domingo, 27 de diciembre de 2009

La familia no peligra, los privilegios sí


Con un cierto retraso, como es habitual, nos está llegando al sur de Europa el eco de lo que en los Estados Unidos se viene denominando “Culture Wars”, pero que aquí deberíamos tildar más castizamente de “Reacción” sin paliativos, puesto que no se trata de otra cosa cuando se convoca a los convencidos a una manifestación multitudinaria tras otra cuyo sentido es político, antidemocrático y antihistórico aunque se disfrace de religioso.

El pretexto es la “defensa de la familia”, supuestamente amenazada por leyes como las del divorcio, las de extensión de derechos civiles a los homosexuales, el aborto o la asignatura de Educación para la ciudadanía.

No tiene lógica alguna que se culpe a determinadas leyes de efectos deletéreos cuando no tienen relación alguna con el objeto de que se trata: a nadie se le obliga a divorciarse o a abortar, son simples posibilidades electivas y la regulacón de las mismas suele ir muy por detrás de la realidad social en todos los casos. Sensu contrario, no es mínimamente creíble que un divorcio más difícil fuera a mejorar las relaciones matrimoniales, ni que la prohibición del aborto consiguiera otra cosa que enviarlo a un siniestro mercado negro. En ningún caso la desaparición de estas leyes serviría para hacer parejas sólidas, aumentar la natalidad o convencer a los homosexuales de que lo son por gusto y de que deben acudir a “terapias” de conversión.

Los mensajes catastrofistas que se lanzan en estas ocasiones parten del dogma, no de la razón: la “familia” a la que se hace referencia no es más que una abstracción teórica, imaginada como el grupo familiar predominante entre las clases medias de los años 50 y 60, descrito con colores favorecedores, sin las tensiones, los problemas y las hipocresías que han disuelto más tarde muchos de ellos. ¿Hay que decir que sólo se hace referencia a una familia católica (o cristiana integrista) idealizada?
La realidad es otra: hay muchos tipos de familia porque ha desaparecido la antigua rígida división de papeles, el sometimiento de la mujer y muchos de los prejuicios que rodeaban al sexo, la maternidad puede elegirse y regularse, no hay diferencia entre hijos legítimos e ilegítimos y el matrimonio es una opción no obligatoria para la respetabilidad social. Es decir, que son las leyes las que se acomodan a una realidad, no las que la producen.

El repunte de la maternidad en los países escandinavos, en los que no se casa más del 50% de la población y en los que leyes similares están vigentes hace mucho tiempo, desmiente las predicciones negativas. Un buen sistema de guarderías públicas y horarios laborales más racionales son mucho más decisivos para la felicidad familiar que el restablecimiento de prohibiciones basadas en anacrónicos modelos teóricos.
Hace mucho tiempo que la cúpula de la iglesia católica vive de espaldas a una realidad que se le escapa, de aquí que, como poder fáctico que sigue siendo, intente hacer presión reuniendo multitudes donde puede… que no es en Estocolmo, por ejemplo, pero no olvidemos que una plaza llena no es una mayoría electoral, sino una minoría, aunque esté compuesta por mucha gente. No olvidemos tampoco que los católicos practicantes que van quedando son en una elevada proporción cada vez más afines al Opus Dei, los Kikos, los Legionarios de Cristo, etc., es decir, cada vez más integristas.

Los obispos, que no se sienten nada a gusto con la democracia, no defienden a las familias reales sólo a sí mismos con sus privilegios.

domingo, 18 de octubre de 2009

La Sharia Católica


De un tiempo a esta parte, y según la sociedad se seculariza cada vez más, la Iglesia Católica y sus acólitos nos tienen acostumbrados a sus marchas multitudinarias cada vez que una ley civil no les gusta. A la prensa beata le encanta expresar grandes números de manifestantes que finalmente nada significan, puesto que si esos son todos los fieles católicos practicantes o simplemente la cuarta parte siguen siendo una pequeña minoría en España, pero a veces se interpreta como si el sistema político democrático debiera plegarse a las más altas exigencias de la religión y la mayoría parlamentaria no significara nada frente a los dogmas de la única religión verdadera.
Imponer sin convencerViendo fotos de la manifestaciónes sorprende observar la enorme cantidad de niños y adolescentes que asisten a la fiesta sin apenas saben de qué se trata, así como la pasión con que ellos y sus mayores afirman completos absurdos de fuerte contenido emocional: “se destruye la familia”, “se asesinan niños”, en vez de razonamientos con mínimos grados de convicción.
Es comprensible que los católicos se opongan al aborto desde sus creencias, pero no es aceptable que pretendan imponérselas al resto de la población como si de talibanes se tratara, dado que se trata de una opción y no de una obligación. ¿Cuántas de las jovencitas ingenuas que daban gritos se pueden encontrar mañana ante una situación límite? ¿Cuántas pueden tener que optar por algo que ahora ignoran?
Los grandes principios suenan muy bien, pero se tienen que defender en la práctica con coherencia: si no se desea el aborto hay que dar una buena educación sexual, que generalmente se interpreta como iniciación a la perversión por los mismos señores bienpensantes, promover una buena política de guarderías y ayudas familiares, reconocer sin paliativos todos los tipos de familia… y facilitar los elementos de planificación familiar que son tabú para el Vaticano.
De todos modos se trata una vez más de hacer mucho ruido porque una completa ilegalización del aborto supondría hoy la criminalización de miles de mujeres, especialmente de las más desfavorecidas, de turismo abortista a otros países y de un siniestro mercado negro de practicantes clandestinos. Pero ya se sabe que si se salvan los grandes principios el sufrimiento individual les importa poco a los salvadores de almas.

miércoles, 7 de octubre de 2009

La Arrogancia del clero


Un excelente resumen de las razones por las que es necesario oponerse a los nuevos aquelarres que nos preparan los jerarcas en España y otros países, siempre en contra de cualquier progreso social.

viernes, 2 de octubre de 2009

¿Efebófilo o pornógrafo?


Apenas dichas las tonterías del cardenal Tomasi citadas en el post anterior, he aquí, que pocos días después de que se emitiera una orden de busca y captura contra él, se entrega a la policía canadiense Raymond Lahey, obispo católico de Antigonish, Nueva Escocia, que dimitió recientemente al ser acusado de posesión e importación de pornografía infantil, encontrada por casualidad en su ordenador, en ocasión de una comprobación de seguridad en el aeropuerto de Ottawa. El prelado había mediado recientemente en un acuerdo por valor de 15 millones de dólares para compensar a las víctimas de abusos sexuales perpetrados por sacerdotes de su diócesis.
El ex obispo queda ahora a la espera de juicio en Noviembre, confinado en un monasterio trapense de Rogersville.
Es interesante notar que este señor solía predicar contra la pedofilia y también contra la homosexualidad… ¿pero sería él uno de esos gays infiltrados en la iglesia?... haz lo que digo, no lo que hago.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

¡Y tú más!


