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miércoles, 22 de julio de 2015

SÓLO SE CUECE CON AGUA

Los economistas se equivocan muy a menudo, a veces porque juzgan mal las situaciones, a veces porque no tienen datos correctos y otras veces o al tiempo porque la economía sólo es ciencia en el sentido lato de la palabra y, desde luego, está muy lejos de ser exacta. Por eso hay que desconfiar cuando alguien profesa una “doctrina” económica como si se tratara de un dogma religioso y aprovecha cualquier ocasión para recitar su “credo”, sea éste el de los recortes a mansalva o el del gasto público ilimitado, aunque el recitado vaya lleno de citas de los supuestos sabios de una u otra tendencia
A todos nos gustarían dos cosas: que el estado, cualquier estado, nos solucionara todos los problemas, y que, por lo mismo, tuviera una cantidad ilimitada de recursos a su disposición, pero lo malo es que el sentido común nos dice que esto pertenece a la vieja fábula de “Jauja”, la Tierra Feliz.
La crisis que penosamente se termina ha fortalecido otro elemento más que tiende a despistar a afectados, airados y desinformados: la evidencia de que ha habido políticos, administradores y banqueros poco escrupulosos, que se han malgastado recursos y que se ha actuado con injusticia ocupa todo el horizonte y a muchos les parece que este es el único problema, que recuperando lo malgastado o administrándolo mejor todos seríamos prósperos y felices, pero este es un espejismo bien manejado por grupos políticos y mediáticos, que así llevan el agua a su molino y apartan de pesadas discusiones técnicas, muy poco atractivas para los amantes de lo fácil.
Que duda cabe que es mejor administrar bien que mal y emplear los recursos racionalmente y con una justicia básica, pero el único principio irrebatible de la imperfecta ciencia económica es que los recursos son escasos, limitados y finitos, es decir, que no hay todo para todos siempre, que hay prioridades, que lo que se gasta en consumir no se invierte para producir más y mejor, etc…. además de un principio que suena escandaloso para muchos de mis amigos super-progres: el que no se prepara para esto estudiando, ahorrando y aprovechando oportunidades lo tendrá mucho más crudo que el que sí las aprovecha. Peor aún, hay grupos e individuos que nacen desfavorecidos por muchas razones y que tampoco podrán llegar al nivel de otros.
En un sistema justo se deben intentar paliar estas diferencias sin despreciar a nadie, pero reducir no significa eliminar y mucho menos vengarse. Una sociedad creativa y dinámica y, por lo tanto, productora de riqueza, no puede desincentivar los premios a la inteligencia y la energía de sus elementos más creativos, forzar una igualación por abajo y desmochar todo lo que destaca, porque rápidamente se estancará, se empobrecerá y acabará cayendo en injusticias mayores… más en mi próximo post.

viernes, 30 de mayo de 2014

UTOPÍA Y RABIA

Es conveniente distinguir claramente entre ideas, incluso ideas ideales, y utopías: Las primeras marcan tendencias y si llegan a realizarse en todo o en parte animan a proseguir y alumbran otras ideas; las segundas, en cambio, al separarse de la naturaleza humana y, más aún, de la naturaleza de las relaciones humanas, suelen ser en gran parte irrealizables y alumbrar frustración en el mejor de los casos y tiranías diversas en el peor.

También es conveniente distinguir entre pensamiento crítico y rabia. El primero parte de análisis constructivos y ayuda a corregir defectos, la segunda ciega al más clarividente y no ve más allá de la eliminación de lo que se odia.

Por último, no hay que engañarse en los conceptos: democracia, justicia y solidaridad no significan una igualdad forzosa y forzada de todos los  ciudadanos. La combinación de elementos católicos, marxistas y anarquistas produce a veces indigestos cocteles, causa de cólicos sociales.

Una utopía puede ser discurrida por alguna inteligencia privilegiada como teoría, pero convertirse en artículo de fe para personas inmaduras, ingenuas o poco formadas e informadas y, si la utopía se une a la rabia la combinación produce individuos sectarios, pequeños o grandes fanáticos que ni siquiera son conscientes de su fanatismo al considerar enemigos a todos los que no están con ellos en su totalidad.

Se pueden tener muchas visiones progresistas de la sociedad, pero sabiendo que en todo caso serán imperfectas, como los seres humanos de que se componen, que los que tienen mayores responsabilidades también deben tener algunos privilegios, que incluso en los sistemas más democráticos habrá por fuerza disfuncionalidades, que las leyes, procedimientos y plazos pueden ser obstáculos, pero que también son garantías para individuos y grupos y, finalmente, que en una civilización muy compleja, técnica y urbana, sin la que la vida de miles de millones de humanos sobre la tierra no sería posible, las soluciones fáciles, simplistas, voluntaristas y unilaterales no existen.

Se puede exigir que los gobernantes cumplan la ley, que sean honrados y que den ejemplo en todos los sentidos, pero no es ni medianamente realista proponer que sean aficionados que vivan como eremitas, que se muevan como el más humilde de los ciudadanos y que abandonen sus cargos en un breve plazo de tiempo para ser sustituidos por otros aficionados.

En épocas de crisis el sufrimiento de muchos individuos alumbra sentimientos contra élites que se ven como explotadoras, opresoras o con escasa representatividad. El sentimiento puede estar plenamente justificado y no es la primera vez que una élite es sustituida por otra, pero no olvidemos que las utopías igualitarias o no han funcionado o han servido de coartada a tiranías personales o de grupo. No perdamos el contacto con la realidad, por difícil y contradictoria que parezca.

domingo, 30 de marzo de 2014

CONFUSIÓN HIPERCRÍTICA

Soy de los que cree que hay que escoger campo casi siempre, bien porque la neutralidad esconde una indiferencia muy egoísta, bien porque en realidad oculta una toma de partido que no se quiere manifestar. El problema es que estar en un bando determinado tampoco supone o debería suponer estar ciego y suspender la razón, es decir, aceptar en bloque una fe determinada con exclusión de todo argumento diferente o, sensu contrario, criticar en bloque al bando o bandos contrarios, sin aceptar nunca que pueden estar en lo correcto a veces.

Hay una diferencia entre la toma de partido y el sectarismo tan evidente hoy día en las redes sociales, en las que los afines se comunican y se calientan mutuamente alabándose, "gustándose" y "compartiendo" afirmaciones e "informaciones" que son con frecuencia insultos, exageraciones o meros bulos sin garantía ni fundamento algunos. En ocasiones puede resultar animador y motivar, pero la reiteración de la hipercrítica acaba siendo negativa por destructiva y porque se disparan dardos sin diana.

La Gran Recesión ha sido y sigue siendo un período en el que muchas certezas se ponen en cuestión y en el que un cierto conformismo ha desaparecido, lo que puede beneficiar a la evolución social si la crítica es certera y se apunta a los verdaderos problemas buscando la solución, pero la agitación y el ruido por si mismos no aclaran nada e inducen más bien a la confusión. La idea de que toda protesta de cualquier manera está bien es infantil y se olvida de que los planes a largo plazo deben ser meditados y utilizar estrategia, táctica y marketing, porque en caso contrario los únicos que se engañan son los participantes en los cenáculos de la protesta, que se convencen unos a otros sin darse cuenta de que nadie más está convencido.

A estas alturas de la larga crisis muchos deberían darse cuenta de que las manifestaciones multitudinarias demasiado genéricas y excesivamente repetidas producen cansancio y frustración, de que una "revolución" es imposible por falta de armazón ideológica, organización, objetivos claros y apoyos concretos y de que el apuntarse a toda protesta acríticamente puede suponer y de hecho supone apoyar cosas enteramente contradictorias.

Hay muchas personas capaces de desfilar tras una pancarta, pero incapaces de afiliarse o colaborar en partidos y organizaciones con programas concretos, encantadas de dar gritos, pero reacias a votar porque ningún candidato es lo bastante puro para sus altos ideales, críticas de los privilegios ajenos que defienden los propios y un largo etcétera de gentes tan malhumoradas como confusas que están en contra de todo sin saber qué quieren realmente o que consecuencias tendría lo que quieren.

