miércoles, 4 de enero de 2012

LA CASTIDAD COMO PERVERSIÓN

"Joe my God", uno de mis blogs favoritos, me dirige a una noticia bastante banal y bastante significativa proveniente de un artículo del Hartford Courant firmado por Vanessa de la Torre: la diócesis católica de Hartford, estado de Connecticut (en el que el matrimonio entre personas del mismo sexo es legal) pretende abrir una sección de "Courage" (Valentía), movimiento de homosexuales católicos que pretenden vivir en castidad "para no pecar", porque la orientación homosexual puede ser natural, pero "va contra la ley natural", "es intrínsecamente desordenada" y "es pecado actuar de acuerdo con ella".
He comentado muchas veces que las contradicciones de la ética católica no tienen fin: por un lado predican la sujeción a la "ley natural", pero cuando la naturaleza misma desmiente lo decretado se retiran de lo natural; no odian a los homosexuales, pero les hacen la vida imposible, porque no otra cosa es decirles que no tienen la culpa de lo que sienten, pero que lo que sienten es malo.
Pocas torturas más refinadas que negar a un individuo toda posibilidad de amor, intimidad y compañía (no solo sexo), solo porque unas oscuras frases en unos oscuros libros parecen decir que la divinidad suprema, creadora del individuo, ha decidido castigarlo arbitrariamente.
Siempre he pensado que la aproximación católica al sexo es más bien enfermiza, extraña y finalmente poco ética, porque obliga a la mayoría a una constante hipocresía y "a vivir en pecado", aunque esto debe ser bueno para que los clérigos mantengan su poder de terror y control sobre los pusilánimes. Esta es la misma iglesia que minimizó y ocultó los abusos a niños como sistema y en la que se descubren diariamente ejemplos poco edificantes, como el de Gabino Zavala, obispo auxiliar de la diócesis de Los Angeles, que ha debido dimitir al descubrirse que tenía una familia y dos hijos adolescentes.
La iglesia católica, entre otras, se ensaña con los gays, a los que demoniza y hostiga constantemente, de modo que no debe extrañarle que los homosexuales conscientes le tengan una sana antipatía.