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lunes, 27 de agosto de 2018

LLÉVENLOS AL PSIQUIATRA

Cuando uno está avergonzado, a veces no se sabe qué decir, de modo que se balbucean excusas mezcladas con lo primero que a uno se le ocurre distraer la atención de algún modo, pero a menudo se dicen tonterías no demasiado meditadas, llevado por el apuro de estar expuesto a la vergüenza.
Supongo que eso es lo que le ha pasado al Papa Francisco, después de la humillación sufrida en Irlanda, país antes tan católico y ahora tan crítico con el catolicismo romano, especialmente después del nuevo escándalo de Pennsylvania, porque no de otra forma se puede entender que haya recomendado a los padres que, si tienen hijos pequeños y detectan tendencias homosexuales, “harían bien en llevarlos al psiquiatra”.
Soy de los que cree que Francisco tiene sólo otra actitud más respetuosa con la diferencia, pero no un deseo auténtico de reformar teología y dogmas, que siguen siendo los mismos e impidiendo cualquier evolución positiva de su Iglesia, pero una tal recomendación no deja de ser un claro paso atrás incluso en la actitud, porque si considera que la homosexualidad es una enfermedad, va en contra de todo el consenso científico actual y, si lo que pretende es aconsejar alguna clase de “terapia de conversión”, esta proponiendo algo claramente inútil y nocivo.
Creo que es más lo primero que lo segundo, pero esto sólo demuestra la imposibilidad que tiene la Iglesia Romana de aceptar el sexo en general como algo positivo, con las consecuencias que se derivan para su esquizofrénico código moral, cada vez más separado de la sociedad, el conocimiento y el mero sentido común.
¿Quién debería ir al psiquiatra? No creo que los niños pequeños todavía inocentes, aunque tengan una orientación no concorde con el dogma oficial, pero sí muchos de los clérigos y jerarcas que siguen propalando doctrinas morales que sólo culpabilizan, excluyen y condenan por seguir los instintos más naturales, negando a sus víctimas la capacidad de amar y ser amados y condenando a sus ministros a la neurosis por privación, cuando no a la pedofilia por desesperación.
Entre moral imposible y machismo arraigado, la Iglesia Romana se queda hoy sin sacerdotes, sin fieles y sin prestigio en una decadencia imparable en sus antiguos territorios de base. Esto no siempre es bueno, como se ve por la conquista de América Latina por evángelicos fanáticos, pero podría revertirse en parte si se suprimiera el absurdo celibato y se abriera el camino a las mujeres en el sacerdocio.
También, y aunque suene a herejía, si se reconociera que el amor entre personas del mismo sexo no es “desordenado”, puede ser moral y va de acuerdo con la naturaleza, como demuestran la ciencia y el sentido común. Pero para esto lo primero es desmontar el castillo de prejuicios que convierten el placer físico en algo malo, menos cuando es reproductivo, negando la verdadera naturaleza humana, que no se hace mejor ni más elevada por la privación constante y absoluta, sino por la administración consecuente de lo que es un regalo más de la naturaleza (¿Dios?).

sábado, 9 de abril de 2016

EL PLAN DE DIOS

El lenguaje y las formas pueden cambiar, pero el fondo no, y el fondo supone desprecio y etiquetas negativas, por mucho que se pretexte lo contrario. Las personas LGTB “no están en el plan de Dios”, como se dice en el último documento vaticano.
“Amoris Laetitia”, que así se llama el texto, está hecho con buenas intenciones, es decir, se aleja del tono inquisitorial normal de los decretos morales católicos, con el fin de acercarse, de no excluir totalmente a la gran mayoría post-católica a la que le es imposible cumplir las imposibles normas impregnadas de obsesión sexual que se hacen pasar como lógicas, racionales y “naturales”, cuando no son nada de esto.
La idea de que una persona, grupo o institución conoce perfectamente el “Plan de Dios” es ya de por sí bastante arrogante, por no decir completamente soberbia, pero también enteramente increíble, a la vista de los errores, conducta y delitos cometidos por las mismas personas que dicen conocer tan bien el famoso plan.
En realidad no hay mucho que objetar a que una iglesia publique escritos orientadores para sus fieles, siempre que no aspire, como la Católica hace, a detentar el monopolio moral de la sociedad, y que no mantenga, como también hace, posiciones anti-científicas, como la supuesta “antinaturalidad” de orientaciones e identidades inescapables para los individuos que las tienen y que, por lo mismo, están en el plan de algún dios, tal vez no el del Vaticano, pero sí en los de la naturaleza que les han dado origen.
No es fácil continuar como fiel en una iglesia que excluye a los que sienten que su cuerpo no corresponde a su mente, a los que aman de modo diverso y a los que pretenden gozar de los mismos derechos no estando incluidos en el “plan”. Es fácil alejarse y casi imposible volver, especialmente cuando se vive en sociedades libres en las que las diferencias han dejado de ser delito hace tiempo.
Aunque se exhorte al respeto y la comprensión, resultará bastante difícil que estos se practiquen por los que sienten y aman de modo ortodoxo, porque sabiéndose parte del “plan” tenderán a sentirse superiores y sentirán pena, desprecio o repugnancia por los desgraciados que excluidos por su naturaleza practican el amor de forma antinatural. De la repugnancia al odio sólo hay un paso y no todos son moderados y se contienen.
¿Pueden Dios y la naturaleza ser opuestos? Si se analizan los textos vaticanos, sí, aunque esto se niegue de formas más o menos sofisticadas, pero tampoco nos debe importar tanto a los no-fieles. Exhortemos a la comprensión de los creyentes en religiones varias, siempre que nos reservemos la facultad de criticar sus creencias y de negarnos a que se nos impongan directa o indirectamente.