Hay que saber porqué se lucha y hay que diseñar planes para conseguirlo, sabiendo que se avanza paso a paso, escalón a escalón, en caso contrario lo posible se hace simplemente imposible.

domingo, 15 de diciembre de 2013

EUROVEGAS, FINAL FELIZ

Aunque algunos lo pintan como algo negativo, el abandono definitivo del proyecto Eurovegas en Madrid es una buena noticia porque, entre otras cosas, aleja la idea de que hay soluciones fáciles, manás inesperados y nuevos eldorados de pacotilla. Es simplemente imposible que algo así hubiera podido prosperar realmente y, de haberse llevado a la práctica incluso parcialmente, hubiera supuesto a medio y largo plazo más de un problema serio para Madrid y para España.

Creo que muchos, obsesionados por las cifras oficiales de desempleo y la crisis financiera, no analizan lo que supone un megacasino, algo que podría tener éxito en los Estados Unidos o sus proximidades o en Asia, pero que no tendría demasiado tiro en Europa, donde el fracaso de parques temáticos y centros de vacaciones u ocio cerrados es reiterado con alguna honrosa excepción. Americanos y asiáticos tienen muy pocas vacaciones y son amantes del "todo incluido", los europeos tienen vacaciones largas y no acuden a París, por ejemplo, con la idea de ir a Eurodisney (siempre al borde de los números rojos), puesto que la Ciudad Luz tiene bastantes atractivos por sí misma, mientras que los que sí irían a Eurodisney no tienen tiempo ni dinero ni ganas de ir a París.

Madrid tiene atractivos de sobra para atraer muchos turistas, una vez eliminada su nefasta alcaldesa actual: museos, teatros, vida nocturna, gastronomía, ambiente LGTB, etc. La crisis actual de visitantes tiene más que ver con la crisis general en España y Europa que con deméritos propios de la ciudad, además de que nunca se ha hecho un buen marketing de la misma.

Nunca se explicó muy bien cómo se iba a financiar un proyecto tan gigantesco, ni porqué se elegía España, mientras que se exigían desde el principio concesiones inaceptables en el marco de la legislación española y europea, no solo en cuanto a la ley antitabaco, sino también en cuanto a las relaciones laborales.

Peor aún, el Sr. Adelson, gran patrón de la empresa, es un personaje más que dudoso, amenazado con procesos de corrupción y muy principal contribuyente de los grupos políticos más reaccionarios en los Estados Unidos. Sus casinos florecen, además de en Las Vegas, en países asiáticos en los que la transparencia es solo una idea, la prensa libre un concepto y la corrupción rampante. ¿De verdad se quería tener a este señor como factor económico fundamental?... Piénsese en las implicaciones.

Sin financiación clara y con el éxito no asegurado es más que probable que el proyecto se hubiera quedado a la mitad o a un tercio de lo que se suponía, que los puestos de trabajo (todos precarios) hubieran sido una fracción de lo imaginado y que los beneficios de la inversión ni siquiera se recuperaran.

Cierto que el proyecto hubiera supuesto inmediatos beneficios para algunas empresas de construcción, propietarios de terrenos y alguna que otra autoridad o ex autoridad de la CAM, pero todos sabemos que esto dista mucho de ser beneficioso para la mayoría.

Eurovegas, RIP... ¡gracias a los dioses! 

miércoles, 29 de mayo de 2013

MARIANNE EN EL SOFÁ

Desde mi balcón luxemburgués se divisa Francia, apenas a 15 Kms., identificable por una alta antena y las nubes de vapor que salen de la central de Catenom, pero no se siente la esquizofrenia que aqueja a la sociedad francesa más que como rumor lejano. Desde la tranquilidad de este país tan pequeño y familiar menos aún se entienden la división, la frustración y el odio que hacen aparecer viejos y peligrosos esqueletos nunca del todo enterrados, pero que parecen cobrar nueva vida. ¿Cómo es posible que se vean banderas monárquicas en la calle? ¿Por qué aparecen curas católicos de sotana agitando a las masas? ¿Qué lleva a tantos burgueses conservadores a lanzarse a la calle hasta con niños pequeños por un problema que no les afecta en absoluto?