Ahora resulta que los abusos a niños en la Iglesia Católica no son para tanto, por una parte ya dijo un obispo español que la mayor parte de la culpa es de los supuestos abusados, que son arteros provocadores, pero es que, además, “sólo” entre un 1 y un 5 por ciento de clérigos son pedófilos… perdón, efebófilos, que es menos grave porque elimina a los menores de once años. Para acabar la exculpación hay que considerar que en otras iglesias y sinagogas se abusa más… y tú más… y tú más.

La iglesia no es culpable, aunque haya procurado tapar los innumerables escándalos, proteger a sus causantes e ignorar a la víctimas durante decenios. Los verdaderos culpables son… los homosexuales, naturalmente, puesto que se han infiltrado en la santa institución para satisfacer su efebofilia ¿o acaso usted ignoraba que todo homosexual es un corruptor de menores? Consúltelo entre los “expertos” vaticanistas y ya verá lo que le dicen.

A este paso es posible que un futuro santoral exista San Abusón, probo varón que tentado por demonios en forma de niño cayó en las garras de un malvado juez gay que condenó a la iglesia a pagar una buena suma… ¡Lo que hay que oír!

lunes, 24 de agosto de 2009

Si eres gay... ¡no practiques!


Esta ridícula proclama es seguro que les suena familiar, puesto que no otra cosa se dice desde posiciones eclesiásticas desde hace algún tiempo, es decir, desde que comenzaron a aceptar de mala gana que la homosexualidad podía no ser elegida, sino una tendencia innata que pone en solfa la supuesta “ley natural” a la que, según la iglesia católica, se pliega su estrecha moral sexual.

Las noticias científicas hace mucho que no dan ninguna alegría a los prejuicios religiosos que tienen demonizado el sexo y a la homosexualidad como especial perversión, de aquí que se agarren como a clavo ardiendo a cualquier letra pequeña para justificar posturas represivas y que tanto daño hacen a mentes débiles. En este caso a la comunicación de la APA (Asociación americana de Psiquiatría) que niega cualquier validez científica a las supuestas terapias de “conversión” y reafirma que la homosexualidad NO es una enfermedad.

Para el Abc la homosexualidad sigue siendo una taraTodos los homosexuales deberían conocer esta declaración (ver post anterior), que ha caído como una bomba en los círculos que ustedes suponen, pero que es de especial importancia, puesto que a partir de ella va a ser extraordinariamente difícil justificar la represión por motivos científicos, así como presentar como válidas supuestas terapias que no son sino engaños.

¿Cómo, pues, puede dar un balon de oxígeno a los que siguen viendo la homosexualidad como pecado? Porque la declaración también dice que en el caso de personas que mantengan un gran conflicto entre su fe y su inclinación, en vez de recomendarles cambios imposibles se les debe recomendar un cambio de religión o que se mantengan célibes.

El inenarrable Abc, periódico clerical, ultraconservador y en gran parte extraterrestre, cree ver el cielo abierto: la gran solución es que los homosexuales NO PRACTIQUEN, algo realmente muy fácil y al alcance de cualquiera.

Huelgan excesivos comentarios, porque quien cree que hay un dios que crea homosexuales para castigarlos desde su nacimiento con un instinto que no pueden ejercer, que los hace culpables de sus sentimientos y que los dirige hacia parejas heterosexuales a las que no pueden realmente amar tiene una fe rara en verdad… cuando no un desarreglo piscológico.

¡Qué bien!... si los gays fueran todos invisibles, avergonzados de su “defecto” y no hicieran esos desfiles tan provocadores… Predica el celibato que siempre habrá alguien que se sienta culpable.

jueves, 6 de agosto de 2009

La APA condena las "terapias reparativas"


Por si no lloviera bastante sobre mojado, la Asociación Americana de Psicología (APA en siglas en inglés) ha adoptado una nueva resolución el pasado miércoles que confirma que los profesionales de la salud mental no deben decir a sus clientes que pueden cambiar su orientación sexual mediante terapias u otros tratamientos.

Esta resolución aconseja también a los padres, tutores y jóvenes que huyan de los tratamientos que presentan la homosexualidad como una enfermedad mental o como un desorden del desarrollo y que busquen en cambio apoyos “que proporcionen información adecuada acerca de la orientación sexual y la sexualidad, que aumenten el apoyo de la escuela y la familia y que reduzcan el rechazo de los jóvenes pertenecientes a la minoría sexual.”

Contra las afirmaciones de los defensores y practicantes del cambio de orientación sexual, falta evidencia suficiente para apoyar el uso de medios psicológicos para este cambio”, afirmó Judith D. Glassgold, doctora en psicología y presidenta del grupo de trabajo. “Los estudios científicos rigurosos más antiguos sobre este tema ya hallaron que la orientación sexual no cambiaba mediante los métodos propuestos para este fin y los estudios más recientes no proporcionan evidencia alguna de que se hayan producido cambios en la orientación, puesto que los métodos de investigación aducidos no son adecuados para determinar la efectividad de estas intervenciones.”

Glassgold añadió: “Como máximo, algunos estudios sugieren que ciertos individuos aprenden a ignorar o a no actuar de acuerdo a su atracción homosexual. Pero no indican para quién es esto posible, cuanto tiempo dura o sus efectos a largo plazo para la salud mental. El resultado es nulo en individuos atraídos en exclusiva por su propio sexo.”

El grupo de trabajó examinó un total de 83 artículos científicos contrastados sobre este tema en inglés desde 1960 hasta 2007. La mayor parte anteriores a 1978, puesto que sólo unos pocos se han realizado durante los últimos diez años. El grupo también revisó la literatura científica más reciente acerca de la psicología de la orientación sexual.

Desgraciadamente una gran parte de la investigación en el área del cambio de la orientación sexual tiene graves errores de planteamiento”, dijo Glassgold. “Pocos estudios pueden ser considerados metodológicamente sólidos y ninguno evalúa los daños potenciales.”

Glassgold dijo que: “sin esta información los psicólogos no pueden pronosticar el impacto de estos tratamientos y deben ser muy cautos, puesto que hay estudios específicos que sugieren sus daños potenciales. Los profesionales pueden ayudar a los clientes con terapias que no pretendan cambiar su orientación, sino que más bien supongan aceptación, apoyo y exploración y desarrollo de la propia identidad, sin imponer como resultado una identidad concreta.”


Glassgold concluyo: “en otras palabras, recomendamos que los psicólogos sean completamente honrados al describir las probabilidades de cambio de orientación sexual y que ayuden a sus clientes a explorar sus convicciones, objetivos y conflictos respecto a religión y sexualidad
.”

La reseña íntegra en inglés puede verse aquí

martes, 21 de julio de 2009

La "normalidad" del Sr. Pombo


Parece que cuando escribí los dos posts anteriores me estaba adelantando a las peculiares sinrazones de Alvaro Pombo que con gran delicia expone “La Razón”, periódico poco sospechoso de simpatías homosexuales que, como es natural, utiliza a un personaje tan contradictorio como este señor para arrimar el ascua a la sardina de la homofobia.

El truco es viejo: utilícese al miembro de una minoría a la que se quiere desprestigiar contra ella misma.

