lunes, 9 de febrero de 2015

HACER EL RIDICULO

¿Se opondria hoy alguien fanáticamente al matrimonio civil o al divorcio?... Sí, es posible que los miembros de ciertas masonerías pías lo hicieran, pero la mayoría de los ciudadanos de los países libres ni siquieran piensan en ello. Concretamente en España se casa más gente hoy día en juzgados y ayuntamientos que en las iglesias. En todos los países civilizados y en muchos que no lo son tanto se registran los nacimientos, defunciones, matrimonios y divorcios en el Registro Civil, algo que fue tremendamente combatido en el siglo XIX, cuando eran todavía las iglesias las que servían de archivo para estas realidades y las sometían. claro está, a normas particulares y supersticiosas disfrazadas de moral.

El matrimonio de personas del mismo sexo es en nuestros días un caballo de batalla en nada diferente a lo que fue el matrimonio civil a fines del XIX, considerado como "concubinato inmoral" por las instancias vaticanas. Ya se decía entonces que los matrimonios fuera de la iglesia no eran tales, como se dice ahora con argumentos tan especiosos como llenos de prejuicios de los enlaces de dos hombres o dos mujeres, negando la obviedad de que se trata de un contrato civil ante todo.

El problema para las iglesias, especialmente algunas, es que el concepto y la extensión de los derechos individuales y civiles ataca directamente sus arcaicos códigos morales, propios de sociedades medievales, mientras que la separación iglesia-estado les priva de medios para imponer sus irracionales prohibiciones. Más aún la investigación científica demuestra que sexo, género, orientación e identidad son naturalmente cosas mucho menos claras y sujetas al libre albedrío de lo que se pensaba.

Como el fanatismo es libre, los que aún tienen en su cabeza un esquema rígido se empeñan en batallas cada vez más absurdas, como el Referendum celebrado el 8 de febrero en Eslovaquia, país eminentemente católico, conservador y con prejuicios homófobos. El papa Francisco, mismo, desmintiendo una vez más su supuesto gran liberalismo, aparecía en carteles propugnando el sí a una prohibición más estricta (ya está prohibida) de los matrimonios del mismo sexo y de la adopción de menores por los mismos... pero escasamente un 21% del censo se acercó a votar, mientras que era necesario al menos un 50% para que el Referendum fuera válido.

Hay una minoría de héteros que se siente muy a gusto con las personas LGTB, hay también una minoría de homófobos recalcitrantes, pero a la gran mayoría de la población no obsesionada con estos temas lo que cada uno sienta o haga le es enteramente indiferente, mientras a ellos no les afecte, especialmente al bolsillo. ¿Que mi vecino se divorcia?... ¡Bueno! ¡Y que!... Nadie va a moverse por hechos que no tienen importancia y que se ven como normales. Sólo los obsesos se sienten siempre afectados por personas que a nadie molestan pero, como se ve una y otra vez en los países de verdad libres lo que acaban es quedando en evidencia y haciendo el ridículo.

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