miércoles, 30 de abril de 2014

GAYS, HUMOR Y GROSERÍA

Hay mucha gente que disfruta con un tipo de humor grosero, insultante, lleno de tópicos: el mariquita afeminado, la maruja cretina, el niño maleducado, etc. No sé cómo alguien se puede reír con bromas evidentes y burlas muchas veces crueles, pero hay gente que también se regodea torturando animales y lo llaman arte. Asumir que uno se tiene que reír forzosamente con ciertas cosas, que no hace tantos años incluían racismo, machismo y cosas peores, me hace sentir como marciano entre personas que lanzan grandes carcajadas mientras yo me pregunto dónde está la gracia.

Lo mismo me sucede con un tipo de gay, bastante abundante entre los mayores de 50 años, que da por supuesto que la orientación sexual implica estar obsesionado con jóvenes generosamente dotados a los que mirar, conquistar o describir con todos sus atributos. Algunos añaden el insulto a la ofensa con una narración pormenorizada de lo que vieron, sintieron o ligaron, ayer o hace veinte años, como tristes remedos de Don Juan Tenorio leyendo la lista de sus conquistas.

Nada más aburrido que oír hazañas ajenas, casi siempre inventadas o muy exageradas, que se reducen siempre a lo mismo, es decir, a la descripción de la fantasía obsesiva del narrador, que se da importancia ante sí mismo y los demás con el cuento de su potencia real o imaginada.

Estos tipos no se diferencian nada de los machistas tradicionales que lanzaban piropos groseros, en realidad insultos, a las mujeres que les pasaban por delante, que describían a las hembras como cosas y consideraban un triunfo el haber engañado a alguna para algún placer furtivo. Recuerdo que me disgustaban cuando los oía y consideraba que eran en realidad unos frustrados, porque o estaban casados con alguna que no correspondía a sus fantasías húmedas o no tenían acceso a las super-féminas de los cuentos. En cualquier caso, el convertir a personas en cosas me producía un profundo rechazo.

El mismo rechazo siento cuando veo que algunos gays llenan paredes con fotos sugerentes como decoración esencial, dan por supuesto que todas las parejas son infieles y que el máximo deseo de cada uno es fornicar con todo lo que se pone por delante. Si ellos son así no los juzgo, pero me molesta que piensen que somos todos iguales. Afortunadamente la diversidad es múltiple y se aplica a todo, también dentro de las minorías, y algunos damos mucha más importancia al afecto, las buenas formas y, desde luego, al buen gusto.

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