viernes, 23 de agosto de 2013

HUIR DE LA CIENCIA

Un artículo en el New York Times de Adam Frank, profesor de física y astronomía en la Universidad de Rochester, subraya una peligrosa tendencia moderna: la voluntaria ignorancia de la ciencia y su sustitución por creencias, opiniones o simples supersticiones sin fundamento alguno. Resulta que hoy hay más norteamericanos convencidos de la "ciencia creacionista" que hace veinte años, más gente que no vacuna a sus hijos porque creen que la vacunación debilita y produce autismo y una mayoría que opina que el cambio climático es pura propaganda.

Quien piense que esta tendencia es solo propia de americanos se equivoca por completo, también en Europa hay una corriente de escepticismo, desconfianza y hasta aversión por la ciencia y los científicos. El creacionismo no tiene mucho curso en nuestro continente, pero los anti-vacunas, los que creen en las virtudes curativas de la homeopatía y los que se llenan la boca con el adjetivo "natural" abundan en nuestros países al amparo de un posmodernismo de pacotilla que encubre ignorancia real y prejuicios varios.

En los años 50 o 60 del siglo pasado había muchas personas crédulas o desesperadas que acudían a curanderos que prometían sanar enfermedades con oraciones, aguas milagrosas o emanaciones mágicas, pero esto se consideraba un atraso que la educación haría desaparecer. No es tan sorprendente, sin embargo, que no haya desaparecido, porque el elemento irracional de los humanos es considerable y una cierta cantidad de educación puede paradójicamente reforzar en vez de limar prejuicios.

Hace dos generaciones las personas analfabetas o muy ignorantes sabían que lo eran y, aunque creyeran a pie juntillas en las virtudes del curanderismo, no se atrevían a discutir con alguien que "tuviera estudios" y hasta se avergonzaban de acudir a sanadores. Hoy día, en cambio, lecturas superficiales, información defectuosa y una verdadera "industria de la sanación" difundida por la red y mediante publicaciones varias, les dan a algunos la ilusión de saber algo: "yo lo he leído", "lo he visto en internet", "lo dice Madonna" o frases similares se oyen todos los días refiriéndose a cosas tan serias como la curación de tumores o el tratamiento del SIDA. "Yo creo que...", "no tengo  la misma opinión sobre...." son afirmaciones que se prodigan sobre temas sobre los que el opinador no tiene formación alguna y sobre los que en puridad no puede "opinar", pero la antigua modestia del ignorante ha desaparecido con la equivocada idea de que si se sabe leer y se puede votar también se puede tener una opinión sobre, por ejemplo, los agujeros negros de la galaxia. El absurdo se convierte en drama cuando además se politiza, como sucede en los Estados Unidos con el cambio climático, negado sistemáticamente por los ultras o con la evolución, todavía no digerida por los integristas religiosos.

Si la estupidez perjudicara solo a los cretinos no estaría del todo mal, pero los anti-vacuna, homeopato-naturistas, crudívoro-macrobióticos difunden la ignorancia junto con los gérmenes que no se erradican, como el de la poliomielitis, reaparecido en Pakistán y Somalia, donde los fanáticos caciques locales impiden la vacunación, o los del sarampión y la tos ferina, reaparecidos... en los Estados Unidos, donde hay memos que no vacunan a sus hijos.

No hay tanta diferencia entre posmodernos escépticos de la ciencia y talibanes, ambos son dogmáticos e inabordables mediante el razonamiento.

No hay comentarios: