sábado, 2 de mayo de 2015

MÁS DE 70

Cuando a mis 30 años pensaba en los 70 los veía como una cifra teórica, algo adaptado a viejos de barba blanca y viejas encorvadas con bastón, pero no para mí… que siempre tendría más o menos 30 años o pocos más. Ya entonces me sorprendía y me enfurecía el hecho de que en los sitios de encuentros gais los treintañeros fueran considerados “maduros” o “daddies”, puesto que los únicos gais deseables y posibles eran los chicos de 18 a 25 con más de 1,75 de estatura, 65 kgs. de peso, depilados y de belleza convencional.
Ni yo entraba en esas medidas ni los que entraban me gustaban lo más mínimo, pero en épocas menos críticas no había bastantes voces que desmontaran lo que no era más que marketing de profesionales u opiniones de petronios a la Lagerfeld, es decir, de tiranos que imponen su gusto a cretinos que se lo creen. Ni el aspecto, ni el tamaño ni la edad tienen límite alguno no sólo para amar sino también para la estética, porque igual que no puede decirse que el arte barroco sea el único aceptable, por ejemplo, tampoco es de recibo afirmar que haya un tipo de belleza humana que eclipse a las demás. La gordas celulíticas de Rubens pueden no estar de moda, pero son bellísimas si se las sabe mirar, igual que los anoréxicos aparentes de Modigliani.
Ahora, cuando me miro al espejo, con la experiencia de la edad y la sabiduría adquirida, me río de mis complejos anteriores y me entristezco por los sufrimientos a los que aún se exponen jóvenes muy bellos que se creen feos sólo por no entrar en los parámetros vulgares que deciden los cursis de turno.
Si de algo vale la edad es para darse cuenta de que lo que de verdad importa: el amor, la amistad, la salud y el bienestar, no dependen para nada de las superficialidades difundidas por escritores de tres al cuarto, revistas horteras y modistos momificados, sino de lo que uno lleva dentro. Quererse a uno mismo y hacerse cada día mejor como persona es una receta que nunca falla. Si, además, intentamos ser generosos y escuchar a los demás, la receta será todavía mejor.
Puedo decir que nunca he sido más feliz que ahora con siete décadas tras de mí… Lo que venga después no importa, porque todo tiene que tener un fin y, más aún, está bien que así sea.

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