lunes, 28 de abril de 2008

Persecución


En España hay un grupo de ultras y reaccionarios, en todo equivalentes a los peores de cualquier país, aunque de momento no existan partidos autoconfesados de extrema derecha. Siempre han estado ahí, pero los cambios sociológicos y la distancia de una dictadura ya muy lejana, parecen dar a sus voces más ánimos, al aparecer su mensaje como nuevo para personas incautas, o reflejar los temores que muchos sienten ante el vértigo que produce la irrupción del mundo en una sociedad antes aislada.
Lo que predican es arcaico y puede encontrarse punto por punto en los archivos del conservadurismo español más rancio, aunque por la ignorancia de la mayoría se tilde de “liberal” todo lo contrario, aprovechando el largo desuso del término y su irresponsable desprestigio por la izquierda de catecismo.
Los elementos “neocón” con los que se ilustra el discurso son en realidad forzados, puesto que esta ideología tan norteamericana sólo tiene sentido en los Estados Unidos, en España sólo son un envoltorio actual para disfrazar (mal) la mohosa ideología de siempre.
Para la iglesia española el fin justifica los mediosQue haya sido finalmente la iglesia católica la que ha acabado por catalizar a su alrededor a la caverna ideológica, con su emisora como principal portavoz, no puede sorprender en España, aunque la connivencia vaticana sea más que evidente.
En ausencia de ogros comunistas y sin el menor indicio de revolución social, los modernos espantajos con los que se asusta a los desprevenidos no son muy diferentes de los antiguos:
1. Persecución a la Iglesia Católica, depositaria de la única verdad, de la que se mofan los irreverentes gays en sus escandalosos desfiles.
2. Destrucción de la familia por presión de grupos ateos favorecedores de la homosexualidad y las drogas.
3. Destrucción de España por los nacionalismos periféricos, la inmigración disolvente, la desaparición de la iglesia y la disolución de la familia.
4. El corrupto Partido Socialista en el poder y el grupo mediático PRISA son los principales agentes de toda esta maldad. Para perpetuarla han inventado la demoníaca asignatura de “Educación para la ciudadanía”, instrumento de adoctrinamiento que convertirá a muchos niños a la sodomía y a todos en zombis que siempre votarán a los socialistas.
5. El PP dirigido por Dª Esperanza Aguirre (o quien convenga) es la salvación de España y hay que hacer lo posible para que gobierne siempre, directamente inspirado por la COPE, El Mundo, Intereconomía y Dios, por este orden.
Pueden ustedes cambiar de sitio y mezclar los ingredientes, pero el indigesto brebaje final no se altera.
No debe sorprender que mensaje tan primario cale, porque cuanto más simple la frase y más gorda la exageración más gente hay a la que le parece verdad cristalina, especialmente si se repite mucho, como bien enseñó el maestro Goebbels. La complejidad es para intelectuales y ya se sabe que éstos son gente peligrosa a la que no hay que escuchar porque le meten a uno en líos y utilizan términos ininteligibles, muy apartados de los sanos insultos de siempre.
¡Ah! El lobby gay es el más peligroso en toda esta conspiración, porque es el único al que no se puede criticar (César Vidal dixit). La obsesión de la iglesia y de toda esta gente por la homosexualidad es verdaderamente escamante
Ante semejante exhibición ética católica ¿Cómo es que no se precipitan todos los padres a objetar la asignatura diabólica?

martes, 15 de abril de 2008

Los Parásitos


La revista “Alba”, muy bien avenida con la jerarquía española, en su campaña de odio y difamación contra el colectivo LGTB, trata de “demostrar” en su último número que los homosexuales en general son “parásitos”, puesto que no tienen hijos, mientras que reciben pensiones, cuidados en la seguridad social y otros beneficios gracias a las “familias” que sí los tienen, especialmente las más numerosas que, por tener más hijos, son las que más contribuyen a la sociedad.
Tan peregrino razonamiento viene acompañado de otras afirmaciones tan falsas como que los homosexuales ganan más dinero y están favorecidos positivamente por las leyes, que les “conceden más derechos” que a los no homosexuales.
Que esto venga de una iglesia en la que el clero está obligado al celibato y en el que éste se considera una virtud ya es bastante contradictorio, pero su argumentación es tan grosera que se ve con claridad lo que pretende: enardecer a convencidos y proporcionarles unas cuantas frases lapidarias con las que insultar o agredir cuando llegue el momento. A los demás apelativos poco agradables puede unirse ahora el de “parásito”.
Simple homofobiaSupongo que entre los homosexuales habrá vagos y aprovechados, como los hay entre los héterosexuales, pero al menos los que yo conozco trabajan para ganarse la vida y pagan los mismos impuestos que todo hijo de vecino. Claro que algunos ganan más que otros porque trabajan más, están mejor preparados o tienen más suerte, pero no creo que haya ningún caso en que les suban el sueldo por arte de su orientación sexual, más bien lo contrario: hasta ahora han tenido que aguantar buen número de prejuicios, pérdidas de empleo y otros obstáculos y violencias, por el sólo hecho de la misma.
Por otra parte ¿quién dice que los homosexuales no tienen hijos? Hay muchos que los tienen biológicos y un buen número que los desea o desearía tener, aunque no fueran de su sangre, pero claro está que en este caso la misma opinión que los tilda de parásitos los acusa de perversos. Ya se sabe que las familias no bendecidas por la iglesia son son tales, sino horribles contubernios de los que nada bueno puede salir.
Me recuerda esto la propaganda nazi que, contra toda lógica no fanática, presentaba a los judios alternativamente como culpables del comunismo soviético y del capitalismo angloamericano.
Hablar de parásitos es peligroso, porque también habría que plantearse muy seriamente la utilidad del clero, al que todos, queramos o no, tenemos que seguir manteniendo para que continúe difundiendo estas doctrinas tan caritativas, pero que contribuyen a que las agresiones homófobas violentas se hayan multiplicado a la misma velocidad que las manifestaciones y las pancartas clericales.
Claro que los obispos no quieren que se pegue a nadie, igual que no querían quemar herejes en el pasado: ellos sólo calificaban y el estado encendía la pira; ahora también califican y otros actúan.