domingo, 14 de abril de 2013

VIOLENCIA CONTRA RAZÓN

Alguien muy cercano a mí dice que "la Iglesia Católica es lo más parecido a un Partido Comunista Stalinista", aunque yo revertiría la frase para decir que estos partidos calcaron su organización y métodos de los muy bien ensayados por una organización dogmática, autoritaria, profundamente antiliberal y antidemocrática. Con dogma no puede haber libertad y, si el dogma debe ser interpretado por una autoridad infalible, tampoco puede haber democracia. Los intentos por hacer aparecer a la Iglesia como una entidad benéfica, compasiva o neutral se dan de bruces con la realidad de que desde los tiempos de Constantino la jerarquía adoptó una estructura y una mentalidad imperiales, impuso una ortodoxia y persiguió a disidentes y rivales.

No puede sorprender, pues, que el Vaticano interprete la extensión de derechos civiles a las personas LGTB como un desafío. Roma siempre ha tenido muchos problemas con los derechos civiles en general desde que los enciclopedistas y revolucionarios empezaron su trabajo en el siglo XVIII, y se ha resistido como gato panza arriba contra cualquier progreso, desde el registro civil a la igualdad de las mujeres. El reconocimiento de que las personas LGTB no son ni anormales no desviados ni viciosos es inaceptable para una creencia que necesita  enemigos para tener sentido en un mundo que le da progresivamente la espalda.

El matrimonio está en decadencia desde hace decenios, los gays no tienen nada que ver en esta decadencia, pero vienen muy bien como chivo expiatorio para católicos, integristas varios y algunos nacionalistas que toman síntomas por causas y canalizan el odio y el descontento hacia un grupo identificable al que tildan de vicioso y degenerado. ¿Razones en contra del derecho al matrimonio de una minoría?... no hay razones auténticas ¡Pero qué gusto da tener una percha de los golpes cuando nuestro equipo pierde partidos!

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