Algunos responderán que es el matrimonio igualitario (o "mariage homo", como ha sido tantas veces mal descrito en la prensa francesa), pero se trata nuevamente de tomar un síntoma, el malestar que grupos minoritarios y confesionales sienten al ver desafiada su homofobia, por una causa, puesto que una reforma legal que no cambia sustancialmente la vida de nadie no puede despertar estas pasiones.

Muchos comentaristas están de acuerdo en que el asunto le ha servido de pretexto a la derecha más tradicional para montar una campaña de desprestigio y desgaste contra un gobierno que no les gusta, pero quedarse ahí no lo explicaría todo. Hace tiempo que el país entero tiene una profunda crisis de identidad que no hace sino agravarse con el paso del tiempo, la progresiva decadencia y la creciente insignificancia internacional. La crisis económica actual y la constatación de que el modelo francés no funciona o funciona mal, el paro creciente, la desindustrialización, el racismo y la sensación de falta de control actúan como fuerzas centrífugas que lanzan a sectores enteros de la sociedad hacia los extremos.

Un español no encontraría nada nuevo en estos problemas, pero hay una gran diferencia a uno y otro lado de los Pirineos: al sur no se tiene conciencia de grandeza alguna, más bien lo contrario; los españoles suelen considerarse peor de lo que son objetivamente, ven su historia con ojos excesivamente negativos y han interiorizado prejuicios ajenos como propios con un complejo de inferioridad nunca superado y reverdecido ahora; los franceses, en cambio, han sido educados en la conciencia de una superioridad absoluta o relativa, prácticamente nadie duda en Francia de que la cocina local es la mejor, el vino insuperable, París no tiene igual, los mejores escritores, artistas y poetas son franceses y ¿qué decir de la gracia, la elegancia, la moda, la belleza?... En cuanto a la libertad, bien, es la cuna de las libertades, de los derechos del hombre... y así podríamos seguir con una serie de certezas autoalimentadas y reforzadas por estereotipos mil veces repetidos también por foráneos papanatas. ¿Cómo, pues, el mejor país del mundo puede estar como está?

No se puede ser lo mejor y lo peor a un tiempo y la adquisición de una nueva identidad más moderada es algo difícil. Sería deseable que hubiera psiquiatras de países igual que los hay de personas y, de hecho, la linda, pero neurótica Marianne se encuentra hace tiempo sobre el sofá de la consulta, aunque sin garantía alguna de curación por el momento. Lo que hay que esperar es que no le den espasmos o se vuelva violenta, porque estas enfermedades abruman al que las sufre, pero también a sus vecinos.

viernes, 8 de febrero de 2013

TRAMPAS PROGRESISTAS

Creo que las posturas políticas que adoptan muchos individuos son a menudo más innatas que racionales. La persona retraída que no gusta de cambios tenderá a ser conservadora, mientras que los que tienen un espíritu inquieto y aventurero se inclinarán más hacia lo nuevo y temerán menos a lo desconocido, pero sería bastante simplista el buscar una correspondencia exacta con derecha e izquierda y aún más difícil con partidos políticos concretos, porque en la tendencia se mezclan intereses, gustos, disgustos y reacciones varias, a veces irracionales y otras veces más meditadas. ¿Pero qué significa hoy día ser conservador y progresista?... la respuesta no es tan clara o tan posible como parece.

La rígida alineación entre izquierdas y derechas de la primera mitad del siglo XX ha ido perdiendo sentido progresivamente, según la identidad de partidos e ideologías se ha hecho más difusa. Es fácil identificar a los reaccionarios puros, siempre en contra de todo lo que amenaza las "esencias" más rancias de la derecha tradicional, pero no hay que creer que otros no sean reaccionarios por llevar algún adjetivo de izquierda pegado al logo: proponer sistemas o soluciones basadas en ideas o situaciones de hace más de medio siglo sin tener en cuenta la realidad actual no es progresista aunque lo parezca, porque el avance necesita algo práctico y nuevo, no repetir fórmulas que pueden haberse convertido en dogmas, pero que son inaplicables o claramente fracasadas.

