lunes, 15 de julio de 2013

CONTRADICCIONES DE MARCA

Los franceses tienen muchos defectos, de algunos de los cuales me he hecho eco en posts anteriores, pero tienen una gran virtud: Francia es un concepto cuasi-sagrado, no discutible y alrededor del cual se unen todos, sea cual sea el gobierno de turno. La "Marca Francia" es obra de todos los franceses. Esto también puede ser un problema cuando se exagera, pero me caben pocas dudas de que la actitud de los españoles es más problemática, porque en este extraño país se cultiva la desafección como una virtud, cuando se trata más bien de una neurosis autodestructiva que se regodea en el pensamiento de que si aplasto (o solamente humillo) a mi enemigo todo vale, aunque yo también acabe perjudicado y arruinado. La desafección incluye banderas, formas de gobierno, himnos y, sobre todo, personas e individuos odiosos u odiables, pero a menudo no peores que sus críticos.

Es normal que bastantes individuos se sientan identificados exclusivamente con un equipo, pero no de fútbol, sino de gobierno, y que si no gobiernan los suyos ataquen indiscriminadamente el país, casa común, sin pararse a pensar si la destrucción del edificio no los va a dejar también sin hogar. El Sr. Aznar se hizo tristemente famoso por esto mientras gobernaba el Sr. Zapatero, pero ni es el único ni su partido tampoco, aunque cae en las mismas contradicciones.

¿Cómo puede ser que la web de la "Marca España" (patrocinada por el gobierno y a cargo de personalidades vinculadas al PP) presuma del esplendor de las fiestas del orgullo gay de Madrid, como ejemplo internacional de tolerancia y apertura, cuando un ayuntamiento que la capital no se merece, bajo una alcaldesa reaccionaria, integrista y muy poco profesional, ha hecho todo lo posible por obstaculizarlas, oscurecerlas (literalmente) y desprestigiarlas?... Queda muy bien presumir ante los de fuera ¿pero cuando se van a poner las peras al cuarto a los de adentro? Me consta que la mayoría del PP no comulga con las ideas retrógradas de Los Legionarios de Cristo, el Opus Dei o los Kikos, pero ¿cuándo, entonces van a llamar la atención a su sector ultramontano?... Porque si no lo hacen tienen tanta culpa como ellos, lo que se demuestra cuando la Asamblea de Madrid se niega a contemplar el acoso a los alumnos LGTB en las escuelas, cuando se vuelve a poner la religión como evaluable o cuando se presenta una ley del aborto impresentable.

No se puede querer un país a imagen y semejanza de los propios prejuicios, enteramente alineado a la ideología que nos gusta, porque eso es patrimonio exclusivo de dictadores. El PP presume de liberal, pero si realmente lo fuera se parecería más al Partido Conservador británico o al FDP alemán y menos a un tentáculo del Vaticano. La marca-País es importante, pero no se puede fomentar solo con anuncios. Una buena percepción es difícil de crear y se puede destruir en un momento; si se quiere recibir en Madrid el World Gay Pride en 2017 y las olimpiadas en 2020 más vale que se actúe con coherencia y no con el asco que demuestra una derecha que no puede liberarse aún de su pasado. En un país libre se puede ser muy católico sin obligación alguna de ser gay, de contraer un matrimonio homosexual o de abortar, además de poder educar a sus hijos en el integrismo si así se desea. Todo lo que se diga en contra es visceral, no racional.

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