Tampoco es difícil: las minorías no son homogéneas y algunos de los que se supone que pertenecen a ellas se niegan sistemáticamente a que los encuadren en las mismas, como si fueran casos especiales, inclasificables e intocables.

El Sr. Pombo ya ha expuesto algunas o todas estas ideas previamente, desde su resistencia al encasillamiento sexual hasta su disgusto por el movimiento (y por el término) gay, pasando por su negativa a la palabra y al hecho del matrimonio entre personas del mismo sexo. Que el lo envuelva en su particular versión de progresismo le viene de perlas a la mentalidad inequívocamente reaccionaria del diario de marras, que pretende asi reforzar su bien conocida doctrina eclesiástica de deslegitimación de los homosexuales y de fomento de su invisibilidad.

Las opiniones no ofenden, aunque no tengan un buen fundamento Aunque, como también decía en mis posts anteriores, sería perder el tiempo enredarse en discutir lo indiscutible. Parece que el Sr. Pombo se contenta con una modesta despenalización de la homosexualidad, con que ya no se amenace directamente con la cárcel o la “reeducación”, pero que, como los voceros más conservadores de la gazmoñería, desearía que los agradecidos bujarrones fueran a partir de ese momento por completo invisibles, “normales” que se limitaran a practicar su vicio en las catacumbas y sin ofender los delicados sentimientos de los heterosexuales, que sufren lo indecible con la indecencia de las cabalgatas y la cursilería de las bodas.

Esto de cursi tiene su gracia, entre otras cosas por ser una calificación poco adecuada a una época que puede pecar de vulgaridad, pero no de los rasgos de “quiero y no puedo” que caracterizaban a la pequeña burguesía en generaciones anteriores, especialmente en las pequeñas ciudades de provincia. Creo que el Sr. Pombo, como muchos españoles de su edad, califica de cursis ceremonias y manifestaciones de sentimientos de las que él se avergonzaría, pero esto es su problema, puesto que la cursilería sólo ofende a quien se deja.

Afirmaciones como las del Sr. Pombo son hijas de la equivocada idea de que la discreción y la invisibilidad son garantías de tolerancia, pero esto es como decir que si los negros en América hubieran sido muy muy buenos y se hubieran resignado a su suerte los blancos les hubieran dado los derechos civiles. Sólo la lucha, la reivindicación y la visibilidad garantizan a una minoría un cierto respeto, pero es difícil respetar lo que no existe o lo que no se sabe que existe.

Como en el caso de las opiniones de la Reina Sofía, propaladas por una autora bien conocida por su integrismo, no demos demasiada importancia a las de este señor publicadas en un diario tan próximo a la ortodoxia católica. Este es un país libre y se puede disentir de lo que piensan unos y otros, aunque con estos amigos no nos hagan falta enemigos.

martes, 7 de julio de 2009

Prendidos en los términos... interesadamente


Parecería, de tomárselo literalmente, que la gente pierde el tiempo en discutir el sexo de los ángeles cuando se habla de matrimonio y se une a “de personas del mismo sexo”. La polémica de si se debe llamar así o no ha contagiado a los homosexuales mismos, algunos de los cuales, sin saber muy bien lo que dicen, hacen afirmaciones contrarias, contradictorias y confusas, sin darse cuenta de que están cayendo en la trampa de los que se niegan a la igualdad de derechos para las minorías, en este caso sexuales, es decir, fundamentalmente las iglesias y los grupos afines.

El término debe ser igual si el contrato es igualEvidentemente lo que importa es el derecho y no el nombre, pero si los derechos deben ser iguales para todos, el nombre con el que se denominan debe ser también igual.

El matrimonio civil (el único que existe a efectos jurídicos) es un contrato con unos derechos y obligaciones específicos de los que se derivan otros. Sólo hay un tipo de matrimonio en el derecho moderno, a diferencia de tiempos pasados en los que podían darse diferentes tipos con diferentes derechos (en el derecho romano, por ejemplo). Si sólo hay un tipo de matrimonio no hay razón alguna para que este contrato adquiera otro nombre a causa del sexo de los contrayentes… a no ser que se quiera reducir o limitar su alcance.

La lucha emprendida por la palabra no es inocente sino que trata, una vez más, de descalificar desde las creencias a los que no se ajustan a una determinada norma, tenida por la única “canónica”, con el fin de hacerlos aparecer como claramente diferentes e “inferiores”, puesto que no reúnen los requisitos de “normalidad” que se predican como los únicos aceptables.

Un estado aconfesional y laico no debe entrar a considerar tales disquisiciones, sino proteger del mismo modo a mayorías y minorías extendiéndoles los mismos derechos con el mismo nombre.

No es verdad que:

El matrimonio sólo sea “verdadero” o socialmente aceptable cuando la pareja pueda ser fértil. En este caso habría que prohibirlo para los heterosexuales estériles y para todos a partir de cierta edad.

El matrimonio haya sido eternamente igual. Basta con repasar la historia para ver la evolución de la institución. Basta leer la Biblia para darse cuenta de que los patriarcas practicaban la poligamia y otras supuestas “aberraciones”.

El matrimonio no pueda variar. Todas las instituciones humanas lo hacen, la esclavitud, los derechos humanos, los de propiedad y un sinfín de otros han cambiado y siguen evolucionando.

El matrimonio de personas del mismo sexo amenace al de los heterosexuales. El aumento de la inestabilidad matrimonial tiene múltiples causas, pero carece de toda relación con la homosexualidad como tal.

El matrimonio de personas del mismo sexo fomente la promiscuidad o la infidelidad. La segunda es una vieja plaga de las parejas heterosexuales, la primera no suele ser la característica principal de las personas del mismo sexo que quieren contraer matrimonio y con él las obligaciones del mismo.

Las verdaderas razones de la inquina religiosa a la palabra hay que buscarlas en la supuesta superioridad moral, la intolerancia y la homofobia que caracterizan a tantas iglesias, así como a la increíble hipocresía con la que aceptan la realidad social, siempre que no afecte a sus privilegios.

martes, 16 de junio de 2009

La cofradía del Arco Iris


Siempre que se acercan las fechas del Orgullo Gay se reproducen hueras discusiones sobre el sentido de las mismas, su terminología y la forma de celebrarlas. ¿Para qué están? ¿Por qué hablar de orgullo? ¿No deberían ser más serias?

A estas alturas semejantes preguntas sólo sirven para sacar a relucir enfrentamientos entre facciones o para repetir los tópicos anti-gays de los que no se apean talibanes religiosos y homófobos de diversos pelajes.

Orgullo es no sentirse inferiorMuchos se olvidan de que actos y manifestaciones, por muy lúdicos que sean, tienen un sentido reivindicativo, como aún se ve en los países en que se prohíben o dificultan. Nacer homosexual es un delito, una enfermedad, una ridiculez o una vulgaridad en muchos lugares y para muchas personas, incluyendo muchos españoles a los que las leyes no curan los prejuicios. Pero en Europa occidental y en América luchas y desfiles convertidos ya en tradicionales han sacado a la luz la injusticia prevalente y acostumbrado a la presencia de una minoría a la que antes se ignoraba.

La visibilidad es ya un paso adelante, puesto que lo que parece que no existe no se considera, pero ¿qué actitud deberían adoptar los homosexuales una vez en la calle? Algunos parecen pensar que deberían desfilar humildes, agradecidos, modestos, silenciosos y sin pluma, arrodillados ante una mayoría que tiene la deferencia de tolerarlos, con la idea de que cualquier otra cosa es una “imposición”, pero esto no hace sino prolongar la discriminación de otro modo, como si se dijera que son leprosos que deben ocultar sus llagas para no repugnar a los sanos, anormales que no pueden decir qué son sino avergonzarse de serlo.

Las personas LGTB, ni enfermas ni delincuentes, pueden enorgullecerse legítimamente de ser quienes son, es decir, de mostrarse con sus cualidades propias, como otros se jactan de su familia, su nación, su pueblo o su religión y no aceptan que se les avergüence por ello. Enorgullecerse no significa sentirse superior, sino no sentirse inferior.

Una manifestación puede adquirir muchas formas y no hay ninguna más ortodoxa que otra. El mundo LGTB es variado, multiforme, político, comercial, lúdico y también transgresor de ciertas normas rígidas e hipócritas. Cuando se le acusa de provocar e imponer se hace con un doble rasero: los miembros de asociaciones religiosas y hasta de grupos integristas pueden cortar el tráfico, pasear sus imágenes y exhibir pancartas exageradas, acusadoras y sesgadas. Ciertamente tienen un derecho amparado en la constitución y las leyes, pero el mismo derecho tienen los contrarios, entre los que se cuenta la cofradía del Arco Iris.

viernes, 5 de junio de 2009

Europa y el miedo


Una de las razones por las que se hacen simulacros de incendio y evacuación en escuelas, hospitales y otros edificios públicos, es la de evitar el pánico, si algún día hay una catástrofe real. Las personas no avisadas pueden en caso de urgencia caminar hacia las llamas en su confusión y perecer, en vez de huir de ellas y salvarse.

Es importante votar por EuropaLa presente situación en Europa se parece algo a la de una casa llena de vecinos condenados a vivir juntos, pero que se ignoran mutuamente y carecen de un plan de urgencia en caso de accidente. Políticos y ciudadanos rivalizan en irresponsabilidad a la hora de ignorar los verdaderos problemas, acusándose mutuamente de los mismos y esperando que éstos se resuelvan de algún modo mágico… sin tener que pagar el coste de la improvisación.

La U.E. es hoy por hoy imprescindible, la causa de la prosperidad europea y no de la mayor parte de sus problemas, pero muchos parecen creer que es algo lejano, sin importancia y sin consecuencias para ellos. Peor aún, en época de incertidumbre y cambios globales se desata el reflejo de refugiarse en lo conocido, de blindar la puerta de la propia vivienda creyendo que esta es una garantía segura de que los cambios no nos afectarán. Los populismos que ahora corren por una Europa que pierde importancia día a día, son como los gritos de los alocados vecinos que sin plan corren en diferentes direcciones y acaban cayendo en las llamas que tanto temen.

Ciertos euroescepticismos pueden explicarse, pero no justificarse con visión realista y a largo plazo. Es imperdonable que se utilicen las elecciones al parlamento europeo para ajustar cuentas dentro de los estrechos límites nacionales o facilitar el triunfo de candidaturas antieuropeístas como “voto de castigo”. Los que así hacen se castigan a sí mismos, puesto que sólo una política de más unión y menos nacionalismo puede garantizar que nosotros como europeos podamos tener una voz en el mundo y mantener nuestra prosperidad.

Los que no ven que esto afecta también a sus derechos como personas es que están particularmente ciegos.

Votemos todos y hagámoslo conscientemente, sin prestar atención a los gritos de los que aumentan el miedo. Europa es importante para todos.

miércoles, 27 de mayo de 2009

En apoyo del matrimonio gay en California

Pese a los recientes avances en esta materia en algunos de los Estados Unidos, el que los grupos reaccionarios hayan conseguido mantener la desigualdad de derechos en California, el estado más poblado y uno de los más ricos, es algo a combatir con todas nuestras fuerzas. No olvidemos la proyección cultural que tienen los Estados Unidos en el mundo, especialmente a partir de Hollywood, California.

jueves, 21 de mayo de 2009

El caso irlandés


La publicación de un documento, fruto de una larga investigación sobre los abusos de todo género cometidos con miles de niños en centros católicos de Irlanda desde los años 30 a los 90 del siglo pasado, pone de nuevo sobre la mesa la crueldad, la arrogancia, la falta de humanidad y la nula espiritualidad de un clero que ha entendido la religión como una serie de abstractos mandamientos codificados, prácticas huecas y juegos de poder e influencia. Sorprende por lo mismo que una organización semejante se considere en posesión de la superioridad moral e intente imponerla a toda la sociedad, incluyendo a los que no creen ni en sus dogmas ni en su función social.
No hay superiores moralesA los que en nuestros tiempos nacional-católicos nos tocó padecer la “educación” clerical no nos sorprende nada lo que ahora se cuenta. Salvando las distancias entre los pobres niños huérfanos sin protección alguna y los burguesitos que sí la teníamos, recuerdo mi estancia en un determinado colegio de Madrid como una serie de años de condicionamiento mental brutal, piedad obligada, abuso psicológico, castigos arbitrarios y palizas. Los castigos físicos no eran sin duda tan terribles como los que se describen en el documento irlandés, porque más de un padre podía haberse enfadado bastante, pero las tortas, los capones, los tirones de pelo y de orejas eran habituales. Los tormentos lentos y sutiles podían ser peores, recuerdo en particular que los que llegaban tarde a la misa obligatoria con la que empezaba el día a las 8:30, tenían que quedarse de rodillas sobre el helado marmol del suelo hasta que terminaba… con los pantalones cortos que todos llevábamos entonces. El frío subía hasta la cadera y te atenazaba el cuerpo.
Con alguna excepción honrosa ninguno de aquellos frailes tenía una cultura mediana, lo que los obligó a recurrir ya en mis tiempos a no pocos profesores laicos contratados, pero todos te metían el miedo en el cuerpo y te hacían sentir como un ser deleznable, pecador y condenado de antemano.
Como la brutalidad engendra más brutalidad, recuerdo también la extremada violencia física entre alumnos y los abusos de unos sobre otros, siempre sin control ni eco alguno entre aquellos “educadores”.
“Sentirlo mucho” no es bastante, especialmente cuando la iglesia, en la que tantos casos de malos tratos y pedofilia abundan, sigue fomentando la intolerancia y la discriminación contra mujeres, homosexuales y los que no creen en ella. Me parece que el tardío arrepentimiento es resultado más de impotencia que de verdadero pesar.

viernes, 1 de mayo de 2009

El fin que justifica los medios


En un comentario al vídeo que hice cuando el Vaticano no quería firmar la recomendación de la ONU para la despenalización universal de la homosexualidad, uno de los muchos fanáticos al uso me acusa de “intolerancia” por no respetar opiniones ajenas.