Ahora que tanto se habla de las amenazas (reales) al sistema de bienestar, especialmente en los baqueteados países del sur de Europa, sería conveniente fijarse nuevamente en Suecia, uno de los primeros estados en organizar uno, modelo y espejo de socialdemócratas en todas partes. Poca gente sabe que el modelo entró en profunda crisis hacia los años 80 y fue casi totalmente reformado para hacerlo más ágil, menos burocrático y más autosostenible, porque sin una correcta financiación no hay sistema que se mantenga.

La defensa a ultranza de la situación "como está", puede parecer razonable desde intereses gremiales o sectoriales que temen perder  dinero, influencia o puestos de trabajo, pero no siempre es progresista, sino que muchas veces impide todo avance, igual que los que se denominan "antisistema" ayudan poco o nada, puesto que no proponen ninguna alternativa razonable y se limitan a predicar una especie de nihilismo voluntarista, pesimista y victimista que simplemente desanima. Calificar estas posturas de progresistas porque se oponen a los reaccionarios tradicionales es ingenuo y contraproducente, algo que han entendido muy bien los plumíferos y tertulianos más desagradables al acuñar el término de "retroprogres" con algo de razón. Claro está que estos señores lo usan con maldad, alevosía y excesiva ligereza, pero no hay que caer en la trampa de aceptar manidas fórmulas simplistas y buenas intenciones, sino analizar cada problema por sí mismo y buscarle una solución razonada y beneficiosa para la mayoría.

Está bien apiadarse de las víctimas de esta mal llamada crisis e intentar aliviar sus sufrimientos, pero deducir de ahí que todo estaba mejor antes y que hay que volver a lo mismo es en realidad muy conservador y garantía segura de disfuncionalidad futura. Hay sociedades que no acaban de entender esto y se dedican a dar vueltas sobre sí mismas, como un motor que acelera en punto muerto.

jueves, 4 de octubre de 2012

PROTESTAS Y SOLUCIONES

En uno de mis posts anteriores escribí que nos podíamos acostumbrar a la protesta sin encontrar nunca la solución y los hechos parecen darme razón. Comprendo que mucha gente esté enfadada y se niegue a entender la complejidad de la crisis económica presente, pero rodear congresos, pedir independencias y poner nerviosos a nuestros dubidativos gobernantes no nos lleva a ningún sitio. Creo que las simplezas que se leen en redes sociales y foros agravan la situación, porque pueden hacer creer que la supresión del senado o de la monarquía, el cambio de la ley electoral o de la constitución, el federalismo o la independencia de algún nacionalismo irredento (por poner algunos de los tópicos más repetidos) son soluciones mágicas para el ahorro, la mejora de la democracia o la felicidad eterna de los que se consideran victimizados, pero ni los datos que se aportan son reales, ni son estas medidas mágicas para problemas de índole más compleja y bastante más global de lo que algunos inocentes y otros malintencionados pretenden.

La descalificación general de la política se da de bruces con la contradicción de que al mismo tiempo se exige a los políticos que se responsabilicen de las dificultades al 100% y busquen salidas que nadie en realidad parece encontrar. Es como si a un enfermo de cáncer se le dice que se le va a dar un tratamiento complicado de quimio y radioterapia, pero de resultados inciertos, y la familia exige al médico que le cure so pena de demanda por mala práctica.

Todos los problemas son opinables y también las soluciones de los mismos, pero hay que tener presentes varias cosas que apenas necesitan demostración:


  • Gritar mucho y desordenadamente no conduce a nada, solo hace ruido.
  • Las soluciones "totales", como rodear el congreso para pedir un proceso asambleario constituyente son inútiles y carecen de toda verdadera legitimidad. Mucha gente sigue sin entender que el fin no justifica los medios y que la legalidad es un pilar de la democracia sin el que no puede haber "democracia real".
  • El nacionalismo es una pseudorreligión con principios tan irracionales y maximalistas como los de cualquier religión. Todas sus soluciones son falsas, tanto si se trata de una región, como si se trata de un estado europeo, hoy día más bien regiones a su vez de una entidad mucho mayor. La idea de que se puede volver a "una verdadera soberanía nacional", en medio de la globalización rampante e imparable es propia de personajes tan arcaicos y reaccionarios como Julio Anguita o el alcalde de Marinaleda, cuyas ideas a veces son casi gemelas con las de los viejos falangistas
  • Participar en organizaciones ciudadanas y partidos serios es mucho más productivo que descalificarlos como parte del "sistema". Presionar para que se pongan de acuerdo en temas básicos también.
  • El estilo PP, de insulto y descalificación permanente del adversario sin tener plan alternativo alguno, ha demostrado ser estéril y contraproducente, porque lo que causa es una descalificación de todos los políticos, algo que se busca desde lo que podríamos llamar "fascismo sociológico", con la idea de dejar el poder permanentemente en manos de minorías muy concretas.


