miércoles, 24 de septiembre de 2014

VISIBILIDAD Y HOMOFOBIA

Un reciente ataque homófobo en Madrid vuelve a poner de actualidad la realidad del odio, pero quien crea que esto sólo pasa en España se equivoca: apenas dos días antes había tenido lugar en Filadelfia (USA) otro ataque mucho más brutal por parte de una cuadrilla de pijos que dejó a dos chicos en el hospital, uno de ellos con la mandíbula tan destrozada que sólo podrá tomar líquidos durante los próximos dos meses. Quien lea la prensa y las webs especializadas sabe que estos sucesos se repiten en todos los países civilizados en los que la diversidad sexual es legal, sin que se tenga mucha noticia, por razones claras, de aquellos en los que no lo es.

Es frecuente todavía, especialmente entre personas de cierta edad, el excusar esta violencia "porque se es demasiado evidente", "porque no se deben hacer ciertas cosas en público", "porque X tenía mucha pluma" y otras semejantes y tan injustificadas como las anteriores. Tomarse de la mano, darse un besito, ir muy juntos o mirarse con arrobo no es provocador, es propio de enamorados, incluso de amigos que se quieren y se tratan como hermanos. No hace mucho que dos hermanos ecuatorianos fueron salvajemente agredidos en Nueva York porque fueron percibidos como amantes, con resultados mortales para uno de ellos. Lo que desata el odio no es el hecho objetivo sino la percepción subjetiva del violento que interpreta cualquier cosa como provocación a través del filtro de sus prejuicios, de aquí que el cuidado y la prevención valgan de poco porque siempre se puede ser percibido como lo que el energúmeno ve.

Retirarse a la invisibilidad no es la solución porque, bien al contrario, la visibilidad normaliza, hace corriente lo que antes se pensaba excepcional, pero claro está que al mismo tiempo se pierde el refugio del anonimato, se sale de la oscuridad, por eso algunos se asustan y hasta echan de menos los tiempos en los que "nadie lo sabía".

Estas personas tan prudentes se engañan: nunca les han hecho falta a los violentos demasiados pretextos, las minorías de todas clases siempre han sufrido del machismo institucionalizado y de la entronización de los prejuicios como dogmas respetables. No creamos que porque antes no se publicaban estos hechos o no se denunciaban no sucedían, tampoco creamos que las leyes protectoras solucionan el problema, como puede comprobarse por la persistencia de la violencia doméstica, a pesar de todas las leyes, reglamentos y campañas.

Siempre habrá homófobos, por mucho que progrese la sociedad, lo que es importante es que haya medios de defenderse contra ellos, de ser reconocido como víctima y no como un provocador que convierte al atacante en el héroe de pacotilla que se cree en su pobre imaginación. 

ADIOS Y GRACIAS POR NADA

Mi post anterior ha resultado un acierto, pero es fácil acertar cuando simplemente se describe la realidad, en este caso la legal. Dicho en pocas palabras: no es posible legislar contra la gran mayoría social en circunstancias normales. La dimisión del sobrevalorado Sr. Ruiz Gallardón le honra hasta cierto punto, aunque creo que más bien se debe a orgullo herido y falta de apoyos dentro del partido que a una pretextada ética.

La retirada de la retrógrada ley del aborto que se pretendía imponer viene a corregir un error de la campaña del PP, empeñado en asegurarse hasta los votos más seguros con su habitual paranoia, y demuestra de nuevo que las conquistas legales no son baladíes, puesto que una vez establecidas tienden a consolidarse y a tener mayor aceptación. De aquí que se sea muy injusto cuando se ningunea al gobierno del Sr. Rodríguez Zapatero como si las leyes del matrimonio igualitario, del divorcio o del aborto fueran simples tonterías, cuando han puesto a la sociedad española entre las primeras del mundo en cuanto a derechos individuales.

Es evidente que la mayoría del partido del gobierno no estaba en contra de la ley más que por razones estratégicas y de oposición, pero que se daban cuenta de que una regresión tan extrema no sólo podía causar pérdida de votos sino un cúmulo de problemas penales, legales y mediáticos de alto precio político.

Me resulta algo misterioso porqué el dimisionario se empeñó en una legislación tan absurda y sólo me lo puedo explicar por su coincidencia con el ideario más integrista. Siempre me dijeron que era en efecto ultraconservador, pero resultaba difícil de creer porque lo ocultaba con mejores formas que otros. Su partida es muy oportuna: como alcalde de Madrid dejó la deuda más elevada de la historia y a una sucesora tan catastrófica e integrista que también se ve obligada a retirarse, a pesar de sus fuertes apoyos. No puede decirse que ni su trayectoria política ni sus ideas hayan sido muy afortunadas.

Adiós caballero y gracias por nada.