La ortografía y redacción del comentario no dejan lugar a dudas sobre la mucha falta que a este individuo le haría leer, aunque fuera propaganda, ni sobre la difusión de prejuicios a base de mentiras, exageraciones y deformaciones, con el único fin de descalificar.

Mentiras y propaganda antigayLas iglesias cristianas más reaccionarias están dedicadas a esta antievangélica labor con el fin de mantener un monopolio moral que imponga sus normas a toda la sociedad, aunque el fundamento de las mismas tenga poco que ver con la razón y la ciencia. Con un pretexto ético se utilizan métodos absolutamente inmorales en los que vale todo, por ejemplo:

La homosexualidad se identifica con pedofilia, irresponsabilidad social y sexual, enfermedades, infelicidad, vida corta, criminalidad y drogas.

Se habla de la homosexualidad como de una “opción” y se da por supuesto que se puede abandonar, o como de una “desviación” tratable y curable.

Para justificar todo lo anterior se citan estudios y estadísticas sesgados, deformados o falsos.

Se lanzan mensajes alarmistas sobre la corrupción infantil, el fin de la familia y la amenaza que pesa sobre el matrimonio.

Se aduce falta de libertad de expresión, acoso y persecución cuando se denuncian sus mentiras y se les acusa de homofobia.

Para los fundamentalistas de toda laya los derechos LGTB son un tema muy sensible, porque creen que pueden apoyarse en los difundidos prejuicios machistas para ganar una influencia social que pierden con rapidez.

No hagamos caso de lágrimas de cocodrilo y de frases tales como: “yo respeto a los gays, pero…” Son nuestros derechos humanos los que están en juego.

sábado, 11 de abril de 2009

Folclore, cultura y política


Vaya por delante que no me gustan nada o muy poco las fiestas locales de cualquier país. Pueden ser interesantes desde el punto de vista antropológico, histórico o cultural, pero el ruido, las masas, las supersticiones y barbaridades de que se componen casi todas ellas me resultan ajenos cuando no repulsivos. Por otra parte, si bien en ciertos lugares conservan aún una cierta autenticidad por elevada participación autóctona y por ser la única o principal celebración comunitaria, en la mayoría, especialmente en occidente, no son sino una repetición ritual huera de algo cuyo sentido se ha perdido en gran parte para convertirse en mero folclore, atracción turística o fetiche identitario en el peor de los casos.

España abunda en esta clase de manifestaciones que, curiosamente, hacia el fin del franquismo estaban en decadencia y tenían escaso prestigio entre opositores e intelectuales en general. Su arcaísmo y general impregnación religiosa chocaban con la vida moderna, mientras que la evolución económica y social las relegaba lentamente a ser una diversión más entre las múltiples existentes.

El folclore se utiliza como armaUna de mis grandes sorpresas ha sido no la supervivencia de algunas de ellas, sino el renacimiento y abultamiento de muchas otras, su extensión y su reevaluación por no pocos de los que antes las criticaban. Hasta manifestaciones representativas de un tipo de religión intolerante y reaccionaria pueden llegar a ser entusiásticamente exaltadas por personas que en otros aspectos de la vida se consideran progresistas. Es comprensible que se haga para atraer turistas, no tanto cuando sólo sirven para apoderarse de las calles y exagerar una presencia que no se tiene realmente en la sociedad.

La Semana Santa española siempre me pareció un espectáculo triste y abrumador que desplazaba la celebración del gozo pascual de la resurrección de Cristo para los creyentes a la recreación morbosa, sadomasoquista e inquisitorial en el sufrimiento y los martirios. Me acuerdo muy bien de cuando en plena dictadura nacional-católica los padecimientos se redoblaban con la prohibición de cines, bailes, música no religiosa y otras frivolidades, al estilo del actual Irán.

España es otra, pero como no siempre se pueden quemar etapas, las nuevas clases medias, tan secularizadas de un lado, vierten demasiado ingrediente folclórico en el compuesto de su mediocre cultura y le dan una valor identitario variable según las regiones, pero siempre excesivo. La iglesia católica, que en el fondo no ha cambiado nada, se aprovecha de ello para hacer su política, que este año puede consistir en lucir lazos blancos y al siguiente en cualquier otra cosa, con el privilegio que supone que le regalen manifestaciones gratuitas, protegidas e intocables para abrumar con sus creencias a paganos e indiferentes, que son hoy día bastantes más que sus fieles.

No, no me gusta el folclore cuando se utiliza como arma.

viernes, 3 de abril de 2009

Miguel de Molina y la provocación


He ido con el Grupo de Mayores del Cogam a ver la exposición sobre Miguel de Molina, bailarín, cantante y actor. Al margen de lo que guste la copla y su peculiar interpretación por este artista, la exposición muestra auténticas obras de arte de vestuario y zapatería y, más aún, la complicada vida de un hombre que sufrió persecución y malos tratos simplemente por ser (o ser considerado) republicano y homosexual en España, pero que también tuvo que padecer la homofobia en Méjico y Argentina.

En plena visita, conducidos por una simpática y experta guía, un hombre de más de 60 años, nada notable en su aspecto, abre la boca, como dirigiéndose a ella, pero con la intención de que todos lo oyeran y le rieran la gracia:

—¡Hay que ver como trataban entonces a los maricones y ahora resulta que sólo se ven maricones por todas partes!

Se me subió la sangre a la cabeza y lo interpelé de modo cortante:

—¿Es que a usted le parece mal?

El tiparraco me miró, nos miró, lo pensó mejor y desapareció… pero no del todo: al ir a firmar en el libro de visitas me encuentro con un párrafo escrito por él u otro similar:

“Este tipo podría ser un gran artista, pero por rojo y maricón hicieron bien en echarlo de España.”


No se puede bajar la guardiaA falta de una verdadera educación sigue habiendo muchos energúmenos para los que ser homosexual es ser maricón (medio hombre, degenerado, despreciable, desviado). Para estos fascistas políticos o sociológicos, alentados por iglesias irresponsables, los homosexuales son “intrínsecamente desordenados”, una lacra a eliminar o reprimir.

¿Pero qué hacía este hombre tan viril en una exposición dedicada a un homosexual famoso? ¿Iba por la copla, por el coplero o por la provocación?

No bajemos la guardia: hay que seguir exigiendo nuestros derechos y no permitir que nadie nos insulte en público con semejante lenguaje.

miércoles, 1 de abril de 2009

Agitprop antigay


La Iglesia Católica no deja de tener que hacer frente a escándalos sexuales, es decir, a claros casos de abusos generalmente con menores, aunque hay también casos con adultos. Dada la imposibilidad de ocultarlo, que era lo que se podía hacer en el pasado, al Vaticano se le ha ocurrido ahora la no-solución perfecta: prohibir que los homosexuales puedan ser sacerdotes.

