domingo, 21 de noviembre de 2010

Mucho ruido y pocas nueces


Ha bastado un microscópico cambio en la doctrina vaticana sobre el preservativo para que algunos se precipiten a exagerar hasta el punto de creerse que la iglesia católica está por fin entrando en razón. El cambio es tan mínimo que no supone diferencia alguna, puesto que la doctrina básica no cambia un ápice y sigue insistiendo en que todos los actos sexuales de cualquier clase fuera del matrimonio (¡entre hombre y mujer exclusivamente... no se confundan!) son pecaminosos y suponen faltas gravísimas, una sola de las cuales puede enviar al sujeto a la condenación eterna.

Creerse estas cosas supone también creer que la inmensa mayoría de la humanidad, católicos incluidos, está irremisiblemente condenada, puesto que desde el adolescente que se masturba hasta la pareja que limita la natalidad, todos están en continua contravención de normas de imposible cumplimiento, si no se quieren sufrir graves problemas mentales, afectivos, económicos y de otras clases.

Nadie puede ser tan ingenuo como para pensar que las bajísimas tasas de natalidad de España o Italia, para poner sólo dos ejemplos de países de mayoría nominal católica, se deben al uso de los métodos aprobados por el Vaticano: preservativos, pastillas y casi cualquier otro medio disponen de mucho mayor crédito que la observancia rígida de preceptos arcaicos.

¿Es esto también un ejemplo del "laicismo agresivo" del que tanto se queja su santidad? Creo que es sólo sentido común de una sociedad cada vez más alejada de creencias medievales.

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