sábado, 17 de mayo de 2008

Una sentencia histórica


El tribunal supremo de California ha sentenciado que la prohibición del matrimonio entre personas del mismo sexo va en contra de la igualdad de derechos que reconoce la constitución del estado, lo que hace inconstitucional la prohibición existente de conceder licencias matrimoniales a personas del mismo sexo.
La sentencia es muy importante porque California es uno de los estados más extensos y el más poblado de los Estados Unidos y también es uno de los que más influyen culturalmente, por lo que la normalización de los derechos LGTB da un paso más. Sin embargo, es aún más de tener en cuenta el tipo de razonamiento que ha utilizado el tribunal trayendo a colación la antigua prohibición de celebrar matrimonios interraciales, declarada inconstitucional ya en 1948 en una sentencia pionera en los Estados Unidos.
Las igualdad avanza en el mundoLos argumentos que suelen utilizarse contra el matrimonio de personas del mismo sexo son siempre falsamente racionales porque parten de ideas religiosas a las que se disfraza de “naturales”. Los miembros de estas creencias aducen como principales razones la infertilidad de las parejas homosexuales y la “tradición”, y como razones secundarias las prohibiciones divinas supuestamente registradas en sus libros sagrados. De éstas no tenemos ni siquiera que ocuparnos en estados laicos, pero si examinamos las otras, veremos que tampoco se basan en nada sólido: un contrato de obligaciones mútuas es una institución jurídica perfectamente aplicable entre personas del mismo sexo y, además, se celebran muchos matrimonios entre personas de diferente sexo estériles, excesivamente mayores para concebir o de un interés no sexual.
La “tradición”, por otra parte, es un argumento absurdo, puesto que también han sido tradicionales la esclavitud, la inferioridad jurídica de la mujer y otras muchas cosas hoy desaparecidas, entre ellas el racismo institucionalizado que prohibía los matrimonios interraciales.
Las razones están, pues, siempre dictadas por prejuicios religiosos que, como en tantas ocasiones, niegan la igualdad, ignoran los avances científicos y se resisten a los cambios sociológicos.
El paso que ha dado el tribunal californiano viene a sumarse al del estado de Massachussetts, pero en un territorio mucho más extenso e influyente. Sólo podemos alegrarnos del lento pero constante avance de la igualdad en este campo.

jueves, 1 de mayo de 2008

Iglesia y Género


No hay día sin noticias políticas, judiciales o periodísticas de la guerra montada por la jerarquía eclesiástica contra Educación para la ciudadanía, como si esta asignatura secundaria y casi irrelevante fuera la clave de la definitiva y temida descristianización de España.

La iglesia sabe que no es clave de nada, pero la estrategia está bien montada porque el verdadero objetivo es que se siga impartiendo religión católica en los centros públicos, con una asignatura “obligatoria” y “similar” para los alumnos que no escojan el adoctrinamiento, y que ambas sean plenamente evaluables, para que no se tomen como complementos sin valor.

Es un hecho que en los centros públicos los alumnos que escogen religión son hoy día minoría y que esta minoría tiende al descenso, tanto en números absolutos como según se asciende de nivel de estudios: menos en secundaria que en primaria y menos en cuarto que en primero.

El verdugo se hace víctimaNo contenta la iglesia con el descarado favoritismo que supone la enorme red de colegios católicos subvencionados, especialmente allí donde reinan “liberales” del estilo de la lideresa Aguirre, pretende mantener su influencia sobre los alumnos que se les escapan proponiendo diferentes clases de adoctrinamiento.

Para una institución que pretende imponer verdades absolutas es intolerable que la religión no tenga el rango de las demás asignaturas y aún más inaceptable que los alumnos cuyos padres deciden ahorrarles el mal trago tengan una o dos horas menos de clase, lo que puede impulsar a otros a pasar de la religión al curso siguiente. Pero lo que hace que se les lleven materialmente los demonios es que haya una materia obligatoria para todos en la que se imparten principios generales de ciudadanía, bastante abstractos y sin ánimo alguno de dogmatismo, pero que pueden contrarrestar mínimamente algunas de las irracionalidades y prejuicios dogmáticos incluidos en el adoctrinamiento católico.

Lo que más parece molestar a jerarquía y grupos fanáticos, y por lo que acusan a la asignatura de “querer adoctrinar”, es el tratamiento de la homosexualidad, puesto que, aunque éste se haga de la forma más aséptica posible, el no incluir desde el principio una visión condenatoria y negativa es inaceptable para quienes SÍ quieren adoctrinar e imponer sus principios incluso a los no creyentes, con la falsedad de que la moral católica es igual a una supuesta “moral natural”.

Informar a los alumnos de que hay minorías sexuales, que éstas no se consideran hoy día criminales y que las leyes las protegen de la discriminación es intolerable, aunque no se haga juicio de valor alguno sobre ellas, porque para la iglesia católica, como para otras convicciones cerradas a la evolución social, sexo y género son una y la misma cosa: un varón es masculino y héterosexual, una hembra es femenina y héterosexual y todo lo demás son desviaciones, desórdenes y pecados.

Algunas iglesias han tenido siempre un grave problema con la aceptación del sexo en general, reducido a una pura función reproductora y rodeado de tabúes y vergüenzas. No es extraño que estas convicciones ignoren o desprecien el consenso científico mayoritario que considera que la orientación predominantemente homosexual no depende de la elección individual y no es una anomalía, por lo que no es ni tratable ni corregible. La iglesia y sus seguidores utilizan palabras como “opción sexual”, como si de una elección voluntaria se tratase, afirman que es posible reorientarla y tratan a los homosexuales convictos como enemigos jurados de la fe, la familia (como ellos la entienden) y la sociedad entera; los nuevos judíos a los que odiar y perseguir. Esta misma convicción les lleva a creer, o a decir que creen, en la posibilidad de “hacer homosexuales” a los pobres niños que se eduquen con los blandos conceptos de EpC, contra toda la evidencia de que los ejemplos y prejuicios de una sociedad aplastantemente heterosexual nunca ha convertido en héteros a los homos.

Una estrategia llena de “newspeak” en la que la iglesia aparece como perseguida cuando es en realidad la perseguidora.