Esta no-solución tiende a desviar el problema y conseguir alguna ventaja. Para empezar parece que la iglesia hace algo en asunto tan delicado, aunque sea dudoso y a largo plazo, en segundo lugar la idea implica que todos los que abusan de menores son homosexuales, ergo, la homosexualidad es una desviación, es equiparable a la pedofilia y, naturalmente es incompatible con el ministerio sagrado. Hay incluso algunas diócesis, como la de Melbourne en Australia, que quieren poner en vigor un sistema para "filtrar" homosexuales y adaptarse así a la nueva norma.

El Vaticano pretende culpar a los homosexuales de los abusos del cleroPero no nos engañemos, la no-solución vaticana es sobre todo propagandística, una cortina de humo que trata de ocultar que la verdadera causa de los abusos reside en un celibato forzado elegido a edades tempranas y sin verdadera conciencia de sus efectos. La mayor parte de los abusadores pueden ser acusados de pedófilos, pero la abrumadora mayoría de los homosexuales ni son pedófilos ni se entregan a un imposible "proselitismo" para cambiar la orientación sexual de nadie -una fantasía heterosexual digna de análisis psicológico-

La realidad es que el abusador eclesiástico puede ser pedófilo y también -¿por qué no?- homosexual, pero creo que en muchos casos se comporta como el preso que se orienta hacia el único objeto sexual que tiene a su alcance, niños, sordos, discapacitados, novicios etc. Es la imposición de normas imposibles de cumplir lo que lleva a cometer violencia física o mental contra seres indefensos.

Por otra parte ¿cómo se puede "filtrar" a los homosexuales? ¿por el aspecto? ¿por la pluma? ¿por lo que se excitan al ver fotos de Beckham? Supongo que más de un investigador se sentirá interesado por los métodos a emplear y sus resultados prácticos. Pero tampoco hay que creerse que esto es serio, lo más seguro es que los "filtradores" sean de la catadura científica de Aquilino Polaino, Joseph Nicolosi y otros "curadores" de gays.

Mientras tanto no olvidemos que se sigue lanzando el mensaje "los gays son malos, pedófilos y abusadores".

sábado, 14 de marzo de 2009

Armario, leyes y homofobia


Hace poco que un amigo me ha recordado con mucha razón que el veredicto de un jurado popular de Vigo que declaró inocente al asesino de dos gays a los que propinó 57 puñaladas(!) demuestra la homofobia existente en la sociedad, a pesar de la avanzada legislación española en la materia. El sujeto en cuestión alegó ¡miedo insuperable a ser violado!... aunque había pasado el día anterior en un bar gay y consumió drogas y se emborrachó con las víctimas durante horas.

Salir del armario favorece al individuo y a la sociedadEfectivamente no hay que engañarse al respecto: hay amplias zonas sociales en las que el machismo y los prejuicios sociales y religiosos siguen considerando a los homosexuales como “diferentes peligrosos” a los que achacar comportamientos asociales que van desde la corrupción de menores al forzamiento de varones contra su voluntad. La percepción es lo que importa, no la realidad, de modo que el hecho real de que sean los homosexuales las víctimas no cambia la idea ignorante de que son culpables.

La mayoría de la gente que sigue pensando así no conoce homosexuales de cerca, sólo los mitos y estereotipos que sobre ellos corren. Si supieran que su sobrino, hijo, vecino, padre, profesora, médico, etc., se cuentan entre ellos, verían que son como todas las personas y, aunque a bastantes pudiera no gustarles demasiado, su implicación personal les haría obrar y hasta pensar de otro modo.

De aquí que, como decía Harvey Milk, sea tan importante salir del armario… una idea que aún aterroriza a no pocos gays mayores que aún no se han dado cuenta que justamente ellos son los que menos tienen que temer… porque todos lo saben ya.

sábado, 7 de marzo de 2009

Gays y sexo


El sexo define la homosexualidad, pero un homosexual no es sólo sexo. Esta verdad de perogrullo no es siempre clara para muchos gays mayores demasiado acostumbrados a vivir en un mundo subterráneo en el que casi todas las actividades giraban alrededor del ligue y en el que éste todo lo explicaba y excusaba.

No es tan raro encontrarse con individuos que echan de menos la época de la represión "porque durante ella se ligaba mejor", "los tíos no eran tan escrupulosos", "había más compañerismo y solidaridad", etc. Me recuerdan frases similares oídas a héteros en países ex-comunistas sobre su triste pero "seguro" pasado. En ambos casos no es que los que así hablan quieran volver a la opresión, sino que idealizan hechos de cuando eran más jóvenes, aunque basados en la realidad: el que tiene que fingir, ocultar y disimular su condición en todos los aspectos de la vida, se desata en cuanto tiene ocasión, necesita desatarse para poder seguir viviendo. El mismo individuo puede ser un hombre retraído, convencional y conservador durante el día, para transformarse en aventurero, experimentador y sin freno durante la noche, pero sólo en los garitos y círculos cerrados en los que sacia su particular necesidad, alrededor de la cual todo gravita y todo se permite.

La orientación sexual no es sólo sexo"En el caso de los gays, la imposibilidad o los problemas que causaba la visibilidad para la mayoría traslada esta esquizofrenia a los afectos: se pueden tener relaciones sexuales con otro hombre, pero no ser su amigo, amarlo, vivir con el, ser reconocido como pareja etc. Algunos pueden llegar a creer que "amar a otro hombre es imposible" porque los gays "siempre buscan sexo, hablan de él, quieren cambiar, son promiscuos" y demás expresiones de una sexualidad exclusiva o desatada.

Demasiadas veces la cultura gay predominante ha aceptado esto como un hecho incontrovertible, incluso en los cambiantes tiempos actuales, pero en una situación legal y social mucho más favorable, de visibilidad creciente, ciertos comportamientos y actitudes no tienen el mismo sentido.

Es posible que naturalmente todos los hombres sueñen con ser promiscuos y que algunos lo sean, pero la mayoría habla mucho y hace poco, se enamora, se casa, se divorcia, es infiel, es fiel, buen o mal marido, padre dedicado o distraído, etc. Como aparte de su orientación sexual los gays no son diferentes del resto de la humanidad, pueden plantearse una existencia igual o muy parecida a la de sus compañeros héteros, sin hacerse demasiadas cábalas respecto a su especialidad. Los jóvenes experimentarán más, pero no cerrarán la puerta al amor, la estabilidad y hasta a la paternidad, sin necesidad de comprometer a una mujer inocente.

Esta "normalidad" no es siempre bien aceptada o comprendida por gays mayores cuya psiquis es una complicada mezcla variable de viejos temores, homofobia internalizada y explicaciones románticas sobre lo "especial" o lo "liberal" de su condición. La normalidad les fue hurtada y no pocos siguen viviendo en un gueto mental en el que todo se define por el sexo ocasional y se reduce a él. Hace falta una cierta valentía para salir de lo trillado y ver que hay otras posibilidades, que empiezan por ver el mundo y su condición sin los anteojos casi exclusivamente sexuales del pasado.

martes, 10 de febrero de 2009

Integrismo


En nuestros días se da la aparente paradoja de que mientras la Iglesia Católica pierde fieles e influencia sus dirigentes y muchos de sus creyentes se vuelven más agresivos e intolerantes. Digo aparente porque el creciente integrismo de la jerarquía es una consecuencia de la indiferencia religiosa de una gran parte de la sociedad. La Iglesia es ahora consciente de su pérdida de influencia y su reflejo es retirarse a posiciones tradicionales, sostenidas por el pequeño número de incondicionales, en vez de adaptarse a la rápida evolución de la ciencia y las sociedades democráticas.

