sábado, 30 de agosto de 2014

PELIGRO Y CEGUERA

España es un país relativamente grande, el segundo en extensión de la UE después de Francia, es también un país pacífico, como todos los de la UE, y libre, a pesar de las exageraciones negativas que sobre esto se vierten de vez en cuando. España es también un país rico, aunque esto les parezca mentira a muchos que ahora sufren las consecuencias de la Gran Depresión, porque riqueza no significa siempre igualdad, justicia social o lo que se quiere entender a veces por esto, pero la mayoría de su población disfruta de infraestructuras, servicios, viviendas y vida material superiores a los de la mayor parte del mundo, gracias a un crecimiento que ha ido a mayor o menor velocidad según los años y los lustros, pero que ha sido notable durante más de tres generaciones.

Distancia física y mental, desconocimiento, complacencia y una considerable dosis de provincianismo producen lo que podríamos llamar ceguera internacional, enfermedad que hoy no es exclusivamente española como puede observar cualquier persona viajada, pero que se suma a las pasividades europeas ante los acontecimientos presentes y a la falta de respuesta adecuada a los peligros que acechan a estas sociedades alegres a ratos, quejosas casi siempre y confiadas en que lo peor que puede pasar es que gane las elecciones el adversario o que aumente el desempleo.

Anestesiados por una larga paz, considerable bienestar y la autocomplacencia de saberse los más modernos, tolerantes y a la moda, españoles y europeos todos parecen no percatarse de que el peligro que siempre ha estado allí crece y se desborda por las mismas causas que siempre en la larga y sangrienta historia de la humanidad: luchas tribales por el territorio, los recursos y la hegemonía.

Que a estas alturas La UE no disponga de una defensa y de una acción internacional unificadas es una debilidad aún más seria que la reticencia de sus estados a una verdadera unión económica. Una simple mirada al mapa nos muestra que una Rusia lejos de la democracia e impregnada de nacionalismo revanchista está más que dispuesta a una guerra abierta o de desgaste en las fronteras orientales, que el castillo de naipes político del Medio Oriente ya se ha derrumbado con resultados salvajes e imprevisibles, que movimientos de población continentales sacuden África y desbordan las fronteras del sur y que el centro económico se ha trasladado a Asia y al Pacífico, alejándose cada vez más del Atlántico..

Pensar que se puede continuar como siempre ante este panorama es de ilusos, que se puede ahorrar en diplomacia, defensa y esfuerzos de integración o incluso fomentar individualismos, nacionalismos y separatismos es de suicidas. El pasado no permite predecir el futuro como piensan algunos simples, pero si enseña algo es que no hay que confiar en que nada se arregle por sí mismo, justamente porque la historia se escribe diariamente por sus protagonistas y no por unos hados lejanos e incontrolables.

Se puede renunciar al futuro por centrarse demasiado en un presente impregnado de pasado, pero la realidad no perdona y más pronto que tarde podemos encontrarnos con que son los bárbaros o la barbarie los que están ante nuestras puertas. Tenemos mucho que perder, pero sólo lo apreciaremos cuando ya lo hayamos perdido.

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