jueves, 22 de agosto de 2013

ESQUIZOFRENIA

El 15 de agosto, fiesta católica por excelencia, un grupo de esos católicos franceses que reconocen a Frigide Barjot como líder publicó una carta abierta a los obispos de Francia que puede sorprender a los que no están acostumbrados a la extraña lógica de los que no quieren ser simplemente creyentes, sino también ajustarse a la ortodoxia, es decir, al integrismo...  ¡siendo gays!

En la carta piden que la Iglesia reconozca sus esfuerzos "en pro de la familia" y con un tono lastimero se quejan de la falta de señales positivas de los obispos hacia los homosexuales católicos. Pueden leerse también algunas frases que dejan ver cierto arrepentimiento por haber colaborado al resurgimiento de la homofobia con sus actos, aunque al mismo tiempo insisten en subrayar la diferencia con los homosexuales laicos, a los que describen de una forma que muestra que se sienten superiores a ellos espiritualmente.

Esta carta es un documento que muestra tan perfectamente lo que es el autodesprecio que podría utilizarse como ejemplo en un curso de psicología. ¿Cómo pueden estos desgraciados pensar que una iglesia que ni siquiera reconoce el concepto de orientación sexual puede hacer algún gesto favorable hacia los fieles "aquejados" de atracción por el mismo sexo? Si se reconocen como sus fieles deben obedecer, callarse, superar sus tentaciones, permanecer castos y arrepentirse cuando caen. Deben saber que son seres nacidos con o afectados por un "desorden", una desviación que los condena a no tener amor, a refugiarse en las sombras, a controlarse en todo momento... si no quieren ser expulsados, perderse para siempre entre los paganos... Pero como algunos hijos de madre desnaturalizada siguen sufriendo al saberse despreciados, sospechosos, castigados y piden un pequeño gesto de reconocimiento, una pequeña señal de que los aceptan al menos un poco por los servicios prestados en la lucha contra los verdaderos malvados.

Tendrán que esperar mucho tiempo, si no se deciden a abandonar una institución que utiliza sus considerables poderes para torturarlos y convencerlos de que son seres esencialmente peores que los demás, sospechosos, disminuidos y condenados al sufrimiento por decreto divino.


A veces los compadezco, pero cuando pienso en lo que han colaborado y en lo que hay detrás, es decir, integrismo, superstición, fascismo, homofobia legalizada, amenazas al laicismo, etc., concluyo que se merecen sus sufrimientos y que están en el infierno que han ayudado a crear.

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