viernes, 30 de mayo de 2014

UTOPÍA Y RABIA

Es conveniente distinguir claramente entre ideas, incluso ideas ideales, y utopías: Las primeras marcan tendencias y si llegan a realizarse en todo o en parte animan a proseguir y alumbran otras ideas; las segundas, en cambio, al separarse de la naturaleza humana y, más aún, de la naturaleza de las relaciones humanas, suelen ser en gran parte irrealizables y alumbrar frustración en el mejor de los casos y tiranías diversas en el peor.

También es conveniente distinguir entre pensamiento crítico y rabia. El primero parte de análisis constructivos y ayuda a corregir defectos, la segunda ciega al más clarividente y no ve más allá de la eliminación de lo que se odia.

Por último, no hay que engañarse en los conceptos: democracia, justicia y solidaridad no significan una igualdad forzosa y forzada de todos los  ciudadanos. La combinación de elementos católicos, marxistas y anarquistas produce a veces indigestos cocteles, causa de cólicos sociales.

Una utopía puede ser discurrida por alguna inteligencia privilegiada como teoría, pero convertirse en artículo de fe para personas inmaduras, ingenuas o poco formadas e informadas y, si la utopía se une a la rabia la combinación produce individuos sectarios, pequeños o grandes fanáticos que ni siquiera son conscientes de su fanatismo al considerar enemigos a todos los que no están con ellos en su totalidad.

Se pueden tener muchas visiones progresistas de la sociedad, pero sabiendo que en todo caso serán imperfectas, como los seres humanos de que se componen, que los que tienen mayores responsabilidades también deben tener algunos privilegios, que incluso en los sistemas más democráticos habrá por fuerza disfuncionalidades, que las leyes, procedimientos y plazos pueden ser obstáculos, pero que también son garantías para individuos y grupos y, finalmente, que en una civilización muy compleja, técnica y urbana, sin la que la vida de miles de millones de humanos sobre la tierra no sería posible, las soluciones fáciles, simplistas, voluntaristas y unilaterales no existen.

Se puede exigir que los gobernantes cumplan la ley, que sean honrados y que den ejemplo en todos los sentidos, pero no es ni medianamente realista proponer que sean aficionados que vivan como eremitas, que se muevan como el más humilde de los ciudadanos y que abandonen sus cargos en un breve plazo de tiempo para ser sustituidos por otros aficionados.

En épocas de crisis el sufrimiento de muchos individuos alumbra sentimientos contra élites que se ven como explotadoras, opresoras o con escasa representatividad. El sentimiento puede estar plenamente justificado y no es la primera vez que una élite es sustituida por otra, pero no olvidemos que las utopías igualitarias o no han funcionado o han servido de coartada a tiranías personales o de grupo. No perdamos el contacto con la realidad, por difícil y contradictoria que parezca.

sábado, 24 de mayo de 2014

TRANSGRESIONES

Edmund White, escritor de ficciones gais en parte autobiográficas, se ha sumado a las filas de los que critican, desprecian o se muestran incrédulos ante la normalización de las personas LGTB, con una extraña nostalgia de los tiempos de armario, idealizados por algunos también como los tiempos pre-SIDA y de la promiscuidad alegre y sin prejuicios. Frente a la nueva respetabilidad de gays que se casan, adoptan niños y fundan familias, el Sr. White se muestra reticente y dice que muchos de estos son hipócritas que ligan por teléfono mediante GRINDR y que solo mantienen una apariencia para comportarse de forma bien diferente.

Con ciertos amigos no hacen falta enemigos. Afirmaciones como ésta son agua para el molino de los homófobos, más que nada por su inoportunidad, porque sin duda son verdaderas, es decir, hay gente que finge un comportamiento cuando en realidad tiene otro, pero ¿sólo los hombres gais? Porque un buen número de héteros aparentan moralidad convencional y se dedican a actividades menos santas en sus horas libres.

Es como si todos los no LGTB estuvieran destinados genéticamente a la fidelidad y al aburrimiento y todos los LGTB, especialmente los varones gais, tuvieran la inclinación o hasta el deber de transgredir continuamente para llevar la vida "alegre" que gay significa. Algunos falsos progresistas inciden en esta apolillada idea constantemente, como si una orientación sexual determinada obligara a un comportamiento fijo. Los hay que hasta se enfadan si se pone mala cara ante determinados excesos e imprudencias o si se demuestra aburrimiento ante sus obsesiones, pero hay que decir que los que así hablan son en general obsesos, del mismo modo que lo son los héteros que día tras día tienen como único objetivo anotarse éxitos con mujeres diferentes... o viceversa.

