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jueves, 16 de agosto de 2018

AL DELITO POR LA OBSESIÓN

Siempre he considerado que el monopolio moral que se arroga la Iglesia Católica se basaba en presupuestos más que dudosos: las Sagradas Escrituras son documentos provenientes de hace miles de años y de una sociedad o sociedades muy distintas de las nuestras, pero, además, la interpretación que se ha hecho de los supuestos mandatos divinos desde hace dos milenios ha tenido menos que ver con la ética que con la autoridad de la jerarquía, la reacción ante diversos fenómenos y la voluntad de mantener una autoridad omnímoda e indiscutible en las sociedades civiles en las que podía hacerlo.
Esta Iglesia no es la única en predicar unas normas sexuales de casi imposible cumplimiento, pero se ha distinguido siempre por una fijación obsesiva con el sexto mandamiento, retorcido hasta los límites de la razón en un ejercicio que tiene más que ver con una cierta patología anti-sexual que con la inexistente “ley natural” que se pretexta para prohibir toda actividad sexual no reproductiva y mantener a los fieles en constante estado de pecado con necesidad de confesarse, ser perdonados y autodespreciarse por su debilidad, lo que los hace más dóciles y maleables, si no se rebelan.
Que los mismos clérigos que tanto reprimen hayan caído en inconfesables y graves abusos a personas indefensas como niños y adolescentes, sólo es noticia porque ahora se sabe lo que durante siglos se ha hecho a escondidas o no tanto, porque en épocas sin derechos nadie se atrevía a protestar y mucho menos a llevar a los tribunales a hombres privilegiados. Pero es sólo la consecuencia lógica de una falsa moral que ensalza la negación de un poderoso instinto como virtud y no lo pone sólo como ideal, sino que obliga a su represión desde el primer momento.
Sólo desde el pensamiento mágico y acientífico se puede creer que la virginidad o la castidad son virtudes por sí mismas, que hacen mejores a las personas y que el creador que ha puesto allí la pulsión lo haya hecho para torturar a sus criaturas.
La idea de que el sexo sólo y exclusivamente debe ir orientado a la reproducción y dentro de un matrimonio perfectamente monógamo e indisoluble no tiene, desde luego, nada que ver con “ley natural” alguna y sí mucho con las regulaciones de las que la jerarquía se ha valido para mantener su control social. Pero el reducirlo a semejante caricatura castiga a los propios clérigos que lo propalan a caer constantemente en el “vicio” y no con parejas lógicas, sino con los seres más desvalidos que tienen delante.
El sexo en los animales superiores, y el ser humano tiene muchas más funciones que las reproductivas y es un medio indispensable para el amor y la compañía, al negarlo, reprimirlo y culpabilizarlo se convierte algo bello en delito y, al no poder renunciar a él, se pasa fácilmente de casto a violador.
La Iglesia debe pasar por muchas revoluciones si quiere subsistir en el próximo milenio y la sexual puede que sea la más importante.

viernes, 21 de noviembre de 2014

LEVANTANDO LA ALFOMBRA

Todo el mundo sabe que una mala costumbre de las personas que limpian mal es empujar polvo y pelusa debajo de la alfombra para que no se vean, aunque la limpieza sea así más aparente que real, pero todo se descubre cuando alguien levanta un día una esquina y ve lo sucio que está todo debajo. Hay muchas alfombras que se levantan estos días en España, pero siempre me sorprendió que el gran tapiz eclesiástico permaneciera más o menos fijo y sin que nadie se atreviera a levantarlo hasta el estallido del escándalo pederástico de Granada.

Me sorprendía porque yo sabía de muchos casos que me habían contado víctimas de mi generación y era bastante raro que España fuera una excepción, con todo lo que se había documentado en Irlanda, Estados Unidos, Escocia, etc. Podemos alegrarnos de que ya no lo sea, no porque creamos que también debe haber víctimas aquí, sino porque por fin se ha roto la conspiración de silencio que protegía un modo de ser, de actuar y de ignorar muy típico de países católicos y sociedades mediterráneas, proclives a mirar más a la apariencia que a la realidad y a avergonzar a las víctimas en vez de a los verdugos.

Que un grupo de curas forme una especie de secta de abusadores es ya bastante grave, que el mismo grupo esté formado por fundamentalistas y reaccionarios muestra hasta qué punto la Iglesia Católica ha perdido el norte moral, o más bien la tradicional confusión clerical entre sentirse poseedor de la verdad absoluta, detentar privilegios indebidos y creerse por encima de la moral que se impone a los demás.

Hay que agradecer al Papa Francisco que practique lo que predica, que haya pedido perdón a la víctima y que haya obligado al reticente arzobispo de Granada a tomar medidas más serias de lo que pretendía. El resultado no va a ser bueno para una iglesia como la española, en una situación mucho más crítica de lo que quiere ver, muy desprestigiada, con decreciente influencia social y con mal pronóstico a medio plazo.

