miércoles, 15 de mayo de 2013

¿AMIGOS O ENEMIGOS?

Hay algunos que se pasan de listos, especialmente en política, porque no quieren darse cuenta de que el discurso y la lucha políticos son siempre obligatoriamente simplificadores. Esto no quiere decir que la política deba reducirse a simplezas populistas, pero es indudable que está al mismo tiempo lejos de los matices de una argumentación filosófica.

En la discusión del matrimonio igualitario, como en otros temas de derechos, tanto para personas LGTB como para otras, llega un momento en que hay que tomar partido de forma clara y decidir si se está de parte del fin de la discriminación o a favor de su continuación y es aquí donde, con cierta sorpresa, vemos a veces que hay individuos que derrapan y se pierden en una serie de contradicciones que pueden tener sentido para ellos, pero que no lo tienen para nadie más. Si estos individuos son ellos mismos LGTB y más o menos famosos, la confusión que irradian puede convertirse en un arma ideal, porque pasan a engrosar las filas de los contrarios o los contrarios los utilizan al grado máximo.

Algunos meten la pata por afán de protagonismo, otros porque ignoran realmente el mecanismo de la lucha política y no pocos por pura maldad, especialmente si se creen privilegiados y al margen de las discriminaciones que afectan a la mayoría.

Los contrarios al matrimonio igualitario aducen generalmente razones espurias proclamadas de forma histérica, como que "supone la destrucción del matrimonio", si uno de estos seres LGTB especiales se lanza a decir entonces:  "no estoy a favor del matrimonio para los gays porque en realidad estoy en contra de una institución tan anticuada... ¡todo matrimonio debería desaparecer!" o "Los gays siempre hemos sido transgresores, hemos estado contra el sistema, no tiene sentido que ahora haya algunos que se aburguesan y quieran integrarse... ¡en el matrimonio!... ¡la más conservadora de todas las instituciones!", da artillería pesada a los que desean continuar imponiendo su dogma y oprimiendo a todos los LGTB.

Al llegar a cierto punto en la lucha política solo es posible decir sí o no; ni siquiera se puede ser neutral, porque en un asunto como éste la neutralidad es colaboración. Creo que todos conocemos bastantes casos, pero hay que estar atentos a los que puedan surgir en el futuro para ponerlos donde merecen, es decir, entre los enemigos o entre los tontos.

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