domingo, 8 de septiembre de 2013

ENGLISH, PLEASE

La prensa española siempre me sorprende con su extraordinaria exageración, especialmente cuando se trata de ser pesimista y descalificador. El no haber sido elegida Madrid para los juegos del 2020 parece ser una tragedia nacional, cuando no es más que un contratiempo menor. Cualquiera que viaje lo bastante sabe que las posibilidades eran muy escasas, especialmente con Tokio como contrincante. También son de todos conocidas las extrañas veleidades del COI, capaz de dar unos juegos a Pekín o a Sochi, sin tener en cuenta a los desgraciados habitantes de ambas ciudades. Era inocente pensar que se tenían posibilidades por baratura y ecología, cuando lo que se busca desde las alturas olímpicas es justamente lo contrario, espectáculo y ostentación. De todos modos, pensar que los juegos iban a solucionar problemas básicos era más bien sueño que realidad. Soy de los que piensa que se saca más con un trabajo constante y con objetivos claros que con metas artificiosas como la olimpiada, Eurovegas y otros fantasmas.

También me llama la atención la poca que se presta al hecho de que una ciudad como Madrid, objetivamente superior a muchas, tenga habitualmente tan pobre marketing para cantar bondades que sobrepasan las de otros lugares, y la buena publicidad empieza en nuestros tiempos por hacerla en inglés, idioma universal, pero aún arcano para la gran mayoría de personajes y personajillos de la política local y nacional, como demostró en público la absurda alcaldesa de la capital, que en este caso no fue iluminada por los santos de los que es devota.

Todos los señores que son algo en la política europea hablan inglés, cada uno con su acento y hasta con faltas gramaticales, pero con fluidez y sin problemas, y hablar significa comunicarse, darse a entender y comprender lo que los demás quieren, buscan y no entienden. Una buena imagen no se hace en un día, pero se deshace en una hora, construirla es una labor lenta que requiere paciencia, persistencia, simpatía y saber presentarse ante la posible clientela y sin hablar inglés esto es una labor imposible. ¿Cuándo se darán cuenta algunos políticos y también los que los critican que hablar idiomas, especialmente inglés, no es un lujo sino una necesidad absoluta en un mundo globalizado?

No para organizar otros juegos, ilusión sin mucha sustancia, sino para proyectar una imagen sólida, cosmopolita y duradera, hay que exigir a estos señores y señoras que aprendan inglés, que fomenten su enseñanza y que le den tanta importancia al menos como a las matemáticas, pero que antes empiecen por examinarse a sí mismos.

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