domingo, 22 de mayo de 2011

¿Por qué cambiar un nombre?

Muchas de las encuestas que se hacen sobre las uniones de personas del mismo sexo suelen dar como resultado el rechazo que sienten algunos a llamarlas “matrimonio”, como si esta palabra estuviera reservada no solo para héteros sino también para bodas religiosas en iglesias o sinagogas. Lo más hipócritas suelen decir que “creen en la igualdad de derechos para los homosexuales”, pero que sus uniones o son diferentes o deben llamarse de un modo diferente.

No se entiende, sin embargo, que si los derechos y obligaciones son los mismos se cree una figura jurídica diferente solo por el sexo de los firmantes del contrato. Es como si hubiera dos clases de Arrendamiento, por ejemplo, una para blancos y otra para negros, o una para pobres y otra para ricos. Según esta extraña lógica podría haber también matrimonios diferentes para personas fértiles e infértiles, jóvenes o viejas, etc.

El origen del rechazo no es racional y no tiene nada que ver con principios jurídicos, sino con los prejuicios religiosos que así lo hacen ver y con la agenda política que las organizaciones confesionales alientan. Para muchas sectas la normalización y oficialización de relaciones afectivas entre personas del mismo sexo son ataques contra los principios de su moral, siempre más fundada en dogmas y escrituras que en una ética racional y comprensible.

Cuando estas sectas afirman que “se ataca la institución del matrimonio” incurren en una gran contradicción, ya que no se ataca una institución que se quiere utilizar y que se extiende a más parejas,, lo que sí se ataca es el monopolio que pretenden mantener sobre la moral y sobre algunos rituales tradicionales.

Si los derechos civiles son iguales para todos, el matrimonio también debe serlo.

sábado, 7 de mayo de 2011

Edad, sexo y afecto

La edad ha sido siempre considerada un obstáculo mayor para las relaciones amorosas y aún lo es en este tiempo nuestro tan obsesionado con la juventud. Es como si a partir de un límite bastante moderado, los cuarenta, por ejemplo, se perdieran los derechos a amar y ser amado y solo fuera posible el arreglo de conveniencia o el sexo mercenario, entre otras cosas porque se sigue confundiendo amor con sexo, ambos con matrimonio o relaciones similares y se sigue insistiendo en un modelo estético único que hace "deseables" exclusivamente a jóvenes modelos de tipos determinados.

La edad, sin embargo, no es obstáculo más que en la cabeza de los que lo interiorizan como tal. La mala salud, la falta grave de medios, la opresión familiar o el fanatismo ideológico son obstáculos mucho más reales y determinantes para no poder amar cómo y a quién uno desee.

Tampoco hay tanta diferencia real entre personas de diversa orientación sexual, pero tradicionalmente se ha tendido a imaginar a los héterosexuales cumpliendo roles precisos en cada edad y a los homosexuales como jóvenes alocados o viejos frustrados y solitarios, carentes de rol y de familia.

La realidad es por supuesto mucho más rica, pero las ideas falsas hacen daño a todos los que se las creen y las hacen propias, aunque a veces ni se dan cuenta de ello. Amar es posible a cualquier edad, siempre que se acepte que también requiere poner bastante de parte del que ama, salir de uno mismo y renunciar a cierta independencia. Hay gente que desea y es deseable también a cualquier edad, pero esto supone abandonar ideas preconcebidas, relajarse y aprender a ver la belleza propia y la ajena fuera de modelos prestados.

Hay muchos que se consideran infelices sin amor, pero no sabrían ser felices con él.