lunes, 11 de enero de 2016

GÉNERO E IDEOLOGÍA

Siguen lloviendo las prédicas del lado confesional más o menos integrista que afirman y reafirman el “desorden intrínseco” de cualquier comportamiento que se desvíe unos centímetros de la estrecha senda marcada por la tradición y los prejuicios. Los más comprensivos llegan a admitir que la diversidad sexual es o puede ser no elegida, los menos la siguen considerando  perversión voluntaria, pero todos se siguen negando a aceptarla de verdad y desearían que nadie hablara de ella, que retornara al armario del que nunca debió salir para subvertir de forma tan clara el supuesto monopolio moral que se arrogan gurús varios.
Los enemigos de la diversidad parten del postulado de que la puesta en cuestión del código moral por ellos considerado único se debe a una bien articulada “ideología de género”, sostenida por poderosos grupos de presión sociales y mediáticos que van desde Hollywood hasta la universidad, cuyo fin último no es otro que la destrucción de la familia y la difusión del ateísmo. La tal ideología es una creación contraria a la naturaleza humana que, como todo el mundo sabe se divide en dos sexos/géneros contrarios, invariables y destinados a la reproducción sin fin de la especie, único pretexto para la práctica de actos sexuales, por completo inmorales y contrarios a la naturaleza en cualquier otro contexto.
Las prédicas son variadas, pero todas giran en torno a la naturalidad o antinaturalidad del comportamiento denostado, calificativo que automáticamente convierte cualquier acción en lícita o ilícita, por ajustarse o no al plan divino, tan evidente y tan visible en la naturaleza perfecta que se cree percibir.
Estas prédicas se pueden denunciar como ataques, a veces bastante insultantes, contra individuos y minorías molestos para los que se erigen en ortodoxos, pero la discusión y el entendimiento con los que las profieren es imposible porque se parte de premisas diferentes y se hablan lenguajes mutuamente ininteligibles. Desde un punto de vista científico la naturaleza es contradictoria, llena de excepciones aparentes y muy lejos de ser benévola, pero no existe contradicción alguna en el hecho de que la función sexual sirva para la reproducción y también para muchas otras cosas. Desde un punto de vista dogmático la naturaleza es una máquina perfecta creada o inspirada por un ser aún más perfecto y los que no la vean así son intrínsecamente desordenados, desobedientes y pecadores al practicar acciones definidas a priori más que como malas, como prohibidas por el ser superior del que los gurús se erigen en intérpretes y representantes.
La identificación entre sexo biológico, orientación sexual, identidad sexual y rol de género es parte de ese dogma y, cuando se usan los términos anteriores, lentamente alumbrados por la investigación científica y sociológica se cae en la “ideología de género”, porque lo ortodoxo es hablar de hombre y mujer, masculino y femenino sin sombras ni dudas. Es decir, que informar y educar se iguala a pervertir a jóvenes y adultos que antes no distinguían y desconfiaban y ahora distinguen y comprenden.
Lo curiosos es que los predicadores se molestan cuando se los acusa de oscurantistas y difusores del odio… !Ellos que son todo amor!

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