jueves, 18 de junio de 2015

LAICISMO

Creo que es importante en estos tiempos de cambio que vivimos, el gesto de varios alcaldes gallegos de no asistir a ceremonias religiosas en sus funciones institucionales. El hecho contrasta con las burlas, insultos y amenazas recibidas por un concejal de IU en el pueblo toledano de Argés, cuando pidió que se le retiraran los símbolos religiosos en su juramento.
Durante demasiado tiempo se ha permitido a la Iglesia Católica una situación de privilegio injustificada en una sociedad plural. Resulta difícil de aceptar que una confesión determinada sea sostenida por los impuestos de todos, creyentes y no creyentes, en un estado sin religión oficial en teoría. Tampoco es de recibo la injerencia de una organización semejante en la educación y la política como poder fáctico, sin que tenga en realidad apoyo alguno en leyes y reglamentos.
Muchos ciudadanos que están en contra de esta situación no se dan cuenta, sin embargo, de que la injerencia empieza por la invasión y monopolización del espacio público, las celebraciones y el mantenimiento de ritos y costumbres que pueden ser ancestrales, pero que justo por esto deben ser cambiados para adaptarse a la pluralidad y al hecho incontrovertible de que una parte considerable de la población no cree ni practica esa religión.
“Siempre se ha hecho así” es la frase habitual de excusa, pero también la que ni explica nada ni puede ser admitida. “Es una muestra de intolerancia rechazar la costumbre establecida”, es el ataque utilizado contra los que protestan cuando se les impone el rito, para fingir que los que lo imponen son “víctimas de persecución”, cuando son justo lo contrario.
Ningún cargo público debería nunca asistir a ceremonias religiosas como tal cargo. Lo que se hace con esto es dar una oficialidad y una autoridad sancionadora a la iglesia sin base legal o racional. Un alcalde puede ser muy católico e ir a una procesión, pero como un ciudadano más, no como alcalde. El que algunos se hayan atrevido a rebelarse es una buena noticia y semilla de un comportamiento que sin duda se extenderá.

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