sábado, 24 de mayo de 2014

TRANSGRESIONES

Edmund White, escritor de ficciones gais en parte autobiográficas, se ha sumado a las filas de los que critican, desprecian o se muestran incrédulos ante la normalización de las personas LGTB, con una extraña nostalgia de los tiempos de armario, idealizados por algunos también como los tiempos pre-SIDA y de la promiscuidad alegre y sin prejuicios. Frente a la nueva respetabilidad de gays que se casan, adoptan niños y fundan familias, el Sr. White se muestra reticente y dice que muchos de estos son hipócritas que ligan por teléfono mediante GRINDR y que solo mantienen una apariencia para comportarse de forma bien diferente.

Con ciertos amigos no hacen falta enemigos. Afirmaciones como ésta son agua para el molino de los homófobos, más que nada por su inoportunidad, porque sin duda son verdaderas, es decir, hay gente que finge un comportamiento cuando en realidad tiene otro, pero ¿sólo los hombres gais? Porque un buen número de héteros aparentan moralidad convencional y se dedican a actividades menos santas en sus horas libres.

Es como si todos los no LGTB estuvieran destinados genéticamente a la fidelidad y al aburrimiento y todos los LGTB, especialmente los varones gais, tuvieran la inclinación o hasta el deber de transgredir continuamente para llevar la vida "alegre" que gay significa. Algunos falsos progresistas inciden en esta apolillada idea constantemente, como si una orientación sexual determinada obligara a un comportamiento fijo. Los hay que hasta se enfadan si se pone mala cara ante determinados excesos e imprudencias o si se demuestra aburrimiento ante sus obsesiones, pero hay que decir que los que así hablan son en general obsesos, del mismo modo que lo son los héteros que día tras día tienen como único objetivo anotarse éxitos con mujeres diferentes... o viceversa.

Ayer, sin ir más lejos, una chica joven y mona iba a mi lado en el metro absorbida en la pantalla de su teléfono, como es habitual en estos tiempos. Una mirada de reojo me hizo ver que no leía correos ni se entretenía con un juego: tenía una amplia colección de fotos muy indecentes de hombres muy atractivos y se recreaba en cada uno con gran placer. ¿Criticaría yo a esta chica? Desde luego que no, pero ¿Diría yo que esto es lo que tienen que hacer todas? Desde luego que tampoco.

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