Ayer, sin ir más lejos, una chica joven y mona iba a mi lado en el metro absorbida en la pantalla de su teléfono, como es habitual en estos tiempos. Una mirada de reojo me hizo ver que no leía correos ni se entretenía con un juego: tenía una amplia colección de fotos muy indecentes de hombres muy atractivos y se recreaba en cada uno con gran placer. ¿Criticaría yo a esta chica? Desde luego que no, pero ¿Diría yo que esto es lo que tienen que hacer todas? Desde luego que tampoco.

miércoles, 21 de mayo de 2014

EUROPA

A pocas horas de las elecciones al Parlamento Europeo mi vista ha caído sobre un cartel electoral de un pequeño partido de ultraizquierda que seguramente no recogerá votos suficientes para tener un solo representante, pero cuyo lema es: ¡FUERA DEL EURO, FUERA DE LA UE, FUERA DE LA OTAN!... Y fuera de algo más que no recuerdo, todo en beneficio de más oportunidades de trabajo y de las clases más desfavorecidas.

Es bastante significativo que los ¡FUERAS! sean prácticamente idénticos a los de la más extrema derecha, poco representada electoralmente en España, pero mucho en otros países: el FN francés o el partido de Wilders en Holanda dicen cosas parecidas, aunque partan de posiciones sociológicas e ideológicas aparentemente distintas. Ellos creen estar a un continente de distancia, pero en realidad los separan escasos centímetros, porque si algo caracteriza a los extremos es su desprecio o desconfianza por el proceso democrático, su aversión al cosmopolitismo y la reducción de problemas múltiples, complejos y globales a simplicidades catetas, pero muy eficaces para agitar el descontento entre los que están mal y los que se perciben peor.

Los problemas de España y Europa son serios, pero el huir de ellos hacia un pasado imaginario o un futuro utópico solo los agravará. Los europeos no son conscientes de que siguen viviendo mucho mejor (españoles incluidos) que la gran mayoría de los habitantes del mundo y que la abstención o el voto a partidos insignificantes, absurdos o nihilistas abre el camino a extremismos diversos, especialmente a un nacionalismo con tendencias fascistas que solo empeorará su situación.

El "Euroescepticismo", tonta calificación de lo que no es más que nacionalismo o ignorancia, hunde sus raíces en las derechas más recalcitrantes del continente, la rancia propaganda soviética bien asimilada por los PCs y sus herederos, el anticapitalismo dogmático y el fascismo sociológico; ¿les parece un coctel suficientemente indigesto?... Pues a ello hay que sumar las excusas de gobiernos que echan la culpa a Bruselas de las medidas impopulares o de su propia incompetencia y el desencanto de ingenuos que esperan  (o esperaban) imprecisos manás no suficientemente materializados o abundantes.

Con una guerra casi abierta en Ucrania, una Rusia revanchista, un Medio Oriente en permanente ebullición, una China cada vez más segura y agresiva, en medio de un cambio tecnológico y climático sin precedentes ¿qué solución puede ser encerrarse en las fronteras nacionales o abstraerse en posiciones de pureza democrática ofendida?

Algunos aún no entienden que la democracia es un proceso permanentemente inacabado, imperfecto, lleno de contradicciones y no siempre justo para todos, pero que sigue siendo el menos malo de los regímenes posibles. Atacarlo porque no es "real" o despreciarlo porque no alcanza inmediatamente los objetivos soñados, en vez de luchar para que mejore solo abre la puerta a sus enemigos.

Europa está en la encrucijada, pero hay que empujarla en la buena dirección, no hacer que se quede atascada en un bache del que no pueda salir nunca y en el que acabe descomponíendose. En el cartel al que hacía referencia al principio de este post falta un ¡fuera!... ¡FUERA DEL MUNDO!


jueves, 15 de mayo de 2014

EN LA BOCA NO

Que la homofobia existe nadie puede negarlo, especialmente cuando mañana es el día mundial contra la LGTB-fobia en general y cuando ayer el PP se volvió a negar a considerar una ley comprensiva de transexualidad en la cámara madrileña. Sólo el desprecio y el odio de raíces confesional-machistas puede cerrarse ante la evidencia de que los transexuales sufren, pero ya se sabe que los padecimientos individuales no entran en la consideración de los mantenedores de altos principios abstractos e inhumanos disfrazados de morales.