Contra integrismo laicismoEsta actitud está alcanzando tales límites que los no creyentes y los católicos menos integristas no pueden quedarse callados o pensar que a ellos no les afecta. Como demuestran el caso de Eluana Englaro en Italia, o los ataques a los derechos de las personas LGTB en España y en muchos otros estados, la jerarquía católica participa activamente en política como un grupo de presión no reconocido, con el fin de imponer a toda la sociedad sus normas morales, es decir traducir el catecismo católico en leyes civiles, como era el caso en tiempos predemocráticos.

Es posible que subjetivamente los obispos piensen que la negativa de gobiernos y parlamentos a seguir sus indicaciones es una “persecución”, pero es la sociedad civil la que es objetivamente acosada por una minoría que pretende imponerle normas medievales sin pararse en los medios para conseguirlo.

Más que discutir con la Iglesia sobre sus dogmas, que son sólo problema suyo, hay que luchar porque lo religioso no invada ni se mezcle nunca con lo civil. La ley es producto de la voluntad de la mayoría en los estados democráticos y no puede someterse en ningún caso al criterio moral de un grupo de presión, por muy tradicional que éste sea, especialmente cuando se respeta el derecho de las minorías a no valerse de la ley si la consideran contraria a sus creencias.

Como la experiencia demuestra, tratar con la iglesia de estos temas es inútil, porque parte de presupuestos de un absolutismo y de una insolencia antidemocrática tales que impiden cualquier acuerdo. No creo que al resto nos quede más opción que la oposición frontal al deseo de predominio eclesiástico y a luchar porque efectivamente los eclesiásticos se queden en sus templos y sacristías, además de predicar lo que les parezca bien, es decir, al “laicismo”, horrible vocablo para vaticanistas, clericales y demás. Yo personalmente añadiría el adjetivo “radical”, especialmente cuando nuestro colectivo está en el punto de mira de todos los fanáticos para ser objeto de represión en caso de ganar la suficiente influencia.

lunes, 26 de enero de 2009

El ambiente puede ser peligroso para la salud 2


La atmósfera que reina en la casi totalidad de los bares de ambiente no es sana: humo, alcohol, ruido, aseos imposibles, iluminación para lechuzas y una decoración tan fea y barata que estropea el gusto. Pero como a todo se acostumbra uno, los largos años en que estos lugares fueron los principales para la socialización de los gays crearon hábitos y éstos resultan difíciles de cambiar.

Los mayores que viven solos y sin pareja son los que pueden sentirse más impulsados a acudir a ellos con excesiva frecuencia: pueden encontrarse con conocidos y, aunque todos dicen que no van a eso (¡Ah, yo sólo vengo a tomar la copa!), siempre queda la esperanza (débil) de hallar un acompañante de corta o larga duración.

Los bares gays han perdido glamour y utilidadAcudir de vez en cuando a un bar puede ser hasta divertido, pero caer en el hábito hasta convertirse en parte del mobiliario tiene efectos negativos. En primer lugar, si hasta los no habituales ven a alguien como un objeto de la decoración, la invisibilidad aumenta y con ella la imposibilidad de que alguien le tome a uno en serio. A esto hay que añadir otros efectos secundarios peores cuanta más edad se tiene: aire tóxico, tentaciones alcohólicas, peligro de sordera inducida por exceso de decibelios, alteraciones del sueño por horarios imposibles y ropa arruinada por la suciedad imperante o los fluidos químicos y fisiológicos fuera de lugar.

Es decir, que quien haga de un bar o disco gay el centro de su ocio, único o preferente, aumenta los riesgos para su salud y, paradójicamente, es posible que también se encuentre más aislado: los amigos de bar no pasan de conocidos y la amabilidad de los camareros está en relación directa con el consumo del cliente. Si el bar es de jóvenes la invisibilidad está garantizada, a no ser que se vaya a comprar profesionales del sexo, si es de personas de más edad (hay poquísimos) la clientela está formada por habituales que parecen vivir allí.

Pocos mayores de dan cuenta de que fue el armario, aunque estuviera semiabierto, el que nos empujó a toda una generación a frecuentar estos lugares con más frecuencia de la debida y que sigue siendo el armario lo que evita la corrección del hábito para la mayoría, puesto que hoy día se puede socializar de formas diferentes y no siempre dependientes del ambiente.

¿Pero qué puede hacer el gay mayor casado con una mujer, el que vive con familiares con los que no se atreve a hablar, el que se oculta de compañeros de trabajo y de amigos héteros?... Pasar una puerta cerrada y sentirse a resguardo, rodeado de congéneres.

Claro que no son éstos los únicos clientes, también los hay que acuden por otras razones, pero si no lo hemos hecho ya todos deberíamos pensar si nos gustan realmente estos lugares, examinar qué sacamos de ellos y si no podríamos sustituirlos. En sus tiempos el bar fue un refugio, hoy es más bien un corral en el que algunos se confinan sin ver más horizonte.

También están las saunas, pero de ellas hablaré otro día.

sábado, 24 de enero de 2009

No hay cura para el oscurantismo


Es interesante que al tiempo que se descubre un nuevo asunto de pederastia en una escuela católica de Italia, los poderosos medios de la poco santa alianza Berlusconi-Vaticano alienten la victoria en San Remo de una canción acerca de un "ex-gay", interpretada por otro "ex-gay", que viene a afirmar la conocida idea retrógrada de que la homosexualidad es una "desviación curable".

El origen y variaciones de la orientación sexual es objeto de estudio científico, como todo lo que se refiere al comportamiento humano en general, pero todo indica que tiene orígenes biológicos en elevada proporción, que no es por tanto "elegida" por el individuo y que no es corregible sino algo que pertenece a su más profunda naturaleza. Biólogos, psiquiatras y psicólogos no consideran hoy día la homosexualidad ni desviación ni enfermedad y existe un consenso científico general sobre la imposibilidad, extremada dificultad o malos efectos secundarios de los intentos por hacerlo.

Se cura antes la estupidez que la homosexualidadLa ciencia se topa una vez más en este caso con los prejuicios religiosos y sociales que pretenden mantener una moral arcaica, más propia de supersticiosos campesinos y ganaderos neolíticos obsesionados por la reproducción, que de una sociedad urbana y científica moderna. Pero, como los que de antemano condenan lo que se niegan a entender no pueden echar mano de conjuros o inquisiciones, presentan ahora sus creencias como ciencia y afirman que "los gays se pueden curar". Algo así como si se dijera que uno se puede curar de que no le gusten los garbanzos y de que sí le gusten las lentejas.