Es animador que las víctimas se atrevan a denunciar y triste que no haya sucedido antes, pero los individuos de mi generación, muy traumatizados por educación, política y familia, no estaban seguramente en condiciones de enfrentarse a un tigre ahora de papel, pero antes todavía con dientes. Lo siento por ellos, porque nunca se olvida lo que no se supera y muchos seguirán sufriendo secretamente lo que nunca se atrevieron a declarar, incluso ante sí mismos. Tal vez algunos se sientan reivindicados por persona interpuesta.

sábado, 1 de septiembre de 2012

¡QUE NIÑOS TAN MALOS!

Por mucho que intenten ocultarlo, los miembros del clero católico acaban diciendo lo que realmente piensan sobre los escándalos del frecuente abuso sexual cometido contra menores, y esto resulta aún más evidente cuando bajan la guardia por inadvertencia, cansancio o  relativa pérdida de facultades debida a la edad y lo que realmente piensan es lo siguiente:

  • El abuso al menor se produce por iniciativa del menor.
  • Publicar el abuso demuestra la desvergüenza del menor y su falta de consideración por la iglesia, cuando no su clara inclinación al ateísmo.
  • El deber del clero es echar tierra sobre el asunto para proteger la buena fama del mismo.
  • El clérigo víctima del abuso debe ser ayudado a ocultarse para evitar las iras de los descreídos.

Creo que fue el obispo de Tenerife en España el que dijo algo en esta línea: que son los niños (que no eran tan niños sino adolescentes) los que se insinuaban a los desprevenidos curas y frailes, pero unas declaraciones de un conocido clérigo en los Estados Unidos reflejan la doctrina oculta con meridiana claridad. Se trata del Padre Groeschel, que además de sacerdote y fraile es psicólogo y ha tratado a varios clérigos acusados de pedofilia. Seguramente porque ya está retirado y algo mayor, en una entrevista que se publicó en el National Catholic Register dijo que los curas acusados "Tenían que dejar su puesto y que algunos de ellos estaban profundamente horrorizados y arrepentidos, porque la gente piensa que son psicópatas, pero este no es el caso, puesto que puede tratarse de alguien que está deprimido y un adolescente va detrás de él... en muchos casos el chico, de 14, 16 o 18 años es el seductor..."

A la pregunta de por qué un chico sería seductor de un cura, el Padre Groeschel respondió que "no es difícil de analizar, porque un chico puede no tener un padre, busca uno, y tal vez en principio no tiene la idea de practicar sexo duro sino de que sea casi romántico, de abrazarse, besarse, tal vez dormir juntos sin relaciones sexuales...."

Un poco más adelante en la entrevista se le escapa que "esto no hubiera pasado hace diez o quince años porque entonces era raro que estos asuntos se llevaran delante de un juez..."

El periódico en el que se publicó la entrevista la borró de su web casi inmediatamente, pero el mal estaba hecho. Resulta que el National Catholic Register era un órgano perteneciente a La Legión de Cristo, la organización ultra fundada por el muy inmoral Sr. Maciel, conocido abusador de sus propios seminaristas, aunque el periódico ha sido vendido ya hace tiempo.

Acusar a la víctimas es doblemente inmoral y terriblemente cruel, pero esto es algo en lo que los clérigos se han especializado a lo largo de los siglos, sin que la evolución moderna haya hecho mella en sus prejuicios y actitudes. El Padre Groeschel vuelve a insistir en todos los tópicos:  no son niños (o al menos tan niños), los curas tienen menos culpa, merecen ser defendidos, hay que guardar la ley del silencio etc. Que muchas víctimas de abusos tengan su vida destruida para siempre no parece ser el problema, que se trate de un delito muy serio tampoco.



miércoles, 7 de abril de 2010

El Sexto Mandamiento


A la vista de los enormes escándalos de corrupción que se destapan en la actualidad y que afectan al PP de forma directa, me pregunto si los obispos van a sacar a la calle a sus disciplinadas huestes para protestar contra los graves pecados cometidos por todos los participantes contra los españoles en general, pero me respondo inmediatamente que no, apoyándome en el absoluto silencio que guarda la iglesia española sobre aspectos sobre los que habla poco y con la boca pequeña.


No debería sorprenderme, puesto que la “moral” de la educación católica que recibí versaba casi exclusivamente sobre el sexto mandamiento. Había siete pecados capitales, si no recuerdo mal, pero sólo la lujuria era verdaderamente mala y merecía explicarse, la gula, la soberbia, la avaricia, la ira, la envidia y la pereza eran de menor entidad.