Lo que sí se niega con más frecuencia de la debida, sin embargo, es la condición homófoba de muchos individuos que se las dan de tolerantes, pero que se traicionan a cada momento con sus salidas de tono y sus reflejos menos pensados. Hay personajes muy mediáticos cuyas ideas reaccionarias son bien conocidas , pero que fingen evoluciones o adaptaciones para no aparecer como los dinosaurios que son, hasta que algún suceso los pone de nuevo en evidencia.

En los Estados Unidos ha resonado estos días un acontecimiento cuyos rebotes aún perduran: Michael Sam, jugador del deporte más duro posible, es decir, de fútbol americano, salió del armario hace poco y, contra los augurios de los más pesimistas, consiguió ser contratado por un equipo importante de San Luis, en el Estado de Missouri. Estaba ante las cámaras cuando consiguió el contrato y emocionado se besó apasionadamente con su novio, Vito Cammisano, algo que se ve hacer diaria y constantemente a gran cantidad de parejas de diferente sexo en cualquier momento y ocasión... Pero al ser una pareja del mismo sexo y verse en la televisión la tormenta estaba garantizada.

"Yo no tengo nada contra los gays..¡pero besarse en público!"... mal gusto, atrocidad, falta de educación, mal ejemplo para los inocentes niños ante la pantalla, fueron los calificativos menos vitriólicos. Es decir, que sean gays, pero que no se note y que desde luego no se vea. Como diría la Sra. Botella a la que gustaría que vinieran miles a Madrid para El Orgullo, pero que enviaría a celebrar la manifestación-desfile a algún bulevar de un barrio periférico en construcción a las 6 de la mañana.

Ver a dos personas besándose no es un mal ejemplo para nadie, es solo un acto de afecto, pero la homofobia latente y aún la internalizada por muchos gays hace que se vea como poco presentable, incluso como "agresión" contra los delicados sentimientos de los bienpensantes, un ejemplo más de lo mucho que hay que hacer aún en la educación social para la normalización.

¡Y todavía hay algunos que se creen que todo está ya conseguido y que las protestas y las manifestaciones sobran!... Desde luego que sobran cuando se es hombre, blanco, católico (o protestante en América) y del PP.

miércoles, 14 de mayo de 2014

EL NACIONALISMO COMO ENFERMEDAD

Las personas medias saben poca historia y la poca que saben suele estar reducida a unas pocas fechas, unos cuantos personajes y unos pocos mitos manipulados para aparecer como hechos incontrovertibles, aunque sean más que dudosos. Una de las ventajas de estudiar historia en serio, tal vez la única, es que introduce un escepticismo muy sano sobre hombres grandes y pequeños y las hazañas reales o supuestas que se les atribuyen.

Es preocupante ver cómo la historia solo se ha utilizado y se sigue utilizando cuando y como conviene para justificar las realidades políticas existentes, como si hubiera tendido a un fin concreto, o para justificar secesiones, identidades y victimismos con objetivos claros para sus manipuladores, pero voluntariamente oscurecidos para las verdaderas víctimas de la manipulación, es decir, la masa de medio ilustrados a los que se fanatiza en una dirección determinada con eslóganes, mitos y verdades a medias, dirección que siempre es el nacionalismo identitario más estrecho posible, con ánimo revanchista y excluyente.

Quien crea que esto solo pasa en Cataluña se equivoca: Escocia, Flandes, Hungría y un largo etcétera, por no hablar de la destrozada Yugoslavia, son ejemplos relevantes en nuestros días, pero tampoco hay que echar en saco roto los reverdecimientos nacionalistas en Francia, Holanda, Finlandia, Dinamarca, etc. Es como si los europeos estuvieran olvidando que de lo que se trata es de eliminar fronteras no de crearlas, de superar el localismo y de unirse por encima de mezquindades varias.

No se trata solo de evitar las terribles guerras del pasado, sino de una pura cuestión de supervivencia; Europa como mosaico de naciones-estado no puede competir con las grandes unidades mundiales ni política ni económicamente. La Federación Rusa, con muchos menos habitantes y riqueza, puede lanzar un órdago sin respuesta a una congregación de gobiernos confusos, divididos y en perpetua contradicción. Si Rusia lo puede hacer ¡qué no podrán los otros!

