miércoles, 30 de julio de 2014

EL NACIONALISMO COMO TRAMPA

No creo equivocarme al decir que el mayor peligro que acecha a la idea de Europa y a la muy necesaria reforma y mejora de la UE es el nacionalismo. La creencia en que las fronteras nacionales protegen de todo lo que no se desea, es decir, inmigrantes, globalización, crisis económicas y calentamiento global es evidentemente absurda y tan ridícula como suena, pero hay politicastros y gentecilla diversa que juega con sentimientos viscerales de odio y miedo mientras fomenta la ignorancia y echa tinta de calamar sobre las causas de los mayores problemas actuales y sus posibles soluciones. No hay ni milagros ni soluciones mágicas para ningún problema humano, pero el nacionalismo los complica todos al colocar enormes anteojeras que distorsionan, dividen y despistan, especialmente cuando se presenta como una panacea redentora y salvífica aprovechando el vacío de otras ideologías.

La idea de que hay nacionalismos "buenos" y "malos" es tan tonta como si se aplicara al cáncer, por ejemplo. Cierto que algunos son más agresivos que otros, pero ninguno es exactamente deseable, y en la Europa actual las células malignas empiezan por la división, la desconfianza y la falsa doctrina de la "vuelta a las esencias" patrias propias, como predican el UKIP en el Reino Unido o el Frente Nacional en Francia. No creo que nadie en estos países piense que estos partidos son "progresistas", ni siquiera sus propios partidarios, enemigos de la modernidad, los cambios sociales y deseosos de regresar al pasado imaginario de sus mitologías de pureza racial, por eso resulta tan chocante que en España aún haya pazguatos que se dejen llevar por el marketing de los nacionalismos periféricos y los vean como mejores o excusables, sólo por el hecho de oponerse al estado central o a un gobierno que no les gusta: poner nuevas fronteras, buscar privilegios económicos e imponer pensamientos únicos no es ni será progresista jamás; buscarlo "pacíficamente", es decir, sin actividad terrorista manifiesta, es mejor que hacerlo de forma violenta, pero si al final se quiere imponer de una forma o de otra, sin dejar otra opción, es igualmente inmoral y evidentemente antidemocrático.

En un artículo claro y conciso en "El País" de hoy, Francesc de Carreras expone con crudeza cómo se ha impuesto en Cataluña una forma de pensar que no permite opciones y que identifica cualquier crítica a personas, políticas e instituciones nacionalistas con anticatalanismo, lo que quiere decir que al final nadie puede hablar y que todo lo que no sea la solución única, es decir, la independencia, está mal, es "españolista" y ya se sabe que España es mala, inferior, ladrona etc....

Hay que admirar el marketing hecho a lo largo de tantos años para no dejar ver que este nacionalismo, como todos, es reduccionista hasta el extremo: todo lo de aquí es bueno, lo de fuera es malo o peor; no estamos mal, pero solos estaríamos mejor, nos queremos separar, pero somos "más" europeos que "ellos", y así hasta el aburrimiento. No se explican ni se quiere hacer los enormes problemas políticos y económicos a los que se enfrentarían y los que crearían a los demás, el hecho de que cualquier división en la Europa actual resta, complica y no suma y, más aún, las imposiciones étnicas y culturales que se derivan de cualquier nacionalismo triunfante convertido en religión única. La idea de que al día siguiente la vida continuaría igual para todos los habitantes del nuevo estado es tan beata como falsa. El postulado de que "esto es lo que quieren los catalanes" es igualmente falso, puesto que prácticamente no se les deja otra opción.

Hablar está bien, pero hay que partir de una base común y dejar las cosas muy claras. Yo soy absolutamente partidario de la unidad, de toda Europa a ser posible, pero hay muchos en España (o en "El Estado", como les gusta decir a algunos) que nos estamos cansando de tanta acusación de "incomprensión", del desprecio manifiesto y de la búsqueda constante de "especialidad", porque al final resulta que hay territorios que parecen tener más derechos que otros y personas de más valía que otras por el solo hecho de haber nacido en un lugar concreto... aunque se demuestre una y otra vez que todos tienen la misma tendencia humana a burlar la ley y a defraudar por muy "honorables" que sean. Además, con o sin independencia los territorios tienen una molesta tendencia a quedarse donde están, no pueden ser trasladados a otros sitios, de modo que sin posibilidad de lindar con la perfecta Suecia, por ejemplo, habrá que seguir entendiéndose con los imperfectos vecinos, y que me digan que país puede ser completamente autárquico hoy día para agua, energía y hasta el aire que se respira, especialmente si sus iluminados "líderes" practican un derecho a decidir unilateral y traumático.

No hay comentarios: