domingo, 2 de enero de 2011

Perseguidos y privilegiados


Me molesta tener que volver a hablar de la Iglesia Católica a principios de año, pero es que esta institución, como todo el neoconservadurismo cristiano de diversos colores, sigue fomentando una reacción que va de lo político a lo científico pasando por lo social, interfiriendo directa o indirectamente en las sociedades en que puede hacerlo y difundiendo odio y prejuicios cuando la dejan. Mucha gente puede creerse que yo odio a mi vez, pero tal vez no se den cuenta de que se trata de legítima defensa, porque de triunfar en toda regla su particular integrismo los que desaparecen son la libertad individual y la igualdad de derechos.

Está en lo cierto el Papa Benedicto (¡yo dándole la razón!) cuando se alarma por el acoso a los cristianos en países musulmanes, porque eso es prueba del bajo nivel de libertad y del alto de intolerancia que aqueja a sociedades aún poco evolucionadas en materia democrática y de derechos, pero mi simpatía desaparece en cuanto oigo a otros jerarcas equiparar laicismo con persecución, como si el voluntario abandono de la religión fuera un insulto o como si las leyes civiles tuvieran que conformarse a los mandamientos de una iglesia concreta.

A este respecto la reacción de la jerarquía española y sus plataformas mediáticas, alineadas unánimemente en las posiciones más ultramontanas, resulta ofensivo y demuestra, una vez, más, que no han aprendido nada, que siguen considerando el país como una finca privada que se les ha arrebatado injustamente y que sólo están esperando el momento adecuado para volver a la carga y obligar a todos a someterse a su moral por las buenas o por las malas, es decir, sin progreso alguno desde la era inquisitorial: la religión como coerción y no como convicción.
Actitudes como ésta dicen poco acerca de la fe en las capacidades espirituales de su creencia, pero mucho sobre sus ambiciones de poder terrenal, privilegio económico y deseos de control indirecto del estado.

No es imposible que consigan mantener su influencia como grupo de presión e incluso aumentarla durante un tiempo, pero si esperan una reconquista real están fuera de época. El abandono de la iglesia se debe a la imposibilidad de creer en sus dogmas y a la falta de prestigio moral, intelectual y social de sus dirigentes, no a conspiraciones siniestras. Si menos de cuarenta años han bastado para que la sociedad española se secularice hasta el punto de causarles alarma, a pesar del monopolio antes ejercido, es más que cierto que su decadencia continuará, pero que no se tratará de persecución alguna sino de simple abandono por cansancio o indiferencia.

La iglesia española sigue sin entender que cuanto más política sea su postura más insostenible y precaria se hace su posición, más sujeta a avatares impredecibles, pero recordemos que a muchos de sus mejores teólogos se les ha callado la boca, un signo más de que nunca ha confiado en su poder espiritual y de convicción. En estos momentos pueden sentirse seguros en las filas del "tea party" a la española, pero la política y el favor de los votantes son tan variables como el viento.

No hay comentarios: