sábado, 31 de diciembre de 2011

PROGRES HOMÓFOBOS


Considero que "El País" es el mejor periódico de España o al menos el menos malo, pero confieso no entender su extraño tratamiento de ciertos temas, especialmente la homosexualidad. No solo tardó bastante tiempo en acercarse a ella con una mínima naturalidad, sino que de vez en cuando da patinazos incomprensibles. El último en la edición electrónica de hoy, en la que se publica una entrevista con Richard Cohen, falsario insigne, sin títulos de ninguna clase, denunciado repetidamente como embaucador por los psicólogos serios, pero sujeto envuelto en la que podemos llamar "industria" de la curación de algo que no es enfermedad más que para los fanáticos.

El Sr. Cohen no es una novedad, es un simple charlatán desenmascarado hace tiempo ¿qué lleva a un periódico serio a publicar sus opiniones? El titular es aún peor, puesto que implica que la homosexualidad es una desviación y, lo que descalifica totalmente la "noticia" es que no hay contraste alguno en el artículo; las palabras de este señor se recogen como si  se tratara de una teoría científica seria.

No es el mejor momento para crear polémicas rancias: nada desean más los Ratzinger y los Roucos para llevar el agua al molino de su reaccionarismo. A Richard Cohen tal vez se lo pueda sacar, pero como ejemplo de timo para gente con prejuicios, no como si se tratara de una autoridad.

domingo, 4 de diciembre de 2011

PABLO Y LA HOMOSEXUALIDAD

Un artículo publicado en GOD DISCUSSION supone una verdadera revolución en cuanto a la interpretación de un texto que ha hecho correr ríos de tinta. El artículo se refiere al descubrimiento hecho por Michael Wood, famoso especialista en criptografía que resuelve las extrañas contradicciones aparentes del texto en cuestión.


La única referencia inequívoca a la homosexualidad en el Nuevo Testamento se encuentra en la Epístola a los Romanos 1:18-3:20 y ha confundido a los comentaristas desde el siglo III por lo menos (recordemos que Pablo vivió en el I). En dicho pasaje se dice: "solo los que cumplan la ley serán justificados por Dios", mientras que luego se dice: "Nadie se justifica por el cumplimiento de la ley". Estas traducciones son las más sencillas y probables, al margen de una serie de ellas más o menos creativas que pueden encontrarse en la multitud de interpretaciones al respecto. El pasaje tampoco incluye en las transgresiones merecedoras de muerte espiritual o pecado mortal las orgías idolátricas homosexuales.

El descubrimiento de Wood es genial y simple a la vez: los judíos contemporáneos de Pablo dividían los mandamientos de la ley mosaica en dos grupos: los que pertenecían al expresado en Levítico 19:18, "Ama a tu prójimo como a ti mismo", y los que no se agrupaban bajo este mandato general. Los pertenecientes al primer grupo se denominaban "justicias" u obras justas, mientras que los del segundo eran "deberes" o mandamientos de tipo más ritual, como observar el descanso sabático, por ejemplo.

La solución de Wood pone fin a la paradoja, porque si se entiende que los que hacen obras justas, es decir, practican el amor al prójimo agradan a Dios, mientras que los que se limitan a cumplir los aspectos externos y rituales no le son gratos, se pueden casar las afirmaciones aparentemente contradictorias del pasaje.

Así se explica que Pablo no incluya una orgía idolátrica homosexual entre los actos que se consideran dignos de muerte espiritual y que sí incluya, por ejemplo, los falsos testimonios y críticas malevolentes con respecto a otras personas.

El hallazgo es significativo porque demuestra que Pablo separó conscientemente los actos homosexuales de otros que consideró verdaderamente pecaminosos y que su visión tiene poco que ver con la que se ha enseñado insistentemente después.

La Epístola a los Romanos es el único texto en el que hay una referencia clara a la homosexualidad, lo que no ha impedido que se hayan interpolado afirmaciones antihomosexuales en diferentes pasajes de muchas traducciones. Michael Wood ha sido lo más fiel posible al griego del texto paulino y demuestra una y otra vez que las palabras tradicionalmente traducidas como homosexual, afeminado, impuro y otras describen realmente actos de egoísmo, falta de amor o injusticia, sin que tengan nada que ver con la orientación sexual, lo que subraya una vez más que Pablo condenaba las acciones que violaban las "justicias" o buenas obras hacia el prójimo.

No creo que este progreso de interpretación cambie nada a corto plazo, puesto que las iglesias siempre se empeñan en sus errores, especialmente cuando se creen depositarias de "infalibilidades" varias, pero es animador ver cómo las cosas no son ni mucho menos tan claras para ellas tampoco.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Una batalla casi ganada

Es posible que la sección más retrograda del PP español se lance lo antes posible a presionar al partido y a su dirigente para que modifique la ley de matrimonio igualitario, sea cual sea la sentencia del TC sobre el tema. En esto no se diferencian nada de grupos similares en otras partes del mundo, en su totalidad inspirados por razones religiosas y no racionales.
La vuelta atrás en cualquier ley es difícil, pero mucho más en esta, que ha creado obligaciones familiares, fundado familias y gozado de considerable aceptación social. Su invalidación produciría enormes complicaciones jurídicas y sería fuente de desprestigio nacional e internacional (en los países que verdaderamente cuentan). Pero más aún sería una monumental estupidez porque lenta pero seguramente la igualdad de derechos para las personas LGTB se extiende por todo el mundo desarrollado, con la sola oposición de iglesias dogmáticas que pretenden arrogarse un monopolio moral injustificable en nuestros tiempos o potestades de injerencia legislativa a las que no tienen derecho alguno.
La desmitificación de todos los asuntos relativos a las personas LGTB es un hecho incontrovertible en el mundo occidental, donde es claro hoy día que se trata de un problema de igualdad jurídica, sin que haya que unirle valoración moral alguna procedente de instancias religiosas. Del mismo modo que se abolieron las restricciones al matrimonio entre personas de razas o religiones distintas, progresa la idea de que puede y debe abrirse a personas del mismo sexo que se aman y desean firmar un contrato de convivencia en igualdad de condiciones.
Hace una década el matrimonio de personas del mismo sexo no era posible en ninguna parte, hoy ya es posible en Canadá, 7 estados europeos, 6 estados de los Estados Unidos, Sudáfrica, Nepal, Argentina y en el Distrito Federal de México. El estado mexicano de Quintana Roo ha venido a sumarse ahora a una lista a la que pronto se unirán Dinamarca y Luxemburgo en Europa. Hay muchas posibilidades de que Uruguay avance en este sentido y es solo cuestión de tiempo para que también se apruebe en Alemania y el Reino Unido. Hablamos desde luego de matrimonio igualitario, no de leyes de unión civil o similares, de las que hay muchas más, pero que no garantizan una absoluta igualdad de derechos.
Cuando una situación llega a este punto hay que darse cuenta de que el genio está fuera de la botella y no hay quien lo vuelva a meter en ella. Los que se sigan oponiendo a la igualdad en el futuro lo podrán hacer con las mismas razones religiosas con que ahora lo hacen, pero no serán racionales y supondrán una privación arbitraria de derechos a muchas personas por razones de dogma, no de caridad.