jueves, 1 de octubre de 2015

MÁS DE LO MISMO... PERO IGNÓRALO

En la reciente visita papal a los Estados Unidos Francisco Bergoglio ha hecho alarde de sus dotes diplomáticas al evitar hablar directamente de los temas más polémicos: matrimonio igualitario, aborto, divorcio, etc. Le honra bastante el haber incidido en temas muy del disgusto del establishment norteamericano, como inmigración, racismo, desigualdad económica y cambio climático, pero estos son puntos en los que la jerarquía católica (no siempre la estadounidense) está de acuerdo hace mucho y que no tocan problemas de doctrina o del supuesto monopolio moral que la Iglesia Católica se arroga, especialmente donde es mayoritaria o puede influir suficientemente.
Todo se desmonta, sin embargo, con la entrevista privada que tuvo el Papa de Roma con Kim Davis, protestante fundamentalista, de las que piensan que los católicos no son ni siquiera cristianos, pero rabiosamente opuesta al matrimonio igualitario, lo que la lleva a violar la ley de forma tan militante como ridícula, puesto que dar una licencia de matrimonio no supone falta alguna se mire por donde se mire, pero negarla es un acto ilegal y gratuito, cuyo único objetivo es hace campaña anti-gay.
El hecho de que Francisco haya hablado con ella y la haya alabado su “valentía”, es signo claro de que las formas externas de la jerarquía católica pueden haber mejorado, pero el mensaje de fondo sigue siendo el mismo: una condena sin paliativos de cualquier clase de diversidad, la no aceptación de la evolución social, de la ciencia y de la simple humanidad, en pro del mantenimiento de unos principios morales abstractos, basados en ideas medievales y en la negación de la realidad, especialmente cuando esta choca con la visión de la sociedad y de la familia ideales acuñada para apoyar una moral determinada.
No hay que sorprenderse de que la Iglesia Católica repita lo que siempre ha dicho, pero, si no se es un fanático, tampoco hay que darle demasiada importancia. No es cierto que la moral deba ser la católica, porque hay muchas formas de comportarse éticamente, sin necesidad de recurrir a dogmas y autorizaciones eclesiásticas: los dogmas son base para creyentes, pero la ética puede fundamentarse en la razón y no es obligatorio que sea teísta, es decir, basada en las escrituras supuestamente dictadas por una divinidad o, más dudoso aún, en la interpretación que de estos oscuros textos hacen sus sacerdotes.
Hacer el bien y amar al prójimo, ni son inventos cristianos, ni necesitan de la apoyatura de religión alguna, más bien al contrario, en nombre de bastantes creencias se persigue, se mata, se tortura o simplemente se hostiga a los que no comulgan con ellas. Respetar a los que creen ciertas cosas no significa respetar sus creencias, que pueden y deben ser objeto de crítica desde la razón y por lo que suponen de desprecio de los derechos de los demás.
Francisco es más simpático, pero no va a volver a su iglesia del revés. Sus palabras solo son importantes en tanto en cuanto afecten a la conducta de políticos y sociedades que crean en ellas, por eso es un progreso que sea diplomático y que no propugne tanto el odio, pero no hay que exagerar en cuanto a sus supuestos beneficios.

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