domingo, 21 de julio de 2013

IDEOLOGÍA, REALIDAD Y CIENCIA

Voy a hacer una afirmación inicial y tajante: oponerse hoy día a las personas LGTB, calificarlas de básicamente desordenadas, desviadas, inmorales y negarles derechos de protección e igualdad es un problema ideológico y dogmático, es siempre irracional, homófobo y absolutamente acientífico, a lo que podría añadirse también que denota mezquindad y crueldad gratuita.

Viene esto a cuento porque desde las habituales posiciones integristas se ha acuñado el concepto de "ideología de género", como si se tratara de una doctrina o corriente de opinión teórica que contradice las "verdades" de la "ley natural", mantenida por algunas iglesias como regla de oro desde Alberto Magno y Tomás de Aquino. Parece que si se niega la validez de lo que a fin de cuentas no es más que una escuela filosófica que sirve de apoyo a una teología particular, se está proponiendo una escuela contraria, perfectamente articulada e igualmente teórica. Se quiere hacer aparecer así para indicar que los proponentes de la doctrina son un lobby, partido, grupo de presión, etc., que intentan imponer su ideología (antinatural) a la sociedad y que los que se les oponen no lo hacen solo por razones de dogma, sino porque así defienden una sociedad amenazada de decadencia y degeneración en su misma base.

En una entrevista al obispo de San Sebastián, Munilla, publicada hace unos días en El País, éste, que parece un hombre más abordable y menos arrogante que otros, aunque tan integrista como todos, vuelve a incidir en el ritornello y a repetir lugares comunes que no tienen en realidad ni pies ni cabeza: los gays que se manifiestan en el orgullo no son todos, solo los que están imbuidos de la "ideología de género", hay muchos que quieren ser castos y buscan ayuda... eclesiástica, el amor entre dos personas del mismo sexo "se limita" al afecto, pero el amor de verdad es otra cosa... y demás vaciedades repetidas hasta que parecen tener sentido, cuando la verdad es que no lo tienen más que si se está dispuesto a obedecer sin rechistar, odiarse a sí mismo, humillarse pidiendo perdón por haber nacido con los instintos equivocados y malvivir negándose todo afecto.

No existe ninguna ideología de género más que en la fantasía reaccionaria y dogmática de los que niegan los avances que demuestran que sexo, género, identidad y orientación son más complejos, fluidos y difíciles de clasificar de lo que se aprendía en las sociedades campesinas precientíficas. Ideológico es en cambio definir la castidad como virtud absoluta, convencer a individuos asustados de que lo que sienten está mal y someterlos a lavados cerebrales disfrazados de terapia para que se sientan aún peor, pero sigan siendo seres obedientes y aterrorizados, cuando no retorcidos que sacien sus frustraciones con sadismo, masoquismo y otras prácticas susceptibles de tratamientos psiquiátricos más auténticos.

Muchas personas aún no se dan cuenta de que virginidad, castidad o santidad son conceptos que se aprenden con una carga cultural cristiana o postcristiana de tal magnitud que no deja pensar que debajo puede haber frustración, neurosis, psicosis, hipocresía, represión, envidia y hasta retraso mental. Son conceptos de una ideología dogmática muy concreta y debemos valorarlos desde nuestro punto de vista racional, no como lo hace el dogma al que pertenecen.


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