miércoles, 23 de abril de 2014

EL SÍNDROME DEL CHULAZO

De hacer caso a consultorios, comentarios y artículos en revistas gais, medio gais o simplemente superficiales, la perfección física está al alcance de todo el mundo, máxime cuando si no se llega a tal perfección, es decir, si uno no es un "chulazo" (horrible palabra), no es digno de figurar en los anales de la vida gay, no puede aspirar a contestar a un anuncio y debe avergonzarse para siempre jamás de un aspecto que seguramente es culpa suya por no haber ido bastante al gimnasio, no pasar hambre, no usar los productos de belleza adecuados o haber pasado de los 35, algo que, como todo el mundo sabe, no hacen los gais que se precien.

El síndrome del "chulazo" es una de las muchas patologías que aquejan a los incautos que no maduran a tiempo y caen en la trampa de tomar la publicidad por información desinteresada, y la neurosis de algunos gurús de pacotilla por sabiduría. Ya se sabe que muchos LGTB han interiorizado cantidad de clichés y simplezas inventadas por sus mismos enemigos, pero también hay no pocos que se dejan llevar de los demonios propios y se empeñan en ser infelices buscando un novio de cuerpo perfecto que, como todos los narcisos, nunca les hará caso o, peor aún, en querer alcanzar ellos mismos la perfección mediante la anorexia, el sudor, las lágrimas y la ruina económica.

Hay unos pocos seres afortunados que nacen guapísimos convencionales y dentro de estos una minoría exigua que mantiene esta belleza estereotipada hasta una edad tan avanzada como la cuarentena. Estos seres divinos apenas tienen que esforzarse, "son así"... aunque seguramente no lo bastante perfectos como los cuerpos mejorados por PHOTOSHOP, que son el verdadero.modelo El problema es que la inmensa mayoría, es decir, el 95%, no se acerca ni de lejos a tal divinidad, y que hay muchísimos con pequeños o grandes "defectos", orejas grandes, nariz ancha, piernas delgadas, calvicie temprana, ojos hundidos, corta estatura y cosas más terribles todavía que los hacen inaceptables para los aquejados de este síndrome maligno.

Si el síndrome no se trata, sus víctimas quedan enteramente incapacitadas para el amor y el afecto. Su sistema sensorial deja de detectar seres humanos y solo capta divinidades inalcanzables, al tiempo que la propia imagen sufre las consecuencias y aparece bastante fea en el espejo. Otros efectos secundarios son soledad, ansiedad y conductas compulsivas. El que sufre del síndrome persigue fantasmas que, como inasibles que son, permanecen siempre en el plano inmaterial. Los muy ricos se compran a veces la compañía temporal de una semidivinidad, los más pobres se contentan ocasionalmente con algún profesional simplemente parecido.

Los seres humanos son todos imperfectos, pero son los únicos con capacidad de amar. Si lo que se busca es una divinidad o convertirse en divinidad, el destino es la soledad del Olimpo, que es muy alto y está siempre helado. Habría que recordarles que Narciso el bello se miró tanto en el espejo de un lago que acabó por morir de inanición.

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