jueves, 1 de mayo de 2014

DEFINICIONES NACIONALISTAS

La inenarrable señora Aguirre, látigo de policías municipales, lideresa de la derecha de la derecha y no tan culta, aunque hable inglés bastante bien, ha tenido una de sus ocurrencias habituales al decir que no se quiere ser español si se ataca la tauromaquia. Reanuda con esto la vieja tradición de sus correligionarios de considerar que los españoles son solo ellos y que los demás pertenecen a la "anti-España", de la que tanto oímos durante nuestra infancia franquista los que alcanzamos ya una cierta edad.

Nada puede poner más contentos a los nacionalistas periféricos que se empeñan igualmente en definir las características raciales y culturales de sus etnias reales o imaginadas, y que hacen símbolos sagrados de levantar piedras o bailar en corro. "El que no haga X... no es de los nuestros, es de los otros." Es como si nacer y crecer en un lugar determinado obligara a amar unas cosas, odiar otras y comportarse exactamente como se decreta en algún catecismo redactado por un comité de santones y beatos patrióticos que definen lo que es propio de la nación y lo que debe considerarse herético y extranjero.

Siento decir a la señora Aguirre que en esto, como en tantas otras cosas, se le ve el plumero de la intransigencia dogmática que tanto afecta a una gran parte de sus amistades y compañeros de tendencia y que desmiente una y otra vez la profesión de "liberalismo" de la que tanto abusa y que tan mal entiende.

Hay muchos españoles muy decentes, buenos ciudadanos, trabajadores, pagadores de impuestos y hasta no pertenecientes a minorías sospechosas o que votan al PP a los que no gustan los toros ni el flamenco, ni la Iglesia Católica, ni la caza, ni el chorizo o la paella, porque ninguna de estas cosas juntas o por separado califican, definen o excluyen. No se es menos español por considerar los toros  éticamente reprobables y un espectáculo más bien repetitivo y aburrido, del mismo modo que no se es mejor español por ser aficionado al flamenco.

No es posible definir una nación, ninguna nación, por mucho que se lo crean o quieran creérselo los nacionalistas, pero es aún menos posible poner marcas a los ciudadanos individuales, como si de ovejas de un rebaño se tratara. El DNI y el pasaporte indican una pertenencia jurídica exacta, pero sobre gustos, tendencias e inclinaciones no hay nada escrito y tanto derecho tiene un taurófilo como un abolicionista a considerarse español.

Siento decirle a la lideresa que los toros tienen poco futuro. La sensibilidad está cambiando y las dificultades y costes del sangriento espectáculo aumentando, pero eso no afecta en absoluto a la existencia de España o de los españoles.

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