viernes, 25 de marzo de 2016

LAS SINRAZONES EPISCOPALES CONTRA LA TRANSEXUALIDAD

La aprobación de la nueva Ley Integral de Transexualidad por la Asamblea de la Comunidad de Madrid ha sido bien recibida por los colectivos interesados, pero ha desatado las críticas habituales de algunos jerarcas católicos, los de siempre, que se empeñan en la negación de la evidencia y se repiten en la denigración constante de todo lo que excede su ramplona moral de manual, fundada en presupuestos acientíficos y una visión de la naturaleza y “lo natural” prefabricada y alejada de la objetividad.
Todo el mundo tiene derecho a sus opiniones, incluso cuando éstas son absurdas o arbitrarias, pero cuando estas se emiten desde posiciones de autoridad e influencia con el ánimo de soliviantar a fieles y seguidores, estamos ante operaciones de “agitprop” en nada diferentes de las que llevan y han llevado a cabo grupos políticos en los márgenes de la legalidad.
La ortodoxia defendida por estos personajes ignora voluntariamente los progresos de la investigación biológica, psicológica y psiquiátrica, las posibilidades médicas y, lo que es más grave, la moderna comprensión y el desarrollo de los derechos humanos, en un intento de retrotraer la sociedad a una imagen teórica, cuya aplicación práctica supondría considerables mermas en las libertades generales y la estigmatización de todas las personas LGTB como desviados, pecadores y, finalmente, delincuentes.
Los obispos de marras consideran que la aprobación de la ley es un hecho “grave e injusto”. Es posible que sea grave para ellos, pero injusto ¿para quién? Puesto que recurrir a ella es algo meramente voluntario, no es injusta para los que no la necesitan y sí es justa para los que la han solicitado. La idea de que algo que va contra el dogma defendido es “injusto” significaría de ser aceptada que es injusto todo lo que no aprueba la Iglesia Católica Romana, como en los mejores tiempos del “Nacionalcatolicismo”.
El texto se pierde después en un magma de disquisiciones confusas lindantes con la más rampante cursilería en el que se mezclan ideas tomistas (precientíficas) de la naturaleza con conceptos dogmáticos como el abstruso “pecado original”. Analizar sus conceptos uno a uno resultaría tedioso, baste decir que tras la aparente complejidad de razonamiento la idea central que se transparenta es bien simple: solo hay varones y hembras, definidos desde el nacimiento por sus genitales y estos deben acoplarse siempre con el sexo opuesto con el único y exclusivo fin de reproducirse.
Este “simplismo” busca reducir toda diferencia a “malos comportamientos” condenables moralmente: no hay orientación sexual sino “comportamientos sexuales”, todos perversos fuera de la posición del misionero: un homosexual es sólo un ser que cede a sus desviadas pasiones, no tiene entidad propia, un transexual es una persona equivocada que se deja dominar por sus perturbadas fantasías y mutila indebidamente su cuerpo, un intersexual una aberración de la naturaleza que debe ser inmediatamente corregida, etc.
Las explicaciones científicas, psicológicas y filosóficas modernas de la diversidad sexual, no siempre coincidentes y lejos de constituir un conjunto armónico, son calificadas de “ideología de género” y condenadas en bloque como heterodoxas y, retorciendo el lenguaje, como “absolutistas”, “contrarias a la libertad” y ¡hasta “antiecológicas”! (Papa Francisco dixit).
Lo más hiriente es que se tilden de antiliberales medidas que van a ampliar la libertad individual, porque resulta que para estas creencias la “verdadera libertad” consiste en no ser libre, sino someterse a la obediencia dogmática, lo contrario es la absolutización de la voluntad que pretende ser la única creadora de la propia persona y la absolutización de la técnica transformada también en un poder prometeico e ideológico.
Es evidente el disgusto que se siente por los progresos médicos que permiten la cirugía de reasignación de sexo, pero es sólo una parte de la aversión demostrada a la ciencia en general que tantos y tan sacrosantos principios religiosos ha puesto en cuestión.
La cuestión ecológica iba oculta en la última encíclica del Papa Francisco y pasó casi desapercibida para la mayoría, pero el razonamiento es el mismo: se ha nacido con un cuerpo y unos genitales y cambiarlo es tan “contrario a la naturaleza” como cortar las selvas amazónicas, sobrepescar el mar o producir demasiado CO2 .
Según este primitivo concepto tampoco habría que operar las malformaciones congénitas que han aparecido porque así es la voluntad divina.
Como es habitual, se acusa de la aprobación de la ley a un siniestro plan de ingeniería social dictado por ocultos poderes antirreligiosos para terminar con la única fe verdadera (otras fes dicen lo mismo).
Lo más grave de todo es la llamada que hacen a la desobediencia y la rebelión porque “una ley injusta no obliga en conciencia”. Dado que a nadie se obliga a ser transexual ¿a quien va dirigida esta perla? A los transexuales cierto que no, sino a los odiadores varios que pueden seguir considerándolos como seres degenerados y perversos y a las personas LGTB en general como perchas de golpes físicos o de otra clase.
Un texto como este, redactado en términos algo más respetuosos de la diferencia, puede ser útil para los creyentes, pero tal y como está lo que pretende es sublevar a los fieles sumisos e intentar, contra viento y marea, reconquistar el perdido monopolio moral que llevó en el pasado a las quemas de herejes, porque un pecador es, a fin de cuentas, sólo un delincuente.

jueves, 1 de octubre de 2015

MÁS DE LO MISMO... PERO IGNÓRALO

En la reciente visita papal a los Estados Unidos Francisco Bergoglio ha hecho alarde de sus dotes diplomáticas al evitar hablar directamente de los temas más polémicos: matrimonio igualitario, aborto, divorcio, etc. Le honra bastante el haber incidido en temas muy del disgusto del establishment norteamericano, como inmigración, racismo, desigualdad económica y cambio climático, pero estos son puntos en los que la jerarquía católica (no siempre la estadounidense) está de acuerdo hace mucho y que no tocan problemas de doctrina o del supuesto monopolio moral que la Iglesia Católica se arroga, especialmente donde es mayoritaria o puede influir suficientemente.
Todo se desmonta, sin embargo, con la entrevista privada que tuvo el Papa de Roma con Kim Davis, protestante fundamentalista, de las que piensan que los católicos no son ni siquiera cristianos, pero rabiosamente opuesta al matrimonio igualitario, lo que la lleva a violar la ley de forma tan militante como ridícula, puesto que dar una licencia de matrimonio no supone falta alguna se mire por donde se mire, pero negarla es un acto ilegal y gratuito, cuyo único objetivo es hace campaña anti-gay.
El hecho de que Francisco haya hablado con ella y la haya alabado su “valentía”, es signo claro de que las formas externas de la jerarquía católica pueden haber mejorado, pero el mensaje de fondo sigue siendo el mismo: una condena sin paliativos de cualquier clase de diversidad, la no aceptación de la evolución social, de la ciencia y de la simple humanidad, en pro del mantenimiento de unos principios morales abstractos, basados en ideas medievales y en la negación de la realidad, especialmente cuando esta choca con la visión de la sociedad y de la familia ideales acuñada para apoyar una moral determinada.
No hay que sorprenderse de que la Iglesia Católica repita lo que siempre ha dicho, pero, si no se es un fanático, tampoco hay que darle demasiada importancia. No es cierto que la moral deba ser la católica, porque hay muchas formas de comportarse éticamente, sin necesidad de recurrir a dogmas y autorizaciones eclesiásticas: los dogmas son base para creyentes, pero la ética puede fundamentarse en la razón y no es obligatorio que sea teísta, es decir, basada en las escrituras supuestamente dictadas por una divinidad o, más dudoso aún, en la interpretación que de estos oscuros textos hacen sus sacerdotes.
Hacer el bien y amar al prójimo, ni son inventos cristianos, ni necesitan de la apoyatura de religión alguna, más bien al contrario, en nombre de bastantes creencias se persigue, se mata, se tortura o simplemente se hostiga a los que no comulgan con ellas. Respetar a los que creen ciertas cosas no significa respetar sus creencias, que pueden y deben ser objeto de crítica desde la razón y por lo que suponen de desprecio de los derechos de los demás.
Francisco es más simpático, pero no va a volver a su iglesia del revés. Sus palabras solo son importantes en tanto en cuanto afecten a la conducta de políticos y sociedades que crean en ellas, por eso es un progreso que sea diplomático y que no propugne tanto el odio, pero no hay que exagerar en cuanto a sus supuestos beneficios.