Me hace reír por ridícula y llorar por sus consecuencias, la idea de que la identidad es algo sagrado que debe defenderse al máximo, subrayarse y respetarse, porque solo desde una identidad perfecta se puede colaborar con los demás. Algunos que se las dan de progresistas caen en esta trampa, sin darse cuenta de que esas identidades están predefinidas por cenáculos de santones políticos y culturales y de que no describen lo existente sino que fabrican un molde al que la población castigada debe ajustarse mediante una educación sin alternativas o mediante la violencia física o psíquica cuando hace falta.

La estupidez de Dª Esperanza Aguirre descrita en el post anterior tiene su perfecta correspondencia en las airadas reacciones al escepticismo independentista de alguien tan poco sospechoso de anticatalanismo como Raimon, porque ya se sabe que si se es catalán (o se habla catalán) hay que ser catalanista, anti-español, anti-lengua castellana y pro derecho a decidir, que solo quiere decir independencia, porque si no es, por supuesto, inválido ... lo contrario se considera imposible.

Los nacionalistas son como los 3 cerditos del cuento, que se hacían su casita de juncos y otros materiales endebles, pensando que esto los protegería del lobo, pero cuando llegan los resoplidos del cambio climático, con la subida del nivel del mar, la globalización, los enormes cambios tecnológicos, las migraciones, etc., esas endebles construcciones no resuelven ningún problema serio, solo el de élites y partidos que mantienen así su monopolio... mientras puedan, que no será siempre.

¿Y las sagradas identidades?... Siento decir que hay muchas en el cementerio de la historia y que habrá muchas más, porque otra de las cosas que se aprenden si se estudia de verdad es que ninguna es ni fija ni eterna.

jueves, 1 de mayo de 2014

DEFINICIONES NACIONALISTAS

La inenarrable señora Aguirre, látigo de policías municipales, lideresa de la derecha de la derecha y no tan culta, aunque hable inglés bastante bien, ha tenido una de sus ocurrencias habituales al decir que no se quiere ser español si se ataca la tauromaquia. Reanuda con esto la vieja tradición de sus correligionarios de considerar que los españoles son solo ellos y que los demás pertenecen a la "anti-España", de la que tanto oímos durante nuestra infancia franquista los que alcanzamos ya una cierta edad.

Nada puede poner más contentos a los nacionalistas periféricos que se empeñan igualmente en definir las características raciales y culturales de sus etnias reales o imaginadas, y que hacen símbolos sagrados de levantar piedras o bailar en corro. "El que no haga X... no es de los nuestros, es de los otros." Es como si nacer y crecer en un lugar determinado obligara a amar unas cosas, odiar otras y comportarse exactamente como se decreta en algún catecismo redactado por un comité de santones y beatos patrióticos que definen lo que es propio de la nación y lo que debe considerarse herético y extranjero.

Siento decir a la señora Aguirre que en esto, como en tantas otras cosas, se le ve el plumero de la intransigencia dogmática que tanto afecta a una gran parte de sus amistades y compañeros de tendencia y que desmiente una y otra vez la profesión de "liberalismo" de la que tanto abusa y que tan mal entiende.

Hay muchos españoles muy decentes, buenos ciudadanos, trabajadores, pagadores de impuestos y hasta no pertenecientes a minorías sospechosas o que votan al PP a los que no gustan los toros ni el flamenco, ni la Iglesia Católica, ni la caza, ni el chorizo o la paella, porque ninguna de estas cosas juntas o por separado califican, definen o excluyen. No se es menos español por considerar los toros  éticamente reprobables y un espectáculo más bien repetitivo y aburrido, del mismo modo que no se es mejor español por ser aficionado al flamenco.

No es posible definir una nación, ninguna nación, por mucho que se lo crean o quieran creérselo los nacionalistas, pero es aún menos posible poner marcas a los ciudadanos individuales, como si de ovejas de un rebaño se tratara. El DNI y el pasaporte indican una pertenencia jurídica exacta, pero sobre gustos, tendencias e inclinaciones no hay nada escrito y tanto derecho tiene un taurófilo como un abolicionista a considerarse español.

Siento decirle a la lideresa que los toros tienen poco futuro. La sensibilidad está cambiando y las dificultades y costes del sangriento espectáculo aumentando, pero eso no afecta en absoluto a la existencia de España o de los españoles.