viernes, 3 de abril de 2009

Miguel de Molina y la provocación


He ido con el Grupo de Mayores del Cogam a ver la exposición sobre Miguel de Molina, bailarín, cantante y actor. Al margen de lo que guste la copla y su peculiar interpretación por este artista, la exposición muestra auténticas obras de arte de vestuario y zapatería y, más aún, la complicada vida de un hombre que sufrió persecución y malos tratos simplemente por ser (o ser considerado) republicano y homosexual en España, pero que también tuvo que padecer la homofobia en Méjico y Argentina.

En plena visita, conducidos por una simpática y experta guía, un hombre de más de 60 años, nada notable en su aspecto, abre la boca, como dirigiéndose a ella, pero con la intención de que todos lo oyeran y le rieran la gracia:

—¡Hay que ver como trataban entonces a los maricones y ahora resulta que sólo se ven maricones por todas partes!

Se me subió la sangre a la cabeza y lo interpelé de modo cortante:

—¿Es que a usted le parece mal?

El tiparraco me miró, nos miró, lo pensó mejor y desapareció… pero no del todo: al ir a firmar en el libro de visitas me encuentro con un párrafo escrito por él u otro similar:

“Este tipo podría ser un gran artista, pero por rojo y maricón hicieron bien en echarlo de España.”


No se puede bajar la guardiaA falta de una verdadera educación sigue habiendo muchos energúmenos para los que ser homosexual es ser maricón (medio hombre, degenerado, despreciable, desviado). Para estos fascistas políticos o sociológicos, alentados por iglesias irresponsables, los homosexuales son “intrínsecamente desordenados”, una lacra a eliminar o reprimir.

¿Pero qué hacía este hombre tan viril en una exposición dedicada a un homosexual famoso? ¿Iba por la copla, por el coplero o por la provocación?

No bajemos la guardia: hay que seguir exigiendo nuestros derechos y no permitir que nadie nos insulte en público con semejante lenguaje.

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