martes, 26 de mayo de 2015

DOGMAS Y REALIDAD

Es interesante observar que bastantes estados que reconocen el matrimonio igualitario son mayoritariamente católicos: Bélgica, Luxemburgo, Francia, España, Portugal, Eslovenia, Argentina, Brasil y México son católicos en alto porcentaje, pero también lo es y mucho Irlanda, donde la masiva aprobación referendaria no deja lugar a dudas.
Esto puede interpretarse de varias formas, la primera sería que la doctrina católica hace mayor énfasis en la igualdad que muchas protestantes de origen calvinista, que priman la predestinación y que orientan a la competitividad, pero esto, que no deja de ser una teoría, no es tan fundamental hoy día, porque lo que realmente sucede es que el occidente católico simplemente ni escucha ni comprende lo que viene de Roma, que es básicamente lo mismo que ha estado viniendo desde el Concilio de Trento, por poner un punto histórico determinado.
Pocas iglesias han codificado de forma tan exacta unos principios morales concretos: pecados veniales, pecados mortales, la forma exacta en que se comete un pecado, la forma de perdonarlo, quién lo perdona, la penitencia a pasar… y muchas más cosas que sólo unos pocos iniciados conocen realmente.
Seguramente esto era útil en un momento en que los clérigos gozaban de autoridad real, la ciencia era sólo una palabra, la mayor parte de los fieles analfabeta o cerca de serlo y los cultos muy pocos, censurados y metidos en una sociedad enteramente impregnada de las mismas normas.
No es que la moral católica sea básicamente mala, pero su extraordinario detalle, su obsesión antisexual, su elevación a dogma absoluto y su progresivo divorcio de realidad social y avance científico la han convertido en un fósil, algo que han reconocido al mismo tiempo L’Osservatore Romano, periódico oficioso de la Santa Sede y el Primado de Irlanda con palabras muy similares: la población de estos países, especialmente los jóvenes, no toma en consideración reglas y normas que se ven como arcaicas, arbitrarias o contra el sentido común. Normas que ni siquiera respetan los clérigos encargados de aplicarlas.
Ninguna organización puede vivir tan de espaldas a la realidad social sin sufrir las consecuencias: abandono, indiferencia, falta de personal propio y escasa motivación del mismo. El Papa Francisco lo sabe, pero un verdadero “aggiornamento” de tan vetusta institución no se ve demasiado probable, así que lo más seguro es que siga un descenso que puede ser muy largo, pero del que caben pocas dudas.

domingo, 10 de mayo de 2015

VERDUGOS CON RESPETO

P. Y sobre aquella frase de “quién soy yo para juzgar a los gais” ¿Está de acuerdo el Opus con este tipo de mensajes de comprensión hacia, por ejemplo, los homosexuales?
R. Está en plena coherencia con lo que dice San Pablo: sólo Dios juzga. Esa frase no implica relativismo, sino respeto total y absoluto por cada persona; que el Opus Dei comparte porque forma parte de la doctrina cristiana. Lo que el Papa completa diciendo que está en contra de los Lobbys. Cuando el tema de la orientación sexual se convierte en ideología y en presión social, ahí si hay elementos criticables.
Así dice Mariano Fazio, Vicario General del Opus Dei en la entrevista que le hacen en El País del domingo 10 de Mayo. Parece que “La Obra” quiere presentar una cara más amable y menos siniestra de la que ha presentado hasta ahora, especialmente por el cambio de estilo del Papa Bergoglio, pero, aparte de otras afirmaciones increíbles que aparecen en esta entrevista, no hacen falta alforjas para tan breve viaje, porque la respuesta es una pura trampa semántica.
“Respetamos a los homosexuales” es una frase vieja, mil veces repetida por nuestros peores enemigos, pero es evidente que el respeto se termina y la persecución empieza en el momento en que los homosexuales se unen, luchan por sus derechos o pretenden disolver los prejuicios mantenidos por las iglesias y las sociedades patriarcales por ellas apoyadas durante milenios.
Estamos ante la conocida táctica de aparecer como víctima cuando se es perseguidor, parte de la cual es definir como “ideología” lo que contradice los principios dogmáticos propios. Es decir, que los homosexuales son respetables (no hostigados oficialmente) cuando permanecen bien invisibles en el armario, resignados a su ciudadanía de segunda y con la clara conciencia de que sus inclinaciones son desviadas, perversas o, para los muy magnánimos, “inferiores”.
“Ideología” es en cambio:
Enseñar que existe la diversidad sexual. Terrible herejía de la “Ideología de Género”. A los niños hay que enseñarles que todo lo que no se ajuste a la más rancia heteronormatividad patriarcal es pecado, enfermedad y defecto.
Pedir igualdad de derechos como poder firmar contratos matrimoniales, adoptar niños y trabajar en cualquier clase de empleo sin miedo a la expulsión. Estos son ataques directos a la familia según la entiende la ortodoxia.
Criticar las creencias en las que se han basado y se basan las discriminaciones y condenas a todos los diversos. Se parte del principio de que hay fes buenas, verdaderas y dictadas por la divinidad, mientras que las opiniones contrarias son “ideologías”, aunque estén fundadas en la ciencia y no en la creencia.
Creo que con esto basta… por si alguien se creía la inmensa humanidad y la caridad de “La Obra”.

