miércoles, 30 de junio de 2010

Un Manifiesto Ateo


Hay en nuestros días un fuerte movimiento contestatario de base que se define como “ateo”, lo que puede parecer innecesario en las muy secularizadas sociedades occidentales, pero su nacimiento, consolidación y ascenso se deben a causas muy concretas: la pervivencia de privilegios para la religión organizada en un medio agnóstico en la práctica; la visión de las iglesias como puras estructuras de poder político y económico; los intentos de las mismas por obstaculizar el progreso científico; la pretensión de arrogarse el monopolio moral al tiempo que se ocultan increíbles delitos propios, etc.


Las Iglesias cristianas gozan de poco crédito en occidente porque la educación generalizada, la libertad individual y la globalización ponen en duda dogmas irracionales y dejan ver el origen muy humano de instituciones supuestamente divinas. La continua reinterpretación de la Biblia para adaptarla a trompicones a la ciencia moderna, tiene su contrapartida en la patética reacción de los literalistas bíblicos, que pretenden todavía hoy que el mundo se creó en séis días y que la evolución de las especies es una simple “teoría”. Estas estulticias serían simplemente curiosidades cómicas, si no fuera porque los que las apoyan se organizan políticamente, infiltran partidos políticos y se valen de argumentos emocionales para “convencer” a no pocos de los que se agarran a cualquier cosa que parezca firme en un mundo inseguro. Los Estados Unidos son un buen ejemplo de sociedad laica y moderna manipulada por poderosos grupos de presión confesionales que ponen grandes trabas a la educación, la investigación y los derechos de las personas con su fanatismo.


El integrismo en Europa, vacunada contra la intolerancia por siglos de guerras de religión, es menos influyente, pero la inmigración de minorías islámicas escasamente secularizadas y con estructuras sociales y mentales premodernas asusta con razón a los que creemos en la libertad y en que la ley debe ser igual para todos.


Los movimientos laicos, llámense ateos o no, están llamados a despertar la conciencia social y a mantener la vigilancia para que haya perfecta neutralidad estatal frente a todas las creencias. El manifiesto del congreso “ateo” de Copenhague del 18 al 20 de junio no deja lugar a dudas. Véase a continuación.


Reconocemos el derecho ilimitado a la libertad de conciencia, religión y creencia, así como que la libertad de practicar la religión propia no debe tener más límite que la necesidad de respetar los derechos de los demás.


Convenimos en que las políticas públicas deben inspirarse en la evidencia y la razón y no en el dogma.


Afirmamos la necesidad de una sociedad basada en la democracia, los derechos humanos y el imperio de la ley. La historia ha demostrado que las sociedades de mayor éxito son también las más seculares.


Afirmamos que el único sistema justo de gobierno en una sociedad democrática se basa en el laicismo: la neutralidad del estado en materia de religión o creencia, sin favorecer a ninguna ni discriminar a ninguna.


Afirmamos que la conducta privada respetuosa de los derechos de los demás no debe ser objeto de sanción legal ni intromisión estatal.


Afirmamos que creyentes y no creyentes tienen el mismo derecho a participar en la vida pública, así como a ser tratados del mismo modo en el proceso democrático.


Afirmamos el derecho a la libertad de expresión para todos, con la única limitación de lo que prescriben las leyes internacionales, leyes que todos los gobiernos deberían respetar y poner en práctica. Rechazamos toda ley antiblasfemia y cualquier restricción al derecho de criticar la religión o las posturas antirreligiosas.


Afirmamos el principio de la igualdad de la ley para todos, sin tratamientos de favor para comunidades minoritarias o jurisdicción de tribunales religiosos en contenciosos civiles o familiares.


Rechazamos toda discriminación en el empleo (excepto para los líderes religiosos) o en los servicios sociales por razón de raza, religión o creencia, género, clase, casta u orientación sexual.


Rechazamos cualquier consideración especial para la religión en la política y en la vida pública, así como las instituciones caritativas, las exenciónes fiscales y la financiación pública que promuevan cualquier religión como contrarias a los intereses de los no creyentes o los creyentes de otras religiones. Nos oponemos a la financiación pública de escuelas confesionales.


Apoyamos el derecho a una educación laica y afirmamos la necesidad de educar en el pensamiento crítico y en la distinción entre fe y razón como guía para el conocimiento, así como en la diversidad de creencias religiosas. Apoyamos el espíritu de libre investigación y de la enseñanza de la ciencia libre de interferencias religiosas y nos oponemos a cualquier clase de indoctrinación religiosa o no.


