miércoles, 16 de abril de 2014

HEDONISMO

Uno de los problemas de los LGTB hasta hace unos años era la falta de modelos. No es que los modelos para los demás fueran siempre positivos, pero había unos estándares más o menos fijos de lo que hacían los padres, las madres, los militares, los ingenieros o los gángsteres, ninguno de los cuales estaba jamás afectado de "desviación" alguna: a todos los varones les gustaban las hembras, éstas se pirraban por los machos y ¿para qué seguir contando?

Los chicos "especiales" crecíamos en un limbo extraño que, si se era un poco consciente, aparecía inmediatamente como una vía muerta, un lugar del que sólo se podía salir fingiendo, ajustándose al comportamiento de la mayoría, aunque éste fuera enteramente contrario a los propios instintos. Por supuesto que de puertas afuera, porque en la adolescencia o la juventud rápidamente se descubría otro mundo secreto, subterráneo, de encuentro furtivos y de placeres que podían ser frecuentes e intensos. Un mundo al que uno podía acostumbrarse, ver como propio y hasta hacerse adicto.

Los que tanto critican ahora la visibilidad LGTB son los mismos que antes reducían la diversidad al sexo y obligaban a este hedonismo oculto, vía de escape y al mismo tiempo obstáculo de envergadura para una vida emocional y afectiva más plena o simplemente elegida. Hacía falta valor y tener una situación determinada para poder vivir en pareja sin ser excluido por sociedad y familia, mientras que nadie se daba por aludido si el "desviado" practicaba sus vicios sin publicidad en un mundo invisible para los "normales".

El problema resultante es que, del mismo modo que muchos LGTB interiorizaban los prejuicios ambientes y se minusvaloraban, también llegaban a aceptar una conducta impuesta como si fuera propia, y acababan creyendo que la homosexualidad era sinónimo de hedonismo, entendido éste como una sucesión de ligues, "clubbing", saunas y otras cosas menos sanas.

No todo el mundo vale para llevar una vida tan intensa y autodestructiva, aún en el caso de que se disponga del cuerpo y dinero adecuados, y hasta el más dotado debe retirarse o disminuir el ritmo con la edad y los achaques, pero convertir esta caricatura en algo deseable y envidiable, cuando para la mayoría es una conducta excepcional y forzada, ha sido y sigue siendo un error común nunca bastante criticado por miedo a ser considerado conservador, aguafiestas y "reproductor de modelos heterosexuales".

Hay que darse cuenta de que la normalización de la diversidad sexual tiene entre otros efectos positivos el de permitir llevar la vida que uno quiere y ni para mí ni para muchos otros, en realidad para la mayoría, tiene nada de envidiable ese tipo de hedonismo pobre de sauna, bar y discoteca, porque el que disfrutan los millonarios es otra cosa, aunque yo tampoco lo envidie.

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