viernes, 20 de febrero de 2015

FOBIAS

En la misma semana nos llega la noticia de que un memo (de memo y memorandum) interno del Metro de Madrid aconsejaba "vigilar especialmente a los gais" junto a borrachos, vagabundos, mendigos, músicos callejeros y demas ralea (para el Metro), mientras en Roma el Papa Francisco se larga diciendo que la transexualidad y la "falsa teoría de género" es como una bomba nuclear lanzada contra la sociedad y, por supuesto, "la familia". Son cosas distintas, pero básicamente iguales, porque la estupidez del que redactó la nota interna del Metro es sólo consecuencia de la negación a aceptar la revolución de conceptos de que este papa, como todos los anteriores hace gala.

En el cambio de época que vivimos resulta muy difícil o imposible para mucha gente aceptar que lo que siempre habían creído no es como lo creían, y que lo que veían ocultaba realidades distintas y menos claras de lo que imaginaban. Para un señor que viviera en un pequeño pueblo en 1890, por ejemplo, sólo había una religión verdadera y posible, hombres muy hombres, mujeres muy mujeres, animales a los que se podía usar y maltratar, un tipo de comida, un tipo de vestido, un tipo de clima incambiable y otras innumerables certezas acuñadas en refranes, dichos y "sabiduría" popular, es decir, una serie de lugares comunes elaborados a lo largo de milenios desde el neolítico.

No es raro, pues, que la gente desconfíe de la ciencia y hasta se rebele contra ella, porque adelantos técnicos e investigación biológica aclaran gran cantidad de problemas, proporcionan infinitos objetos y ventajas materiales y, al mismo tiempo, desenfocan el mundo binario dividido claramente en masculino y femenino, positivo y negativo, yin y yang. Resulta que ahora sabemos que hay un montón de religiones verdaderas, que los hombres tienen hormonas femeninas y las mujeres masculinas, que hay diversas orientaciones sexuales, que hay individuos que nacen en el cuerpo equivocado y que... mucha gente no quiere saber estas cosas porque les sume en la confusión, les quita las viejas certezas o  les recuerda que en la trastienda de su mente les tientan cosas que no les deberían tentar.

Hay fobias a la oscuridad, a los lugares cerrados, a las multitudes y a los microbios, pero también hay fobias a la luz que descorre velos y deja ver la propia ignorancia, la suciedad que se deriva de no haber abierto ventanas durante mucho tiempo y la fealdad de seres muy limitados que se niegan a ver su pequeñez en un universo demasiado complejo  para su gusto.

lunes, 9 de febrero de 2015

HACER EL RIDICULO

¿Se opondria hoy alguien fanáticamente al matrimonio civil o al divorcio?... Sí, es posible que los miembros de ciertas masonerías pías lo hicieran, pero la mayoría de los ciudadanos de los países libres ni siquieran piensan en ello. Concretamente en España se casa más gente hoy día en juzgados y ayuntamientos que en las iglesias. En todos los países civilizados y en muchos que no lo son tanto se registran los nacimientos, defunciones, matrimonios y divorcios en el Registro Civil, algo que fue tremendamente combatido en el siglo XIX, cuando eran todavía las iglesias las que servían de archivo para estas realidades y las sometían. claro está, a normas particulares y supersticiosas disfrazadas de moral.

El matrimonio de personas del mismo sexo es en nuestros días un caballo de batalla en nada diferente a lo que fue el matrimonio civil a fines del XIX, considerado como "concubinato inmoral" por las instancias vaticanas. Ya se decía entonces que los matrimonios fuera de la iglesia no eran tales, como se dice ahora con argumentos tan especiosos como llenos de prejuicios de los enlaces de dos hombres o dos mujeres, negando la obviedad de que se trata de un contrato civil ante todo.

El problema para las iglesias, especialmente algunas, es que el concepto y la extensión de los derechos individuales y civiles ataca directamente sus arcaicos códigos morales, propios de sociedades medievales, mientras que la separación iglesia-estado les priva de medios para imponer sus irracionales prohibiciones. Más aún la investigación científica demuestra que sexo, género, orientación e identidad son naturalmente cosas mucho menos claras y sujetas al libre albedrío de lo que se pensaba.

Como el fanatismo es libre, los que aún tienen en su cabeza un esquema rígido se empeñan en batallas cada vez más absurdas, como el Referendum celebrado el 8 de febrero en Eslovaquia, país eminentemente católico, conservador y con prejuicios homófobos. El papa Francisco, mismo, desmintiendo una vez más su supuesto gran liberalismo, aparecía en carteles propugnando el sí a una prohibición más estricta (ya está prohibida) de los matrimonios del mismo sexo y de la adopción de menores por los mismos... pero escasamente un 21% del censo se acercó a votar, mientras que era necesario al menos un 50% para que el Referendum fuera válido.

