jueves, 4 de diciembre de 2008

La religión del amor


Hay algunos que todavía se sorprenden de lo obvio y se asombran de que el Vaticano se oponga a la descriminalización universal de la homosexualidad. Creo que la sorpresa huelga, puesto que viene a confirmar una postura ya conocida y que pone a la Iglesia Católica entre las organizaciones que persisten en ignorar cambios sociales, avances científicos y evolución de las costumbres y se esfuerzan por mantener un código moral arcaico, impracticable para la inmensa mayoría y generador de prejuicios, odio y culpa.

Queda siempre una cierta capacidad de asombro ante la imposibilidad de casar estas posturas con la afirmación paralela de que su Dios es amor. No hace falta escuchar la emisora de los obispos en España o la notoria Radio Marja en Polonia, dos antenas desde las que se destila odio sin límites, para darse cuenta de que si ellos acusan a algunos de redefinir el matrimonio, sin duda son culpables de haber redefinido el amor, puesto que éste se entiende de una manera harto limitada, selectiva y mezquina.

Se habla de amor y se predica odio¿Por qué no apoyar una modesta propuesta de descriminalización universal de la homosexualidad? Porque tal cosa supondría una "presión intolerable" sobre los estados en los que no se reconoce derecho alguno a los homosexuales y acabaría por obligarlos a reconocer el matrimonio de personas del mismo sexo, "discriminando" así el "verdadero" matrimonio. ¿Lo entienden ustedes? Yo no, pero da igual. Es evidente que al Vaticano le da lo mismo que en Irán, por ejemplo, se cuelgue a adolescentes por no probada sodomía y que en ochenta países se pueda perder desde la vida a la libertad o la dignidad, porque los señores que allí residen están más o menos al mismo nivel de evolución social y mental que los hayatolás de Qom.

Las protestas posteriores de que ellos no desean que se encarcele o se mate a nadie son hueras, porque también se han opuesto en toda ocasión a leyes antidiscriminación que pretendían proteger a la población LGTB de despidos y violencia. Para estas supuestas autoridades morales la homosexualidad sigue siendo un "vicio corregible" o una "enfermedad curable", diga lo que diga la psiquiatría universal, y son los malvados gays los que persiguen a la Iglesia con sus insinuaciones, sus poderosos lobbies y su intolerancia.

Es decir que lo normal es que la población LGTB reconozca su error, admita los insultos, se meta en el armario y acepte su desigualdad, que para eso es anormal, lo contrario supone perseguir a la iglesia, que es sólo amor.