martes, 9 de noviembre de 2010

Trampas del lenguaje


La visita del Papa y sus trentinos discursos ponen de relieve una vez más que los que se oponen a los derechos civiles de la minoría homosexual lo hacen desde puntos de vista dogmáticos religiosos, no racionales y mucho menos civiles. De aquí que el intento de hurtar derechos mediante un cambio de denominación sea lo que es, es decir, una trampa para ilusos que se creen que el cambio de denominación no supone cambio alguno.

El pretexto es que la palabra "matrimonio" es tradicional y se refiere solo a la unión de hombre y mujer, que la extensión del contrato a parejas del mismo sexo resulta "ofensiva" para una parte de la población y que para reconocer los mismos derechos se podría utilizar la expresión "unión civil" o "pareja de de hecho".

Yo estaría de acuerdo si todas las uniones de parejas de cualquier clase fueran denominadas "uniones civiles", porque entonces los católicos podrían reservarse la de" matrimonio" para la ceremonia religiosa, sin prejuicio de que los demás tuvieran los mismos derechos y obligaciones ante el estado, pero del mismo modo que no demando el derecho de celebrar una unión en iglesia alguna, exijo que si lo de unos es "matrimonio" lo de otros también lo sea, puesto que cuando no lo ha sido, es decir, antes de 2005, la desigualdad y la discriminación eran notorias.

El Vaticano y sus secuaces individuales y corporativos ni son inocentes ni benévolos ni basan su actuación en el amor sino en un premeditado cálculo de influencia social y política. La espectacular bajada de la práctica y el abandono real del catolicismo por la mayoría de los españoles hacen peligrar los abusivos privilegios de los que sigue gozando una religión hoy día minoritaria, por lo que son necesarios gestos que sigan consagrando un código moral oficial que hagan creer a muchos que el país sigue siendo católico y la iglesia una autoridad espiritual indiscutida, especialmente en las materias sexuales que afectan a minorías tradicionalmente perseguidas, a mujeres y otra tropa no elegida para la jerarquía, que otra cosa es cuando los pecados clericales asoman su fea cara.

Por supuesto que en materia económica y otras naderías puede haber condenaciones generales que se quedan en eso, puesto que un acusado de corrupción si es fiel cristiano se arrepiente... aunque no devuelva el dinero y puede aspirar al perdón y la gloria.... faltaría más.

¿Cuándo van nuestros líderes a plantarle cara al último poder fáctico que tenemos en España?

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