Hay una minoría de héteros que se siente muy a gusto con las personas LGTB, hay también una minoría de homófobos recalcitrantes, pero a la gran mayoría de la población no obsesionada con estos temas lo que cada uno sienta o haga le es enteramente indiferente, mientras a ellos no les afecte, especialmente al bolsillo. ¿Que mi vecino se divorcia?... ¡Bueno! ¡Y que!... Nadie va a moverse por hechos que no tienen importancia y que se ven como normales. Sólo los obsesos se sienten siempre afectados por personas que a nadie molestan pero, como se ve una y otra vez en los países de verdad libres lo que acaban es quedando en evidencia y haciendo el ridículo.

domingo, 18 de enero de 2015

RELIGIÓN Y RESPETO

Pasada la tormenta de "Charlie Hebdo" creo que es justo remachar una serie de puntos al respecto, porque la tempestad de opiniones en general a favor de la libertad, pero también en contra, parte de posiciones muy establecidas y conocidas aunque no tan racionales como debieran.

Hay gente que sigue confundiendo la "Libertad Religiosa", como está consagrada en las constituciones democráticas, con la absoluta prohibición de crítica o ironía contra las creencias de otros, es decir, que no se pueden hacer chistes, reírse o criticar una religión, o que esto equivale a atacar a los que creen en ella. Esta confusión, voluntariamente llevada al extremo por clérigos y grupos de presión afines, es igual a la absoluta falta de libertad que se padece en países musulmanes y que se padecía en países cristianos en el pasado.

No hay que cansarse de repetir que las personas son todas respetables, aunque crean en la astrología y los curanderos, por ejemplo, pero que TODAS las creencias son atacables, sean filosóficas, políticas, económicas o religiosas, sin que estas últimas puedan tener un privilegio especial, puesto que en puridad se trata de opiniones compartidas por grupos y personas, no de certezas, y como tales opiniones pueden ser objeto de irrisión, caricatura y burla, incluso mordaz y de mal gusto.

Si el Papa Francisco, por ejemplo, revirtiendo de nuevo a las viejas esencias católicas, afirma en Filipinas que "el matrimonio de personas del mismo sexo desvirtúa la institución y supone una amenaza para la familia",  está haciendo la labor típica de propaganda política a la que se dedica su institución, muy necesitada de conservar ciertas funciones que le han ido siendo arrebatadas por los estados y la sociedad civil, pero esta afirmación no resiste el más mínimo análisis racional porque el contrato matrimonial está sujeto a cambio como todo contrato y se quiere hacer pasar un determinado concepto de familia como el único posible, de modo que la afirmación puede ser desmentida, atacada o ridiculizada.

La libertad religiosa se ataca, en cambio, cuando desde posiciones que a veces se presentan como progresistas, pero que son radicalmente antidemocráticas, se dice que "se prohibirá la Semana Santa Sevillana", por ejemplo, sin apreciar que una fiesta popular, tradicional e intensamente arraigada sólo se puede prohibir al estilo soviético, es decir, desde un ateísmo de estado, que lo único que conseguiría sería crear un fuerte movimiento de resistencia. Dado que en estas celebraciones, que a mí me parecen supersticiosas, kitsch y aburridas desde afuera, ni se matan personas, ni animales ni se realizan actos reprensibles, la prohibición por un prurito de progresismo sí ataca no ya las creencias, sino la forma de ser y celebrar de amplios grupos.

La radical separación de iglesias y estado y la neutralización al máximo del espacio público no significa ir contra todo lo que se ha venido haciendo hasta ahora cuando goza de amplio apoyo y no ataca a nadie más.

La libertad es o no es, no tiene demasiada posibilidad de recorte, lo que no quita que haya gente libre de buen gusto y crítica fina y otros de mal gusto y humor de brocha gorda, pero esto no se entiende en los lugares donde la libertad no existe y donde el "humor" de ciertas publicaciones es recibido siempre como insulto y desprecio, no sólo a una religión, sino a una etnia o una cultura. Esto también hay que entenderlo, aunque no puede ser un límite a la libertad propia.

Yo también soy Charlie, aunque maldita la gracia que me han hecho siempre sus caricaturas.

miércoles, 22 de octubre de 2014

BATALLAS GANADAS, GUERRAS PERDIDAS

En toda evolución social hay un momento en el que se pasa un punto de no retorno tras el cual toda vuelta atrás es imposible. Nadie habla hoy día de los privilegios de los nobles, perdidos entre los siglos XVIII y XIX, y poca gente sabe incluso en qué consistían. Nadie tampoco se atrevería a defender públicamente la esclavitud o la privación de derechos políticos de las mujeres, asuntos que apenas hace 150 años (un suspiro en la historia) eran discutidos con vehemencia y tenían muchos partidarios hasta entre individuos ilustrados. Ahora es el momento de los derechos LGTB y los pasos positivos dados en esta dirección han ido tan lejos que han llegado hasta el Vaticano.

