lunes, 23 de junio de 2008

Un año más


La celebración de la gran fiesta gay suele ser cada año motivo de discusión. A algunos les molesta la palabra “orgullo”, otros consideran que se ha hecho demasiado comercial y poco política, una minoría reaccionaria aún se avergüenza del “exhibicionismo” de que se hace gala y, por fin, hay quien dice que no entiende su utilidad, puesto que todos los objetivos se han alcanzado.
Es lógico que en una minoría variopinta de personas, que no tienen en común más que su orientación sexual, haya opiniones y tendencias tan distintas como en la sociedad en general pero, dejando aparte a ciegos sociales y personas con homofobia internalizada, los demás tenemos que darnos cuenta de lo útil que resulta ser visible y reconocido como alguien que exige ser tratado como los demás ciudadanos.
La lucha debe seguirLos avances sociales, a veces traducidos en leyes de igualdad, están muy bien, pero ni garantizan igualdad de trato real, ni están libres de ataques o de posibles regresiones. Sólo los individuos que se unen y luchan por sus derechos tienen una posibilidad de conseguir el respeto de los demás y alcanzar sus fines.
Los enemigos de la igualdad siguen ahí y la mayor parte de ellos no cambiarán nunca de opinión, porque su actitud es irracional y basada en doctrinas dogmáticas, cuando no fanáticas; sólo esperan su oportunidad para poder salvar a la sociedad de la “degeneración” y hasta a nosotros de nosotros mismos, como hacían los inquisidores con los considerados herejes en el pasado.
De aquí que nuestra lucha no pueda reducirse a nuestros puros objetivos; si somos coherentes nos daremos cuenta de que una sociedad y unas leyes que garantizan derechos a todos, garantías jurídicas y procesales e independencia de cualquier religión son el presupuesto sin el que lo demás no puede existir, y de que no podemos prescindir de ningún aliado, incluyendo los intereses económicos.
Hemos avanzado mucho desde 1978, continuemos avanzando durante los próximos 30 años… por lo menos.