Hay muchos aprendices de brujo, como un tal Joseph Nicolosi (en la foto) que ha desarrollado toda una supuesta terapia "reparativa" de la homosexualidad, que captan a pobres víctimas, previamente reblandecidas con fuertes complejos de culpa, les hacen padecer sesiones (nada baratas) de condicionamiento que ponen en peligro su salud mental y las sueltan tan homosexuales como antes, pero con más inhibiciones y confusión. Ninguno de ellos ha demostrado nunca "curaciones" reales, digan lo que digan los propagandistas del Opus Dei entre otros, pero muchos adolescentes son obligados por sus católicos y crueles padres a sufrir hasta descargas eléctricas, y no pocos adultos acuden a estos curanderos para poder continuar bien reprimidos en su armario.

No hay "cura" para algo que no es una enfermedad, pero tampoco para la superstición que tan de la mano va con la estupidez. De ambas se aprovechan "listos" como Nicolosi.

domingo, 18 de enero de 2009

Malas amistades


No cabe duda de que la última obsesión de la Iglesia Católica es la homosexualidad, que es sacada a relucir en todo momento, venga o no a cuento. Ahora ha sido en el "Encuentro de las Familias" en Méjico, una de esas ocasiones multitudinarias, a modo de Woodstock en versión pía, a las que el Vaticano es tan aficionado para que se vea en televisión el poder de sus masas.

Con un lenguaje artero, pero bien transparente, el cardenal Antonelli ha repasado la bien conocida doctrina de que familia es sólo la compuesta por hombre y mujer, unidos en matrimonio y con hijos. Las fuentes no citan si añadió el adjetivo "indisoluble". Es posible que no lo hiciera para no asustar, aunque por supuesto se sobreentiende que para la Iglesia todos lo son... menos cuando los disuelve ella misma.

No contento con excluir el enorme número de familias que no entran en tan estrecha definición, cargó a continuación contra las relaciones homosexuales, a las que definió como "de simple amistad", para añadir que se puede pensar bien o mal sobre ellas (mal para la iglesia), pero que nunca pueden equipararse a la verdadera familia y que los estados no deben darles el menor reconocimiento jurídico, sino que deben permanecer como algo puramente privado.

El Vaticano quiere a los gays en el armario y criminalizadosLos que no se fijan en la letra pequeña, algo de lo que todos somos culpables más de una vez, especialmente cuando nos engañan en el banco, puede que no aprecien lo que esto significa: no es que la Iglesia se oponga sólo a la palabra "matrimonio" para las relaciones entre personas del mismo sexo, es que se opone a cualquier clase de reconocimiento, llámese unión civil, pareja de hecho u otro término, porque los gays deben ser discretos, esconderse, desaparecer de la vida pública, es decir, avergonzarse de lo que son y volver plenamente al armario.

Decir después que no se desea ningún mal a los gays es una contradicción en los términos, puesto que la aplicación de semejante doctrina en la sociedad supondría el colgar directamente un sambenito de anormales, desviados, inmorales y viciosos a todos los homosexuales, que quedarían criminalizados de hecho, aunque el código penal no incluyera en sus artículos la sodomía. Muy coherentemente la Iglesia se opone a toda ley antidiscriminación cuando se proponen.

Este encarnizameinto no es comprendido por la mayoría que no entiende en qué perjudican los homosexuales y sus derechos a la abrumadora mayoría heterosexual. Contra lo que dice la doctrina no causan ningún perjuicio, la hostilidad eclesiástica proviene de su negativa a reconocer la homosexualidad como pecado o como antinatural. Una afirmación semejante pone en cuestión la doctrina y la moralina sobre la que se basa una iglesia que sólo con dificultad ha aceptado la evolución científica, pero que es cada vez más hostil a la investigación biológica que demuestra falsos muchos de sus presupuestos morales. Es un hecho que la homosexualidad tiene raíces genéticas y biológicas, aunque no sean las únicas; una verdad muy molesta para los que la quieren convertir en vicio.

jueves, 15 de enero de 2009

El ambiente puede ser peligroso para su salud I

Recuerdo que cuando yo era niño las señoras decentes no entraban en los bares con cortinas al exterior, como era entonces el celebérrimo "Chicote" de Madrid, porque en ellos se trapicheaba y había mujeres de mala fama que podían contagiar a todas las que entraban.

Por razones obvias, los primeros bares gays, medio clandestinos y sujetos a redadas antes de 1978, y los que vinieron después, fueron y son en su mayoría invisibles desde el exterior, lo que no dejaba de tener su morbo cuando eran casi la única institución en la que encontrar y encontrarse en relativa seguridad. Ninguno de los que entraba podía aducir creiblemente que "se había equivocado", mientras que todos los que allí se exhibían con seguridad buscaban algo y eran buscados. Los bares eran, junto a las saunas, "el ambiente" y la peregrinación por los favoritos se convirtió en un ritual, diario para algunos, que ayudaba y fortalecía la identidad, permitía encontrar amigos y parejas, sentirse entre iguales y hasta relajarse.

También desde el principio los bares y sus hermanas las discotecas tuvieron, unos más que otros, muchos problemas: mal alcohol, precios abusivos, aire tóxico, musica mala y/o ensordecedora, horarios absurdos, decoraciones cutres, deficiente seguridad etc.... Pero al final había que aguantarse porque eran lo único que había y por ellos desfilaban todos, altos y bajos, jovenes y viejos, guapos y feos.

El "ambiente" actual es hostil para los gays de cierta edadEn los últimos veinte años, sin embargo, las cosas han cambiado mucho: internet, asociaciones, mayor tolerancia social, el envejeciemiento de toda una generación de gays total o parcialmente fuera del armario y su relevo por nuevas generaciones de jóvenes mucho más desinhibidos han transformado el ambiente hasta hacerlo mucho más grande y variado, pero también menos acogedor y bastante menos recomendable, especialmente para los viejos.

Hoy hay decenas de bares, discotecas, pubs y tiendas, todos altamente especializados en una determinada clientela, generalmente joven o muy joven, pero apenas cumplen la antigua función identitaria en una sociedad más abierta y aún menos la de búsqueda de pareja, actividad arrebatada casi en su totalidad por internet (o por las saunas) y no limitada al ambiente. Son ciertamente lugares de encuentro, pero de determinados grupos que acuden a ellos más como tribu urbana (los "osos" por ejemplo) que porque les haga realmente falta acudir allí. Los bares y discotecas son hoy día pasarelas de modelos profesionales, semiprofesionales y aficionados; los primeros se venden, los segundos se alquilan y los terceros desfilan para colocarse con las miradas de admiración. La impersonalidad se ha impuesto sobre la antigua familiaridad y las personas de edad son en la gran mayoría de ellos objetos invisibles, cuando no claramente molestos e indeseados.

¿Por qué ir a un lugar generalmente feo, caro, impregnado de humo, ruidoso, sin lugar donde sentarse y en el que la única actividad es sostener un vaso apoyado en una esquina?

De eso hablaremos en el próximo post