Nuestros prelados considerarían sin duda un grave pecado la avaricia de los políticos de turno que les dejaran sin la generosa financiación que no podrían conseguir de sus fieles ni en sueños, pero como de momento este peligro no existe, los únicos pecados que consideran dignos de manifestación son la homosexualidad y el aborto, que tienen relación directa con el sexto mandamiento, sin duda el más serio de todos, menos cuando se considera digno de ocultación o de bula, especialmente si se trata de clérigos o de beneméritos fundadores de asociaciones integristas, como el Sr. Maciel.

lunes, 5 de abril de 2010

Excusas que acusan


La actual tormenta de los abusos pedófilos o "efebófilos" de eclesiásticos está poniendo de manifiesto que la iglesia, que tanto habla de la moral de los demás, es una institución bastante poco ética. Es cierto que no se puede pensar que la mayoría de los sacerdotes es abusadora, pero de lo que se acusa al Vaticano y a los jerarcas que de él dependen no es de abuso, sino de haberlo ocultado sistemáticamente, de haber puesto a más menores en peligro y de no considerar la angustia de las víctimas.

Los medios reaccionarios están llenos de excusas mil veces repetidas: se trata de una campaña anticristiana (promovida por una conspiración (judeo)masónica, según César Vidal), no hay tantos abusados, la culpa es de la revolución sexual, etc. Razones todas tan endebles y tan evidentemente traídas por los pelos que apenas si necesitan comentario.

Más aún, en la operación de camuflaje a que ahora se dedican los poderosos medios proeclesiásticos en todo el mundo, es posible utilizar la situación para desempeñar el papel de víctima, barrer para adentro y seguir arrogándose la superioridad moral lanzando acusaciones sin fundamento, como la de que en el fondo los culpables son los homosexuales, que son todos pedófilos y que se han infiltrado en la iglesia para sus perversos fines. No otra cosa vino a decir Bill Donohue, presidente de una importante asociación católica estadounidense y figura mediática de frecuente aparición en Fox News y otras tribunas ultraconservadoras.

Semejantes sofismas tampoco requieren más contestación que el desprecio. Para la iglesia es más importante que para ninguna otra institución la credibilidad y estas excusas más bien la acusan.

domingo, 28 de marzo de 2010

Pedofilia Estructural


No me alegro en absoluto de la actual tormenta de escándalos que acosa a la iglesia católica. No me alegro porque supone que hay muchos más casos y muchas más víctimas de las que denuncian, especialmente en países que, como España e Italia, tienen sociedades acostumbradas al silencio y judicaturas que más vale evitar. Pero algo puede pasar en algún momento que haga que el silencio se convierta en clamor también en el sur de Europa, porque sería ingenuo creer que los casos de que se habla son excepcionales.
La iglesia católica ha tenido y tiene un grave problema con el sexo, constante motivo de obsesión y pretexto de una moral que es abono para la hipocresía: si todo lo referente al sexo es sucio y vergonzoso, lo mejor es no hablar… pero al no hablar nadie sabe lo que pasa, además, si todo es pecado ¿qué diferencia puede haber entre un pecado y otro?... digamos, entre una masturbación y la violación de un menor.
La demonización absoluta del sexo por un lado y la imposición del celibato sacerdotal a edades impropias por otro son una bomba de tiempo. Muchos eclesiásticos se han criado entre terrores y rechazos, ven en el sexo condenación, no un medio de relación, amor y satisfacción y… prometen abstinencia absoluta cuando apenas si conocen los propios instintos. Lo sorprendente y lo que indica la resistencia del ser humano, es que haya tan pocos casos, porque éstos no son un accidente, sino una consecuencia a esperar, una característica estructural.
Yo estudié en colegio de curas en la época dorada del nacionalcatolicismo y no fui objeto de abusos sexuales, pero hubo compañeros que sí lo fueron, aunque no sabíamos como llamarlo. De lo que sí teníamos plena conciencia era del sadismo y los malos tratos físicos y psíquicos que nos infligían, además de la pobre calidad de la educación impartida por aquellos hombres tan necesitados de terapia, cuya única labor espiritual era la de hacernos rezar mecánicamente hasta el agotamiento.
En España podría hacerse un “Informe Murphy” igual al de Irlanda, sólo habría que ponerse a trabajar en ello.

viernes, 2 de octubre de 2009

¿Efebófilo o pornógrafo?


Apenas dichas las tonterías del cardenal Tomasi citadas en el post anterior, he aquí, que pocos días después de que se emitiera una orden de busca y captura contra él, se entrega a la policía canadiense Raymond Lahey, obispo católico de Antigonish, Nueva Escocia, que dimitió recientemente al ser acusado de posesión e importación de pornografía infantil, encontrada por casualidad en su ordenador, en ocasión de una comprobación de seguridad en el aeropuerto de Ottawa. El prelado había mediado recientemente en un acuerdo por valor de 15 millones de dólares para compensar a las víctimas de abusos sexuales perpetrados por sacerdotes de su diócesis.
El ex obispo queda ahora a la espera de juicio en Noviembre, confinado en un monasterio trapense de Rogersville.
Es interesante notar que este señor solía predicar contra la pedofilia y también contra la homosexualidad… ¿pero sería él uno de esos gays infiltrados en la iglesia?... haz lo que digo, no lo que hago.