jueves, 7 de febrero de 2013

¿DESHIELO?

Tomen un mapa de Europa y coloreen de rojo los países en donde el derecho al matrimonio incluye a las parejas del mismo sexo o donde está a punto de incluirlas: Islandia, Noruega, Suecia, Dinamarca, Holanda, Bélgica, Luxemburgo España, Portugal, Reino Unido y Francia. Coloreen luego de rosa los estados en los que hay uniones civiles o similares: Alemania, Austria, Chequia, Eslovenia, Hungría, Finlandia, Irlanda... Vayan a América y pongan rojo sobre Canadá, Argentina y los estados de Massachusetts, Maine, Vermont, New Hampshire, New York, Connecticut, Maryland, Iowa, Washington D.C., y Washington State, a los que pronto se sumarán Rhode Island, Delaware, Illinois y posiblemente California... De rosa hay muchos más en los Estados Unidos. En México se reconoce en el Distrito Federal, pero todos los demás estados mexicanos deben reconocer los matrimonios allí celebrados; en el enorme Brasil una serie de sentencias judiciales están legalizando el matrimonio entre personas del mismo sexo y en Uruguay se votará pronto una ley en el mismo sentido, en Sudáfrica es legal... y así podríamos seguir.

Hay todavía muchos territorios en que esto no es posible y donde las personas LGTB son perseguidas y asesinadas, pero la evolución de las leyes muestra que en la progresiva conquista de derechos civiles en occidente las variantes sexuales y de género no pueden ser ignoradas, discriminadas o criminalizadas en base a viejos prejuicios religiosos y machistas.

Las creencias más irracionales y conservadoras se han opuesto y se siguen oponiendo a este movimiento, igual que se oponen a los derechos de las mujeres, a la ciencia y hasta a la democracia, en nombre de un dios del terror al que presumen representar y de sus viejas escrituras también presuntamente divinas, pero hasta ellas se dan cuenta de que en occidente al menos es una batalla perdida y que pueden retrasar, pero no impedir. El Vaticano es de las instancias que más se ha opuesto a cualquier reconocimiento, incluyendo la cesación de la persecución o discriminación, como demostró cuando en la ONU se presentó en 2010 una recomendación para que todos los estados miembros dejaran de perseguir a los homosexuales como delincuentes: el representante del Papa se negó a avalar la propuesta.

En el coloreado mapa de Europa Italia aparece como un gran bloque vacío: el único gran estado de Europa occidental en el que no hay ningún reconocimiento de parejas del mismo sexo. No es una coincidencia que el Vaticano se encuentre allí y que sea muy influyente en la disfuncional política italiana, pero la sociedad también cambia en la bota y ante la evidencia del derrumbe parece que la diplomacia del microestado macroinfluyente teocrático se orienta hacia posturas algo más conciliadoras. El Cardenal Vincenzo Paglia acaba de declarar para asombro de ingenuos "que los derechos de los homosexuales deben ser respetados y que se pueden buscar fórmulas jurídicas para garantizar herencias, derechos de visita, etc..." siempre, claro está, que se convenga que el matrimonio solo puede ser entre un hombre y una mujer... de acuerdo a las normas de la Santa Madre Iglesia. Es decir, que a partir de ahora no se opondrán, o se opondrán menos, a que se reconozcan derechos con el nombre de uniones de hecho, uniones civiles, etc, allí donde es inevitable, con la intención de poner barreras para que no se llamen matrimonio y no se llegue a ninguna igualdad real.

¿Por qué digo para asombro de ingenuos? Porque se trata evidentemente de una táctica dilatoria más que la hábil diplomacia vaticana puede usar donde le interese, para seguir aplicando la máxima rigidez en donde sea posible. Muestra un cierto deshielo válido para Italia, en la que las nuevas elecciones parecen indicar una subida de la izquierda después de muchos años de gobiernos increíbles, mezcla de beatería, corrupción e ineficacia, pero no aplicable a África y otros lugares en los que seguir manteniendo contra viento y marea que las personas LGTB son solo pecadores que se niegan a "curarse" de su enfermedad, porque en realidad nadie nace así... que lo dice la Biblia.

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