarado y afectadísimo personaje (sin quitarle sus méritos artísticos) resume la posición de otros famosos similares. Según las declaraciones que ha hecho a la revista “Vice”, el matrimonio es “burgués”. “En los sesenta se reivindicaba el derecho a la diferencia, ahora, de repente, todos quieren una vida burguesa”. He aquí un pretexto progresista que yo he oído a muchos que han pasado a ser conservadores.


Sobre los hijos afirma que “para mí es difícil de imaginar. Uno de los papás trabajando y el otro en casa cuidando a los niños ¿Cómo sería eso para el bebé? Lo que sí veo más es a lesbianas casadas con hijos. Además, creo mucho más en la relación entre una madre y su hijo que entre un padre y su hijo”. El sexismo de esta afirmación es tan evidente y demuestra tan palmaria ignorancia de las muchas familias actuales en que el padre cuida a los hijos, bien por estar solo, bien porque así lo prefiere, que no necesita ninguna discusión.


Lagerfeld tampoco entiende que algunos “hagan un drama” de su homosexualidad. “No lo entiendo. No es un problema. No existe. Para mí nunca lo ha sido. Cuando era un niño y le pregunté a mi madre sobre la homosexualidad, me dijo ‘Es como el color del pelo. Algunos son rubios y otros morenos. Nada más’”.


Lagerfeld, que tampoco ha votado nunca, rechaza cualquier tipo de relación con el movimiento gay y ve la homofobia como algo ajeno a su vida personal. “Nunca he conocido algo así. No me ha pasado a mí ni a nadie que conozca”. ¿A quién le asombra que en el mundo de la moda nadie le haya rechazado nunca? ¿Cómo puede ser objeto de homofobia un personaje que siempre va en limosina y avión privados rodeado de acólitos?


Lagerfeld manifiesta no acostarse nunca con las personas a las que ama. “No quiero hacerlo porque el sexo no puede durar, pero el cariño sí”. Para tener sexo, Lagerfeld prefiere a los prostitutos de lujo. “Creo que es lo saludable. Y los ricos se lo pueden permitir. El resto necesita el porno”. El hombre se retrata en estas afirmaciones con las que compadece a todos los que no son ricos y famosos y confiesa su evidente incapacidad de amar.


Esta postura o una parecida es la que mantienen bastantes homosexuales homófobos que en la política, la iglesia y las artes se expresan de forma similar. Casi todos se sienten incómodos por una publicidad y normalización que tarde o temprano los obliga a manifestarse. Todos se consideran inclasificables, únicos y lejanos del vulgo, por lo que a menudo colaboran con los estamentos más reaccionarios.


Siempre he admirado la creatividad de este hombre como diseñador, pero como suele suceder con actores a los que uno admira cuando dicen las palabras de otros, pero que todo lo estropean cuando pronuncian las propias, más vale no prestar atención a opiniones propias de niño mimado siempre acostumbrado a recibir y nunca a dar.

sábado, 6 de marzo de 2010

La Caridad


Según me enseñaron en el colegio católico, al tiempo que me aterrorizaban hasta la pesadilla, la caridad era la gran virtud cristiana, la mejor y la que subsumía todas las demás.

Yo sabía entonces lo bastante poco de historia como para creerme que la iglesia y sus jerarcas practicaban siempre la caridad, y que ésta consistía, sobre todo, en dar limosna a los pobres y cuidar de enfermos. Estudios y experiencia posteriores me hicieron mucho más escéptico, pero un último hecho tira por la borda cualquier resto de respeto que yo pudiera tener hacia la benevolencia de la institución.

En Washington, capital de Estados Unidos, el parlamento del Distrito de Columbia (distrito federal) ha aprobado extender el matrimonio a todas las parejas, sean éstas de diferente o del mismo sexo. Dado que la jerarquía considera esto una aberración, aunque se trate de una ley civil y no se discuta su dogma, ha tomado medidas al respecto:

A partir de ahora los cónyuges de todos los empleados civiles que trabajan para la iglesia (más de 800) no estarán incluidos en los seguros colectivos de enfermedad y otros que se ofrecen como “benefits” a los mismos.

En los Estados Unidos, todavía sin un seguro general de enfermedad, esto es una medida grave, puesto que pagar un seguro privado es difícil o imposible para la mayoría, con lo que de hecho se condena a mucha gente a no tener cobertura sanitaria (la más importante) alguna.

¡Qué bien! Así ningún malvado jardinero, contable o friegasuelos podrá dar ventajas a su inmoral pareja… en el caso de que sea del mismo sexo, porque como están incluidas todas, para no aparecer como los fanáticos que son, también se quedan sin cobertura las de sexo diferente y casadas por la iglesia.

Caridad pura.