Recomiendo no leer la prensa ni escuchar noticias exhaustivamente todos los días, porque cronistas de periódicos y tertulianos de emisoras bien conocidas sumen a una gran mayoría en la depresión, la duda y el mal humor. Tomar una cierta distancia es muy muy sano.

lunes, 16 de julio de 2012

CONFUSIONISMO


Todas las crisis muy graves, como la que se vive en estos momentos en Europa, tienen entre otros efectos negativos la de inducir a la confusión: se dicen muchas tonterías, se adoptan medidas sin orden ni concierto, se gasta energía en grandes polémicas inútiles, se buscan soluciones simplistas y el ruido aumenta en proporción inversa a la razón. Nadie duda de que los problemas son serios, por eso hay que meditarlos más y gritar menos, sin buscar fáciles culpables, puesto que casi todos los españoles y europeos han aportado algo a la situación actual, aunque haya desde luego unos más responsables que otros.


En España el PP está recogiendo las tormentas que sembró con su irresponsabilidad, su juego de acoso, derribo y división y su simplificación de los temas más complejos; no puede sorprenderse ahora de que le critiquen por hacer lo que en su día criticó y por ser incapaz de solucionar problemas que exceden en mucho su capacidad de solución, además de que no sabe ni siquiera explicarlos de modo convincente. pero la derecha española se caracteriza por el odio al adversario y el desprecio al que cree inferior (¡que se jodan!), lo que le impide colaborar cuando hace falta y no le permite medir la verdadera fuerza del contendiente. El gran triunfo electoral de hace unos meses es bastante difícil que se repita, pero es ya una victoria pírrica a la vista de la contestación social presente y de la que se avecina.

Por otra parte las protestas e indignación de los afectados, muy comprensibles en sí mismas, carecen del más elemental análisis en la calentura de la indignación. Caben pocas dudas de que los ajustes actuales castigan desproporcionadamente a los más débiles, pero no todas las protestas están igual de justificadas, porque la actual recesión está destapando debilidades estructurales en la educación, el sistema productivo y la financiación del estado que son bien conocidas hace tiempo, pero que se ha hecho poco por corregir, en parte por la oposición de los mismos que ahora protestan.

Cierto que el estado de bienestar debe ser defendido y que no se puede ni se debe volver a una sociedad de ricos y pobres, aliviada por "damas de la caridad" o cualquier otra solución de las que añoran las personas más reaccionarias, pero defenderlo en abstracto sin saber cómo financiarlo en concreto, que límites debe tener y a quién debe beneficiar más es un ejercicio vano. Como decía hace poco nuestro inmitable Forges en un artículo, España es un país bastante mediocre en casi todos los campos, con exclusión del fútbol, no es el peor país del mundo, como algunos se empeñan en repetir, pero está lejos de la 1ª división y me temo que para acercarse a ella hay que hacer muchos cambios, algunos poco del agrado de considerables segmentos de la población.

Nunca me opondría a los que ahora protestan porque uno a uno tienen seguramente bastante razón, pero algunas de las causas que defienden no lo merecen y el ruido excita a los manifestantes y pone nerviosos a los gobernantes, pero es dudoso que sirva para algo a partir de un límite de decibelios. Mucho me temo que nos instalemos en la protesta y que todos acabemos acostumbrándonos a ella, pero si no se aportan soluciones reales, empezando por los que gobiernan, difícilmente se avanzará hacia soluciones auténticas.