domingo, 31 de julio de 2011

Dª Esperanza y los problemas


A estas alturas todos sabemos que la presidenta de la Comunidad de Madrid no es un prodigio de comprensión, cultura o de flexibilidad, a pesar de sus triunfos electorales. Es un animal político que sabe cultivar lo populista, dividir a propios y extraños y ascender caiga quien caiga, pero por lo mismo es ajena a los consensos y reacia a respetar minorías u opiniones ajenas, aunque les asista todo el derecho, de aquí que se oponga a la manifestación convocada por organizaciones laicas y ateas contra la próxima visita del papa a Madrid para la llamada Jornada de la Juventud, un simple evento propagandista católico, con el que se pretende hacer aparecer a la iglesia como lo que ya no es, es decir, popular, universalmente aceptada, faro de moralidad, etc.
Tiene poco sentido atacar este evento como dispendioso y despilfarrador, como hacen algunos ingenuamente, amparados en las simplistas razones económicas que ahora se blanden al amparo de la crisis,  porque es cierto que puede traer dinero a la capital en forma de visitantes internacionales, pero sí lo tiene por imponer a propios y extraños un hecho  totalmente confesional y propagandístico digno de los tiempos del nacional-catolicismo. Si la iglesia lo organizara con fondos y recursos propios no sería justo oponerse, porque entraría dentro de los límites de las libertades de reunión, manifestación, expresión y opinión, pero se empieza organizando y pagando con recursos públicos, sometiendo al acto las vacaciones de empleados públicos y destinando edificios públicos a este fin, como si de un acto de utilidad pública se tratase, cuando no es más que un acto sectario.
¿Cuándo se comprenderá que la iglesia católica es solo una secta cristiana más aunque aún figure como mayoritaria en España? Los no católicos tienen mucha razon al contemplar la situación actual como radicalmente injusta: la iglesia sigue gozando de privilegios que no tienen las demás o los no afiliados, sigue subvencionada más allá de las previsiones constitucionales, interfiere en la labor legislativa y se comporta en todo como un poder fáctico/grupo de presión que no responde ante nadie.
A los ateos y propugnadores de una auténtica laicidad les asiste todo el derecho a convocar una manifestación para protestar contra la visita de un jefe sectario/de estado con cuya doctrina, fines e influencia no están en absoluto de acuerdo, tanto al menos como a los que organizan manifestaciones "en defensa de la familia", aunque nadie la esté atacando. Dª Esperanza está preocupada por los "problemas" que esto podría crear, pero en un país democrático no puede haber problema alguno por el desfile de unos cientos de individuos con algunas pancartas; en Madrid hay manifestaciones variopintas casi todos los días del año sin que nadie les haga mucho caso. Lo que supongo que a la presidenta y a la jerarquía que tanto la apoya les molesta es que sea visible un disenso claro cuando se trata de mostrar la imagen idílica de una España católicamente mema, que hay una minoría que no se limita a callarse, sino que denuncia la situación de abuso y prepotencia que la iglesia católica ve como normal, aunque no lo sea.
España, como Irlanda, no es territorio católico conquistado y la democracia y sus reglas deben aplicarse a todos, a la iglesia católica también, aunque la libertad política y de conciencia, los derechos humanos y el fair play le sean tan lejanos y ajenos. 

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