jueves, 15 de mayo de 2014

EN LA BOCA NO

Que la homofobia existe nadie puede negarlo, especialmente cuando mañana es el día mundial contra la LGTB-fobia en general y cuando ayer el PP se volvió a negar a considerar una ley comprensiva de transexualidad en la cámara madrileña. Sólo el desprecio y el odio de raíces confesional-machistas puede cerrarse ante la evidencia de que los transexuales sufren, pero ya se sabe que los padecimientos individuales no entran en la consideración de los mantenedores de altos principios abstractos e inhumanos disfrazados de morales.

Lo que sí se niega con más frecuencia de la debida, sin embargo, es la condición homófoba de muchos individuos que se las dan de tolerantes, pero que se traicionan a cada momento con sus salidas de tono y sus reflejos menos pensados. Hay personajes muy mediáticos cuyas ideas reaccionarias son bien conocidas , pero que fingen evoluciones o adaptaciones para no aparecer como los dinosaurios que son, hasta que algún suceso los pone de nuevo en evidencia.

En los Estados Unidos ha resonado estos días un acontecimiento cuyos rebotes aún perduran: Michael Sam, jugador del deporte más duro posible, es decir, de fútbol americano, salió del armario hace poco y, contra los augurios de los más pesimistas, consiguió ser contratado por un equipo importante de San Luis, en el Estado de Missouri. Estaba ante las cámaras cuando consiguió el contrato y emocionado se besó apasionadamente con su novio, Vito Cammisano, algo que se ve hacer diaria y constantemente a gran cantidad de parejas de diferente sexo en cualquier momento y ocasión... Pero al ser una pareja del mismo sexo y verse en la televisión la tormenta estaba garantizada.

"Yo no tengo nada contra los gays..¡pero besarse en público!"... mal gusto, atrocidad, falta de educación, mal ejemplo para los inocentes niños ante la pantalla, fueron los calificativos menos vitriólicos. Es decir, que sean gays, pero que no se note y que desde luego no se vea. Como diría la Sra. Botella a la que gustaría que vinieran miles a Madrid para El Orgullo, pero que enviaría a celebrar la manifestación-desfile a algún bulevar de un barrio periférico en construcción a las 6 de la mañana.

Ver a dos personas besándose no es un mal ejemplo para nadie, es solo un acto de afecto, pero la homofobia latente y aún la internalizada por muchos gays hace que se vea como poco presentable, incluso como "agresión" contra los delicados sentimientos de los bienpensantes, un ejemplo más de lo mucho que hay que hacer aún en la educación social para la normalización.

¡Y todavía hay algunos que se creen que todo está ya conseguido y que las protestas y las manifestaciones sobran!... Desde luego que sobran cuando se es hombre, blanco, católico (o protestante en América) y del PP.

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