El Papa Francisco está demostrando que su actitud no es meramente diplomática, sino que quiere introducir algunos cambios más que cosméticos en un código moral impracticable por alejado de la realidad. Todas las iglesias cristianas en las sociedades avanzadas se encuentran hoy día en una encrucijada, tanto más dramática cuanto más rígida y autoritaria sea su organización, por dos causas principales: en primer lugar la ciencia y la libertad de pensamiento amenazan directamente la base de creencias elaboradas y desarrolladas hace milenios por y para sociedades de campesinos, esclavos y siervos; en segundo lugar la emancipación femenina, la biología y la medicina han derribado barreras y transformado conceptos de tal modo que hoy día ya no es posible oponerse a la realidad del divorcio o la posibilidad de abortar, mientras que las antiguas certezas sobre género, rol y hasta sexo biológico se han hecho más difusas y llenado de matices.

Radicales cristianos, musulmanes y laicos homófobos se han empeñado en una guerra contra los derechos LGTB en general, no sólo contra el matrimonio igualitario, y han ganado algunas batallas como en Rusia o Uganda, o siguen intentando congelar la evolución como en Italia, pero la realidad se impone y, si el consenso científico y social mayoritario afirma que las personas LGTB no son ni enfermos ni delincuentes, no quedan razones lógicas para no considerarlos ciudadanos de pleno derecho que es de lo que se trata, no de amor o aprecio, que es con lo que algunos lo confunden.

En los Estados Unidos, por ejemplo, nadie que aspire a ser respetado hace gala de racismo en público, pero eso no evita que haya racistas con fuertes y arraigados prejuicios. Lo importante es hacer el racismo inaceptable socialmente y objeto de persecución civil o penal en los tribunales cuando se manifiesta.

El Vaticano parece estar llegando a la conclusión de que, en tiempos de grave crisis para la Iglesia Católica, la oposición frontal a los nuevos datos biológicos y a los cambios sociales es tan inútil como negarse a aceptar la marginalidad del sistema solar en el universo o la evolución de las especies. Esto tampoco significa amor, sólo cambio de táctica, pero siempre hay que alegrarse de que un frente de guerra entre en relativa calma. 

martes, 5 de agosto de 2014

ALIVIO PERO NO CURA

Parece que alguien tan soberbio como el Cardenal Rouco tendrá que aprender algo de humildad, ahora que el Papa Francisco, de talante bien diferente, ha decidido aceptarle una dimisión que él creía meramente formularia. Desaparece así a regañadientes una figura siniestra y negativa, que tanto ha contribuido a la perduración de actitudes ultramontanas entre una buena parte del conservadurismo hispano.

La sociedad actual, especialmente los jóvenes, está muy lejos hoy día no ya de compartir, sino siquiera de entender en qué consisten los extraños dogmas y los absurdos mandamientos de una secta como la católica, que tan indebidamente sigue ocupando una posición de privilegio en España, Italia y algunos otros países, pero caeríamos en un grave error si pensáramos que la huida de fieles y la falta de prestigio de la institución bastan para terminar con su nefasta influencia: véase si no el proyecto que pretende privar a las mujeres de toda capacidad decisoria respecto a su cuerpo, la genuflexión ante Putin al firmar el pacto de adopción con Rusia, la negativa a admitir a trámite una ley integral de transexualidad en Madrid y la reclamación ante el constitucional por una ley similar en Cataluña.

La Iglesia Católica española, casi siempre protegida o confundida con el estado, ha tenido que hacer muy pocos esfuerzos para justificar su poder y sus acciones, ha practicado siempre la prepotencia e invadido todas las esferas que ha podido, además de sembrar el odio y justificar la violencia contra todo lo que le pareciera desafiar sus privilegios y la base de su irracionalidad. El Concilio Vaticano II la sorprendió todavía en plena Edad Media y aún en el disfrute de sus prebendas durante el Nacional-Catolicismo, consiguió asustar a Tirios y Troyanos para mantener una posición preeminente después de 1975, a pesar del abandono masivo de fieles y de su impopularidad, y vuelve a resaltar como de las más retrógradas frente a los nuevos vientos algo más liberales que soplan desde Roma. No es extraño en una organización que confunde espiritualidad con ritos, creencia con obediencia y orgullo con dignidad.

Rouco se va, pero la Iglesia se queda y no es contra él sino contra ella contra lo que hay que luchar: como creencia es tan respetable como todas, como poder fáctico no. Hay que exigir a los gobernantes la definitiva separación total de iglesias y estado y el fin de su indebida influencia y presencia en legislaturas, ceremonias cívicas y el espacio público en general. Mientras no se denuncien los infames Tratados entre España y el Vaticano y mientras no se autofinancie lo que no es más que una creencia hoy día minoritaria, no se podrá hablar del fin de sus privilegios y de la imposición práctica a todos los españoles, católicos o no, de dogmas propios de una institución que se representa cada vez más sólo a sí misma y que no tiene ningún mandato democrático para representar a nadie más.

domingo, 29 de diciembre de 2013

2013 UN AÑO CLAVE

No creo exagerar cuando digo que en el futuro 2013 será considerado un año clave en el progreso de los derechos LGTB, pero también por muchas otras razones que podemos resumir en lo siguiente.

