domingo, 15 de febrero de 2015

OPINIÓN E IGNORANCIA

En estos tiempos felices, en los que cualquiera puede publicar lo que le parece en foros de diversa audiencia, es difícil evitar leer, aunque sea por encima, una serie de vaciedades, absurdos, barbaridades e insultos procedentes de personas varias, generalmente con mala redacción, faltas de ortografía y aún mayor falta de lógica. Es como si hubiera mucha gente gritando al mismo tiempo lemas diferentes, aunque bastante parecidos, en un intento de sobresalir sobre otros o de demostrar que se pertenece a un rebaño determinado, que no por ser de color diferente deja de ser rebaño.

El problema de tanto ruido es que algunos pueden llegar a dar autoridad de dogma a ideas atrabiliarias, porque ya se sabe que lo que se repite muchas veces, aunque sea una falsedad enorme, puede adquirir visos de verosimilitud . Pasa, por ejemplo, con los memos que se niegan a vacunar a sus hijos sin ninguna razón científica que lo avale, sólo por seguir rumores desmentidos una y otra vez, pero difundidos en publicaciones esotéricas y foros de convencidos recalcitrantes. No sólo ponen a sus amados retoños en peligro, sino a muchos más niños y adultos que pueden sufrir enfermedades perfectamente prevenibles y previsibles, pero emperrados en su dogma las consecuencias les son indiferentes.

Es inevitable que haya tontos con buena intención, pero es aún más indignante que esto se vea desde afuera como lo que no es, es decir, como una especie de derecho inalienable a hacer lo que a uno le parezca aunque toda la sociedad lo sufra, y que se explique con sentencias como: "tienen derecho a su opinión", "es otra forma de pensar", "hay que respetar sus ideas", etc.... Sin que muchos se atrevan a decir la verdad objetiva y sin discusión en este caso, es decir que se trata de ignorancia, de prejuicios anticientíficos, de testarudez y de falta de solidaridad. Todavía hay gente que dice que la Tierra es plana y que la evolución de las especies es una teoría sin demostrar, pero pocos se paran a considerar estas afirmaciones como "opiniones", se trata más bien de supersticiones propias de sectas con una fe determinada que cierran los ojos a la evidencia.

La raíz del problema está en considerar que todas las opiniones son igualmente válidas, en una traslación imposible de los principios democráticos al conocimiento. Lo ideal es que todos los humanos estudiaran muchísimo y tuvieran una enorme cultura científica, pero esta no es ni será nunca la realidad por capacidad, afición, constancia y posibilidades. Siempre habrá personas muy sabias y especializadas en su campo que saben mucho más que los otros, lo que quiere decir que sus certezas y opiniones deben ser respetadas, seguidas y, aunque cueste mucho decirlo en estos anárquicos tiempos, obedecidas (¡oh!). La vacuna, por ejemplo, es una obligación, no una opción entre varias.

Hablar sin datos, opinar desde el mal humor, el odio o los prejuicios, sin certeza alguna que avale la opinión puede considerarse propaganda, agitación o confusión, pero tomarlo en serio puede ser pejudicial para la salud individual y colectiva.

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