lunes, 2 de marzo de 2015

DEMOCRACIA E IGUALDAD

Libertad, Igualdad, Fraternidad es el viejo lema de los revolucionarios franceses, aún muy atractivo para algunos, pero siempre mal comprendido. La palabra “libertad”, por ejemplo, puede entenderse de formas más variadas de lo que se piensa y aplicarse a objetivos muy diferentes. No se les cae de la boca a algunos nacionalistas, aunque lo que quieren decir con ello es que desean privilegios especiales y poder discriminar a otros, también abusan de ella los que quieren seguir persiguiendo a minorías sexuales y de otras clases mediante leyes injustas que les den la “ ibertad" de rechazar y sentirse superiores.
La fraternidad es aún más general, pero su uso legal es muy limitado y no tiene importancia política.La igualdad es otra cosa, porque de ella se habla constantemente, directa o indirectamente, especialmente al tratar de la desigualdad, creciente según algunas medidas en la globalizada economía moderna y, por tanto, una amenaza para la democracia y sus valores.
Efectivamente, una desigualdad excesiva puede ser un problema cuando una gran parte de la población está descontenta y se hace desafecta a un sistema de libertades del que no ve las ventajas. Pero muchas democracias han vivido y medrado con considerables grados de desigualdad, como los Estados Unidos, por ejemplo, siempre que se ha visto como posible una posibilidad de ascenso social, aunque ésta haya sido más teórica que real.
El problema de los países menos afectados por principios calvinistas es que se tiende a poner igualdad y libertad al mismo nivel, se confunden ambos términos y se pone a la igualdad como condición sine qua non de la democracia. Graves errores todos porque la libertad auténtica supone siempre desigualdad. Igualar a todos por abajo es lo que se ha hecho a menudo en regímenes totalitarios, sin que ello haya supuesto mayor libertad, sino todo lo contrario.
Solidaridad y atención a los menos favorecidos no quiere decir igualación obligatoria, aspiración de envidiosos, frustrados y enemigos de una libertad que ven con la enemistad del que no la sabrá usar. La “Egalité” de los revolucionarios franceses significaba que no habría privilegios de nacimiento, que se abolía la división artificial entre nobles y plebeyos y que todos serían ciudadanos; nada más y tampoco nada menos.

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