martes, 16 de junio de 2009

La cofradía del Arco Iris


Siempre que se acercan las fechas del Orgullo Gay se reproducen hueras discusiones sobre el sentido de las mismas, su terminología y la forma de celebrarlas. ¿Para qué están? ¿Por qué hablar de orgullo? ¿No deberían ser más serias?

A estas alturas semejantes preguntas sólo sirven para sacar a relucir enfrentamientos entre facciones o para repetir los tópicos anti-gays de los que no se apean talibanes religiosos y homófobos de diversos pelajes.

Orgullo es no sentirse inferiorMuchos se olvidan de que actos y manifestaciones, por muy lúdicos que sean, tienen un sentido reivindicativo, como aún se ve en los países en que se prohíben o dificultan. Nacer homosexual es un delito, una enfermedad, una ridiculez o una vulgaridad en muchos lugares y para muchas personas, incluyendo muchos españoles a los que las leyes no curan los prejuicios. Pero en Europa occidental y en América luchas y desfiles convertidos ya en tradicionales han sacado a la luz la injusticia prevalente y acostumbrado a la presencia de una minoría a la que antes se ignoraba.

La visibilidad es ya un paso adelante, puesto que lo que parece que no existe no se considera, pero ¿qué actitud deberían adoptar los homosexuales una vez en la calle? Algunos parecen pensar que deberían desfilar humildes, agradecidos, modestos, silenciosos y sin pluma, arrodillados ante una mayoría que tiene la deferencia de tolerarlos, con la idea de que cualquier otra cosa es una “imposición”, pero esto no hace sino prolongar la discriminación de otro modo, como si se dijera que son leprosos que deben ocultar sus llagas para no repugnar a los sanos, anormales que no pueden decir qué son sino avergonzarse de serlo.

Las personas LGTB, ni enfermas ni delincuentes, pueden enorgullecerse legítimamente de ser quienes son, es decir, de mostrarse con sus cualidades propias, como otros se jactan de su familia, su nación, su pueblo o su religión y no aceptan que se les avergüence por ello. Enorgullecerse no significa sentirse superior, sino no sentirse inferior.

Una manifestación puede adquirir muchas formas y no hay ninguna más ortodoxa que otra. El mundo LGTB es variado, multiforme, político, comercial, lúdico y también transgresor de ciertas normas rígidas e hipócritas. Cuando se le acusa de provocar e imponer se hace con un doble rasero: los miembros de asociaciones religiosas y hasta de grupos integristas pueden cortar el tráfico, pasear sus imágenes y exhibir pancartas exageradas, acusadoras y sesgadas. Ciertamente tienen un derecho amparado en la constitución y las leyes, pero el mismo derecho tienen los contrarios, entre los que se cuenta la cofradía del Arco Iris.

viernes, 5 de junio de 2009

Europa y el miedo


Una de las razones por las que se hacen simulacros de incendio y evacuación en escuelas, hospitales y otros edificios públicos, es la de evitar el pánico, si algún día hay una catástrofe real. Las personas no avisadas pueden en caso de urgencia caminar hacia las llamas en su confusión y perecer, en vez de huir de ellas y salvarse.

Es importante votar por EuropaLa presente situación en Europa se parece algo a la de una casa llena de vecinos condenados a vivir juntos, pero que se ignoran mutuamente y carecen de un plan de urgencia en caso de accidente. Políticos y ciudadanos rivalizan en irresponsabilidad a la hora de ignorar los verdaderos problemas, acusándose mutuamente de los mismos y esperando que éstos se resuelvan de algún modo mágico… sin tener que pagar el coste de la improvisación.

La U.E. es hoy por hoy imprescindible, la causa de la prosperidad europea y no de la mayor parte de sus problemas, pero muchos parecen creer que es algo lejano, sin importancia y sin consecuencias para ellos. Peor aún, en época de incertidumbre y cambios globales se desata el reflejo de refugiarse en lo conocido, de blindar la puerta de la propia vivienda creyendo que esta es una garantía segura de que los cambios no nos afectarán. Los populismos que ahora corren por una Europa que pierde importancia día a día, son como los gritos de los alocados vecinos que sin plan corren en diferentes direcciones y acaban cayendo en las llamas que tanto temen.

Ciertos euroescepticismos pueden explicarse, pero no justificarse con visión realista y a largo plazo. Es imperdonable que se utilicen las elecciones al parlamento europeo para ajustar cuentas dentro de los estrechos límites nacionales o facilitar el triunfo de candidaturas antieuropeístas como “voto de castigo”. Los que así hacen se castigan a sí mismos, puesto que sólo una política de más unión y menos nacionalismo puede garantizar que nosotros como europeos podamos tener una voz en el mundo y mantener nuestra prosperidad.

Los que no ven que esto afecta también a sus derechos como personas es que están particularmente ciegos.

Votemos todos y hagámoslo conscientemente, sin prestar atención a los gritos de los que aumentan el miedo. Europa es importante para todos.