viernes, 8 de febrero de 2013

TRAMPAS PROGRESISTAS

Creo que las posturas políticas que adoptan muchos individuos son a menudo más innatas que racionales. La persona retraída que no gusta de cambios tenderá a ser conservadora, mientras que los que tienen un espíritu inquieto y aventurero se inclinarán más hacia lo nuevo y temerán menos a lo desconocido, pero sería bastante simplista el buscar una correspondencia exacta con derecha e izquierda y aún más difícil con partidos políticos concretos, porque en la tendencia se mezclan intereses, gustos, disgustos y reacciones varias, a veces irracionales y otras veces más meditadas. ¿Pero qué significa hoy día ser conservador y progresista?... la respuesta no es tan clara o tan posible como parece.

La rígida alineación entre izquierdas y derechas de la primera mitad del siglo XX ha ido perdiendo sentido progresivamente, según la identidad de partidos e ideologías se ha hecho más difusa. Es fácil identificar a los reaccionarios puros, siempre en contra de todo lo que amenaza las "esencias" más rancias de la derecha tradicional, pero no hay que creer que otros no sean reaccionarios por llevar algún adjetivo de izquierda pegado al logo: proponer sistemas o soluciones basadas en ideas o situaciones de hace más de medio siglo sin tener en cuenta la realidad actual no es progresista aunque lo parezca, porque el avance necesita algo práctico y nuevo, no repetir fórmulas que pueden haberse convertido en dogmas, pero que son inaplicables o claramente fracasadas.

Ahora que tanto se habla de las amenazas (reales) al sistema de bienestar, especialmente en los baqueteados países del sur de Europa, sería conveniente fijarse nuevamente en Suecia, uno de los primeros estados en organizar uno, modelo y espejo de socialdemócratas en todas partes. Poca gente sabe que el modelo entró en profunda crisis hacia los años 80 y fue casi totalmente reformado para hacerlo más ágil, menos burocrático y más autosostenible, porque sin una correcta financiación no hay sistema que se mantenga.

La defensa a ultranza de la situación "como está", puede parecer razonable desde intereses gremiales o sectoriales que temen perder  dinero, influencia o puestos de trabajo, pero no siempre es progresista, sino que muchas veces impide todo avance, igual que los que se denominan "antisistema" ayudan poco o nada, puesto que no proponen ninguna alternativa razonable y se limitan a predicar una especie de nihilismo voluntarista, pesimista y victimista que simplemente desanima. Calificar estas posturas de progresistas porque se oponen a los reaccionarios tradicionales es ingenuo y contraproducente, algo que han entendido muy bien los plumíferos y tertulianos más desagradables al acuñar el término de "retroprogres" con algo de razón. Claro está que estos señores lo usan con maldad, alevosía y excesiva ligereza, pero no hay que caer en la trampa de aceptar manidas fórmulas simplistas y buenas intenciones, sino analizar cada problema por sí mismo y buscarle una solución razonada y beneficiosa para la mayoría.

Está bien apiadarse de las víctimas de esta mal llamada crisis e intentar aliviar sus sufrimientos, pero deducir de ahí que todo estaba mejor antes y que hay que volver a lo mismo es en realidad muy conservador y garantía segura de disfuncionalidad futura. Hay sociedades que no acaban de entender esto y se dedican a dar vueltas sobre sí mismas, como un motor que acelera en punto muerto.

No hay comentarios: