martes, 15 de julio de 2014

EDUCACIÓN Y PREJUICIOS

Hay una cierta ingenuidad al suponer que la educación destruye automáticamente los prejuicios antifeministas, homófobos, racistas, nacionalistas o de cualquier otra clase. Es la misma ingenuidad que cree que alguien sabe mucho por haber estado sentado en una escuela durante varios años o incluso haber conseguido un título académico. La palabra "educación" es ambigua, porque puede referirse a una instrucción que crea o consolida prejuicios, o simplemente ser escasa, mala y con lagunas.

Cierto que quien lee muchos libros de historia, filosofía o buena literatura tiene bastantes más posibilidades de que se le abra la mente y de ser más tolerante con sus semejantes y el mundo en general, pero hay quien lee y busca datos para confirmar sus paranoias, fundamentar sus prejuicios y encontrar razones con las que rebatir a sus "enemigos" ideológicos... y no pensemos que esto sólo es patrimonio de los conservadores de derechas. Siempre ha habido y hay doctrinarios de todos los colores que parecen circular por la vía única de sus obsesiones, sean éstas religiosas, ecologistas, feministas o folclóricas.

A veces hay hasta que desconfiar de determinados aprendizajes, porque un poco de conocimiento no genera sabiduría, sino que puede dar lugar a todo lo contrario; no hay más que ver cómo se pueden manipular datos, estadísticas y gráficas para presentar la misma realidad de formas tan diferentes que den lugar a visiones enteramente contrapuestas. Es aún más fácil cocinar pasados históricos, datos de países lejanos y divulgación científica para ajustarse a prejuicios mayoritarios, ideas de moda o lo que más convenga al que pretende manipular.

Una de las cosas que debería fomentar una "buena" educación es el espíritu crítico, la duda razonable ante el chorro de información que se recibe. Las personas mejor educadas poseen una serie de filtros que les ayudan a seleccionar, clasificar y relacionar datos, pero si están de verdad muy bien educadas también tienen que tomar en cuenta sus propios prejuicios, saber que están ahí y que colorean lo que aprenden, porque nadie es nunca completamente objetivo y en ocasiones es muy sano ponerse en el lugar de la persona que más parece ir en contra de lo que uno cree para darse o quitarse la razón, al menos en algún grado.

No se recibe la misma educación en todos los países, regiones, clases sociales o comunidades religiosas, eso es hoy por hoy prácticamente imposible. Cuando se dice que la educación acaba con ciertos prejuicios se está pensando en una instrucción determinada, porque la contraria los fomentaría y, sin embargo, ambas son formas de educar.

Se olvida con demasiada facilidad que una educación humanística y/o científica muy profunda es patrimonio de pequeñas minorías y que, desgraciadamente, no hay muchas posibilidades por medios, afición y tiempo, de que estos conocimientos sean mayoritarios. Se educa a mucha gente, pero más bien poco, entre otras cosas porque también hay importantes minorías que se resisten a ser educadas.

En el siglo XIX y la primera mitad del XX, cuando aún había muchos analfabetos, se podía idolatrar la educación en abstracto, hoy tenemos que ser bastante más escépticos y no generalizar, porque hay educaciones que producen fanáticos.

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