sábado, 24 de enero de 2009

No hay cura para el oscurantismo


Es interesante que al tiempo que se descubre un nuevo asunto de pederastia en una escuela católica de Italia, los poderosos medios de la poco santa alianza Berlusconi-Vaticano alienten la victoria en San Remo de una canción acerca de un "ex-gay", interpretada por otro "ex-gay", que viene a afirmar la conocida idea retrógrada de que la homosexualidad es una "desviación curable".

El origen y variaciones de la orientación sexual es objeto de estudio científico, como todo lo que se refiere al comportamiento humano en general, pero todo indica que tiene orígenes biológicos en elevada proporción, que no es por tanto "elegida" por el individuo y que no es corregible sino algo que pertenece a su más profunda naturaleza. Biólogos, psiquiatras y psicólogos no consideran hoy día la homosexualidad ni desviación ni enfermedad y existe un consenso científico general sobre la imposibilidad, extremada dificultad o malos efectos secundarios de los intentos por hacerlo.

Se cura antes la estupidez que la homosexualidadLa ciencia se topa una vez más en este caso con los prejuicios religiosos y sociales que pretenden mantener una moral arcaica, más propia de supersticiosos campesinos y ganaderos neolíticos obsesionados por la reproducción, que de una sociedad urbana y científica moderna. Pero, como los que de antemano condenan lo que se niegan a entender no pueden echar mano de conjuros o inquisiciones, presentan ahora sus creencias como ciencia y afirman que "los gays se pueden curar". Algo así como si se dijera que uno se puede curar de que no le gusten los garbanzos y de que sí le gusten las lentejas.

Hay muchos aprendices de brujo, como un tal Joseph Nicolosi (en la foto) que ha desarrollado toda una supuesta terapia "reparativa" de la homosexualidad, que captan a pobres víctimas, previamente reblandecidas con fuertes complejos de culpa, les hacen padecer sesiones (nada baratas) de condicionamiento que ponen en peligro su salud mental y las sueltan tan homosexuales como antes, pero con más inhibiciones y confusión. Ninguno de ellos ha demostrado nunca "curaciones" reales, digan lo que digan los propagandistas del Opus Dei entre otros, pero muchos adolescentes son obligados por sus católicos y crueles padres a sufrir hasta descargas eléctricas, y no pocos adultos acuden a estos curanderos para poder continuar bien reprimidos en su armario.

No hay "cura" para algo que no es una enfermedad, pero tampoco para la superstición que tan de la mano va con la estupidez. De ambas se aprovechan "listos" como Nicolosi.

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