China da señales de querer convertirse en una gran potencia política y militar con una nueva zona de exclusión aérea. Lo ha hecho con mucha torpeza, pero el hecho es indiscutible: estamos ante la gran potencia de la 2ª mitad del siglo.

La UE parece consolidarse y durar junto a la moneda única, pero sin ilusión ni proyectos claros. Los sucesos de Ucrania son una señal de que la UE resulta más atractiva fuera que dentro, que Alemania manda pero no dirige, que Francia da vueltas sobre sí misma y de que el Reino Unido se dirige a la autoexclusión.

La crisis alcanzó su punto álgido en España, pero la irresponsabilidad colectiva, la falta de solidaridad de "Europa" y la inoperancia y sectarismo del gobierno han ayudado a profundizar las dificultades económicas y precipitado una crisis de estado con el artificial problema catalán. Creo, sin embargo, que los años venideros volverán las aguas a su cauce, aunque sea sin una Cataluña sin la que España puede perfectamente subsistir. El caso es poder hablar racionalmente de los problemas y no enfangarse en discusiones emocionales sin lógica ni solución. Todo es reformable y adaptable, nada hay permanente y sagrado. En cuanto a los secesionistas de cualquier región o color, hay que decir que el empleo de la pantalla nacionalista para garantizar el poder permanente y esconder otros problemas es un arma peligrosa: la secesión es posible, pero en absoluto gratis y sus resultados imprevisibles, porque los dioses suelen castigar concediendo lo que más se desea.

Los progresos de los derechos LGTB en Europa y América han sido decisivos para que no haya fácil vuelta atrás. El haber llevado la discusión a Rusia y a Uganda, a pesar de las aparente derrotas, es otra señal de que el asunto no podrá nunca más esconderse bajo la alfombra y de que, una vez reconocida la condición LGTB como natural y no delictuosa o patológica el progreso vendrá por sí mismo.

Por último, la elección del papa Francisco es un cambio favorable en la estructura de la Iglesia Católica, institución muy influyente aunque no se crea en ella. No son esperables revoluciones, pero la nueva actitud muestra que este viejo poder está en proceso de adaptación a un mundo al que ha vivido de espaldas desde 1789.

2013 ha sido un año histórico por muchas razones.

domingo, 22 de septiembre de 2013

LO QUE DIJO FRANCIS

El papa Francisco es una sorpresa relativa. Sorpresa porque se diferencia bastante del seco, rancio e inflexible Ratzinger, relativa porque tampoco hay que esperar lo imposible de una institución como la Iglesia Católica Romana... pero lo que dice es interesante, no porque nos importe doctrinalmente a muchos que nos consideramos enteramente indiferentes a su religión, sino porque su iglesia es un poder fáctico y una influencia política en España y otros lugares.

La importancia de las palabras de Francisco no reside en un cambio de dogma que no se ha producido, sino en la inauguración de una actitud diferente: si la iglesia no debe estar obsesionada con tres temas, homosexualidad, aborto y anticonceptivos, más o menos por este orden, la ausencia de monomanía implica una aceptación pasiva del orden civil, un respeto de las leyes del estado y una neutralidad creciente respecto a temas de costumbres hasta ahora ferozmente combatidos.

La Iglesia Católica Romana es mucho más fina teológicamente que sus oponentes fundamentalistas protestantes, por eso acabó por adoptar la evolución darwiniana y ha procurado ajustarse mal que bien a la evolución científica, aunque no siempre a tiempo. Pero una institución secular con vocación imperial no puede dar la espalda a la realidad, y menos un papa que proviene de una orden tan intelectual como la jesuítica, de aquí que se haya producido un primer reconocimiento de hechos incontrovertibles. Si las variantes sexuales son hoy día reconocidas por la biología y la psicología, la Iglesia no puede ignorarlas eternamente, si éstas consiguen además reconocimiento legal en cada vez más sociedades libres y democráticas no es posible oponerse frontalmente a ello, como han demostrado previamente las batallas perdidas contra el divorcio y el aborto.

El resultado práctico para no creyentes en esta iglesia o en ninguna es que prelados retrógrados como el Sr. Reig en Alcalá, Rouco en Madrid o Dolan en Nueva York, por escoger una muestra representativa, queden desautorizados, que su veneno se vea como lo que es: prejuicios, dogmas, exageraciones con fin político y, finalmente, como una falta de adaptación a los cambios sociales necesarios que toda institución debe reconocer si quiere perdurar.

Demos las gracias a Francisco, aunque su doctrina no sea de nuestra incumbencia