Declaracion de Copenhague, 20 de junio de 2010.



sábado, 12 de junio de 2010

Una lenta marea


La lucha por derechos iguales nunca ha sido rápida y sin obstáculos, pero podemos decir sin equivocarnos mucho que en nuestro caso estamos llegando a un punto bastante satisfactorio. Dos nuevos hitos acaban de coronarse: por una parte Islandia ha aprobado la igualdad en el matrimonio, con lo que aumenta el número de estados civilizados que reconocen un derecho civil básico, por otra el New York Times, periódico importante no sólo en Estados Unidos sino uno de los principales "hacedores de opinión" de occidente, publicó ayer un editorial en el que toma partido de forma decisiva por la misma igualdad de derechos.

Es evidente que si la homosexualidad no es una enfermedad, no es electiva, no es contagiosa, no es alterable y no inclina al delito, la negación de derechos a los homosexuales es una simple discriminación gratuita y cruel que no se basa en razón alguna, sino en prejuicios de tipo religioso que no deberían de tener cabida en la legislación civil. El artículo del Times describe el fracaso de los testigos presentados en contra del matrimonio homosexual en el juicio actual contra la famosa "Proposition 8" que anuló los derechos conseguidos en California. Los testigos reconocieron que los homosexuales están discriminados y, aún más significativo, que el matrimonio héterosexual no está en modo alguno amenazado por el hecho de que se casen dos personas del mismo sexo. Sentido común negado por el fanatismo religioso.

Resulta indignante que allí donde pueden las iglesias sean los mayores obstáculos para que muchas personas puedan llevar una vida normal, sin miedos y con los mismos derechos que los demás, pero ya se sabe que se puede pretextar amor cuando lo que se difunde es odio... con el único fin de conservar el mayor poder posible sobre la sociedad.

jueves, 10 de junio de 2010

Una exclusión sectaria


El conflicto arabe-israelí está tan enconado que hace salir lo peor de cada uno y resulta difícil hablar de él con calma, pero eso no excusa la extraña y sectaria decisión de los organizadores del desfile del orgullo gay de Madrid de prohibir una carroza en la que estarían representadas varias organizaciones LGTB de Israel. Estas organizaciones no tienen nada que ver con el comportamiento del gobierno hebreo en el asunto de la flotilla, más bien es de sospechar que muchos de sus integrantes no comulgan con la política extremista de Netanyahu & Co., pero tanto si es así como si no se confunde voluntariamente la velocidad con el tocino y se da a la marcha del orgullo un sesgo político determinado y sectario.

Hay gente en nuestro país que mantiene un izquierdismo de catecismo según el cual lo que más o menos arbitrariamente se define como “progresista” debe ser mantenido contra viento y marea, al estilo de la “línea oficial del partido” de la época stalinista. Los críticos de la derecha exageran enormemente cuando achacan sistemáticamente estos comportamientos a otros partidos y organizaciones, pero es verdad que hay algunos más papistas que el papa que creen hacer una gran labor política con gestos tan absurdos como éste. Los miembros de los colectivos LGTB de Israel (un país que los permite manifestarse) se sienten ofendidos con razón, mientras que la exclusión será poco o nada citada fidedignamente en Gaza, dominada por islamistas tan hirsutos como los de Hamás, para los que todos los LGTB sin excepción carecen de derechos como aberración pecaminosa y obscena a extinguir.

Se puede disentir de un comportamiento oficial sin por ello castigar a los ciudadanos del país en cuestión. ¿Qué hubieran pensado los españoles LGTB, si se les hubiera prohibido desfilar en la manifestación del orgullo de París, por ejemplo, porque Aznar se había embarcado en la guerra de Irak? ¿Por qué no prohibir desfilar también a los judíos LGTB españoles que apoyan a Israel, aunque no siempre estén de acuerdo con su gobierno?

Un poco de seriedad y ecuanimidad no les vendrían mal a los que toman decisiones tan precipitadas como cortas de vista. El Orgullo de Madrid se ha merecido un buen puesto en el ranking internacional por su animación e inclusividad, pero el eco de la prohibición ha llegado ya a todas partes y los comentarios son unánimemente negativos…. ¡Piensen!